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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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246<br />

Emilio María Terán<br />

Si el Gobierno hubiera empleado esta suma en la compra de sus bonos que había<br />

bajado hasta el 4%, habría amortizado gran parte de su deuda activa, por no decir toda,<br />

aun teniendo en cuenta el alza progresiva que hubiera producido la demanda.<br />

En 1877 Bolivia hizo un arreglo con sus acreedores británicos en virtud del cual<br />

quedó libre de las obligaciones del empréstito de 8’000.000 de pesos contratado en<br />

1871, con sólo la entrega de las £ 700.000 depositadas en el Banco de Inglaterra. Como<br />

los bonos bolivianos se cotizaban a 18 o 19%, los acreedores se dieron por bien servidos<br />

recibiendo algo más.<br />

Comprar los nuestros por tercera mano habría sido más ventajoso; pero aunque<br />

algunos creen que esto no hubiese sido reprensible (porque la baja era efecto de las<br />

circunstancias y no de acto alguno del Gobierno ecuatoriano dirigido a deprimir sus<br />

obligaciones ni menos del reprobado cálculo de especular con su propio descrédito),<br />

no cabe duda que hubiera sido más decoroso presentar con lealtad a los acreedores un<br />

cuadro fiel de la situación fiscal de la república y manifestarles que por una circunstancia<br />

extraordinaria podía el Gobierno disponer de aquella suma habría resuelto emplearla en<br />

la amortización de la deuda, por lo cual los tenedores podían presentar sus propuestas<br />

cerradas y selladas para aceptar las más favorables.<br />

El Gobierno se hubiera cubierto de honra con la rectitud de su procedimiento y<br />

redimido gran parte del capital activo; pues conocidos son los resultados que se obtienen<br />

en esas licitaciones para la amortización de una deuda pública, máxime cuando no se<br />

pagan sus intereses, no se cotizan los vales, ni hay arreglo existente.<br />

Después de concluida esta operación, se hubiera debido proceder a la celebración de<br />

un convenio para amortizar lo restante de la deuda activa y de la diferida.<br />

En vez de esta sencilla operación, que hubiera extinguido casi toda la deuda activa,<br />

y de estipular en el convenio la gradual amortización de lo poco que hubiera quedado,<br />

el Gobierno de Urvina aumentó la deuda activa en dos millones de pesos con la<br />

capitalización de los intereses caídos, no señaló, ni previó en el contrato los medios<br />

de amortizar aquel enorme capital y gravó eternamente a la nación con una deuda<br />

consolidada, cuyos intereses iban siempre en aumento.<br />

Los Estados, como los hombres, cuyos agregados son, necesitan de estímulo para<br />

cumplir sus obligaciones. Por eso en los arreglos de la deuda pública de una nación, se<br />

suele ofrecer a esta la perspectiva de su redención y dejarle entrever un término a sus<br />

sacrificios para hacérselos llevaderos.<br />

Todavía puedo alegar tales y tantas razones en contra del arreglo, que ellas acabarían<br />

por hacernos llorar sangre si el remedio no estuviese en manos de la última transformación<br />

política, cuyo caudillo tiene ya puestos sus ojos tanto en lo futuro como en lo pasado<br />

de esta desgraciada república: la próxima administración está llamada a ofrecernos un<br />

porvenir risueño, fundándose en un presente justiciero para el ayer que fue una eterna<br />

noche de deshonor y vergüenza.

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