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el-capital-ii

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<strong>el</strong> mismo <strong>capital</strong>ista o por obreros asalariados, agentes suyos. Pero esto no es razón para<br />

confundir los agentes de la circulación con los de la producción, como no lo es tampoco<br />

para confundir las funciones d<strong>el</strong> <strong>capital</strong> mercancías y d<strong>el</strong> <strong>capital</strong> dinero con las funciones<br />

d<strong>el</strong> <strong>capital</strong> productivo. Los agentes de la circulación tienen que ser pagados por los agentes<br />

de la producción. Pero los <strong>capital</strong>istas, al comprar y vender entre sí, no crean con este acto<br />

productos ni valor; y la cosa no cambia porque <strong>el</strong> volumen de sus negocios les permita y<br />

exija confiar estas funciones a otros. En algunos negocios, los compradores y vendedores<br />

se hallan interesados con un tanto por ciento en los beneficios. La frase de que son los<br />

consumidores quienes les pagan, no resu<strong>el</strong>ve nada. Los consumidores sólo les pueden<br />

pagar en la medida en que, como agentes de la producción, produzcan un equivalente en<br />

mercancías o se lo apropien tomándolo de los agentes de la producción, ya sea a base de<br />

un título jurídico (como sus asociados, etc.) o en concepto de retribución por sus servicios<br />

personales.<br />

Existe entre las fases M – D y D – M una diferencia que no guarda r<strong>el</strong>ación alguna con<br />

la diversidad de forma entre la mercancía y <strong>el</strong> dinero, sino que responde al carácter<br />

<strong>capital</strong>ista de la producción. De por si, tanto M – D como D – M son simples trasposiciones<br />

de un valor dado de una forma a otra. Sin embargo, M' – D' representa, al mismo tiempo, la<br />

realización de la plusvalía contenida en D'. No ocurre así en D – M. Por eso la venta es más<br />

importante que la compra. D – M es, en condiciones normales, un acto necesario para la<br />

valorización d<strong>el</strong> valor expresado en D, pero no es nunca realización de plusvalía. Encauza<br />

su producción, pero no contribuye a <strong>el</strong>la.<br />

La forma o modalidad de las mismas mercancías, su existencia como valores de uso,<br />

traza determinados límites a la circulación d<strong>el</strong> <strong>capital</strong> –mercancías M` – D'. Las mercancías<br />

son, por naturaleza, perecederas. Por consiguiente, si no entran en <strong>el</strong> consumo productivo o<br />

individual, según su destino; si, dicho en otros términos, no se venden al cabo de cierto<br />

tiempo, se deterioran y pierden, con <strong>el</strong> valor de uso, su facultad de ser encarnación d<strong>el</strong><br />

valor de cambio. Se pierde <strong>el</strong> valor–<strong>capital</strong> y la plusvalía contenidos en <strong>el</strong>los. Los valores<br />

de uso sólo son encarnación d<strong>el</strong> valor–<strong>capital</strong> perenne y fuente de propia valorización<br />

cuando se renuevan y reproducen constantemente, reponiéndose con nuevos valores de uso<br />

d<strong>el</strong> mismo tipo o ríe tipo distinto. Pero la condición incesante de su reproducción es. su<br />

venta bajo su forma terminada de mercancías, lo que les permite entrar en la órbita d<strong>el</strong><br />

consumo productivo o individual. Tienen que cambiar su antigua forma útil dentro de un<br />

determinado plazo, para poder seguir existiendo bajo una forma nueva. El valor de cambio<br />

sólo se conserva mediante esta renovación constante de su envoltura corpórea. Los valores<br />

de uso de distintas mercancías se deterioran más o menos rápidamente; entre su producción<br />

o su consumo puede transcurrir, por tanto, un tiempo más o menos largo; pueden, por<br />

consiguiente, sin perecer, permanecer más o menos tiempo en la fase de circulación M – D<br />

como <strong>capital</strong>–mercancias; soportar, como mercancías, un tiempo más o menos largo de<br />

circulación. El límite que traza al tiempo de circulación d<strong>el</strong> <strong>capital</strong>–mercancías <strong>el</strong> deterioro<br />

de la materialidad corpórea de éstas, constituye <strong>el</strong> límite absoluto de esa parte d<strong>el</strong> tiempo de<br />

circulación o d<strong>el</strong> mismo período de circulación que <strong>el</strong> <strong>capital</strong>–mercancías puede recorrer en<br />

cuanto tal. Cuanto más perecedera sea una mercancía, cuanto más rápidamente deba ser<br />

consumida y, por tanto, vendida, después de su producción, menos podrá alejarse de su<br />

lugar de producción, más reducida será, por tanto, su esfera territorial de circulación, mayor<br />

carácter local tendrá su mercado de venta. Por consiguiente, cuanto más breve sea la vida<br />

de una mercancía, cuanto más estrecho sea, por su carácter físico, <strong>el</strong> límite absoluto de su

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