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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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HISTORIA DE LA DEUDA EXTERNA DEL ECUADOR<br />

La región oriental del Ecuador es bastante conocida por sus riquezas en los diversos<br />

reinos de la naturaleza. Ese “mar de esmeralda”, como dice Villavicencio, es la piedra<br />

preciosa de la república; de allí que nuestros lapidarios británicos han levantado el<br />

cincel para modelarla a su sabor y antojo.<br />

¿Para qué decir más, señor Jefe Supremo, si la provincia de Esmeraldas y la del<br />

Oriente han dado materia para que se crea que ellas son el Edén cerrado, de donde el<br />

Ecuador ha de sacar, a la postre, su felicidad y prepotencia? ¿Cuándo iremos trás ellas,<br />

llevando en peregrinación, con orgullo y esperanza, la locomotora y el telégrafo, y la<br />

mano que desgaja el bosque y surca la tierra con virilidad y entusiasmo? ¿Cuándo? ....<br />

Cuando todo lo nuestro sea propio y cuando un Gobierno honrado y decisivo diga a<br />

Colombia, al Perú y a nuestros acreedores británicos: “mi casa es mi casa, y en mi casa<br />

nadie manda más que yo”.<br />

Gran parte del territorio de la república, y en especial las regiones a que me he<br />

contraído ligeramente, han sido de propiedad del Estado como bienes fiscales de grande<br />

valía y futuro provecho para los ecuatorianos. Hablo de las tierras baldías, sobre las<br />

cuales nuestras colecciones de leyes y decretos, bien así legislativos como ejecutivos, se<br />

hallan plagadas de disposiciones relativas a procurar el estímulo individual, con las mil<br />

facilidades que se dan aún a los particulares para la adquisición de esos terrenos vacantes,<br />

como los llamaban los visigodos.<br />

El erario, dígase lo que se quiera, llena sus arcas del trabajo de los ciudadanos y de los<br />

frutos de las propiedades particulares. El Gobierno, por honrado y económico que sea,<br />

es el gran consumidor del Estado, nunca el productor directo de un centavo; de ahí que<br />

cuando los magistrados no estimulan el interés individual, ni lo protegen, ni lo respetan,<br />

defraudan al tesoro los resultados profícuos de la actividad productora.<br />

Esta verdad ha servido de fundamento para que todos los gobiernos, sean cualesquiera<br />

las formas políticas del Estado, procurasen aumentar las propiedades particulares,<br />

repartiendo los terrenos baldíos en la forma de enajenación, donación o arrendamiento;<br />

y sólo así se han visto surgir la riqueza y el bienestar social poderosamente, siempre<br />

que, en tratándose de dueños, los colonos sean del mismo país, y si extranjeros, meros<br />

arrendatarios o elemento individual en la respectiva colonia.<br />

Es necesario en esta parte hacer justicia a todas las Legislaturas ecuatorianas y a<br />

todos los gobiernos de la república que, a una, han procurado pródiga y resueltamente<br />

estimular el interés de nuestros compatriotas, proporcionándoles, como donativos de la<br />

patria, al trabajo y al esfuerzo humano, los terrenos baldíos que en otras circunstancias<br />

habrían desarrollado el progreso de la agricultura y fomentado la riqueza nacional en<br />

todas sus formas económicas. Concesiones gratuitas, facilidad de acción, garantías<br />

indefectibles y afianzamiento de la propiedad, han sido los medios de que se ha valido el<br />

legislador, para procurarse ciudadanos que acepten una riqueza segura y un patrimonio<br />

efectivo que se hallan todavía abandonados en el seno de nuestro territorio fecundo,<br />

prometiendo a la laboriosidad individual el provechoso resultado de la acción reflexiva,<br />

física, intelectual y moral, como a agente único del movimiento agrícola.<br />

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