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el-capital-ii

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contribuyendo a la producción de la mercancía en <strong>el</strong>aboración, no contribuye, sin embargo,<br />

al sostenimiento d<strong>el</strong> obrero” (p. 59).<br />

A. Smith se reb<strong>el</strong>aba contra la consecuencia obligada de su descomposición d<strong>el</strong><br />

valor de la mercancía y también, por tanto, d<strong>el</strong> valor d<strong>el</strong> producto anual de la sociedad, en<br />

salario y plusvalía, y, por consiguiente, en simple renta: contra la consecuencia de que, en<br />

estas condiciones, todo <strong>el</strong> producto anual podría consumirse. No son nunca los pensadores<br />

originales los que sacan las consecuencias absurdas de sus teorías. Eso lo dejan para los<br />

Says y los MacCullochs.<br />

Say no toma la cosa muy a pecho, en realidad. Lo que es para uno ad<strong>el</strong>anto de<br />

<strong>capital</strong> es para <strong>el</strong> otro renta y producto neto, o lo era; la diferencia entre producto bruto y<br />

neto es puramente subjetiva, y “así, <strong>el</strong> valor global de todos los productos se distribuyen en<br />

la sociedad como renta” (Say, Traité d’Economie politique, 1817, II, p. 64). “El valor total<br />

de cada producto está formado por las ganancias de los terratenientes, de los <strong>capital</strong>istas y<br />

de los industriosos” (<strong>el</strong> salario figura aquí comme profits des industrieux!) (26) “que han<br />

contribuido a su <strong>el</strong>aboración. Esto hace que la renta de la sociedad sea igual al valor bruto<br />

producido y no, como opinaba la secta de los economistas” (los fisiócratas), “igual al<br />

producto neto de la tierra”.<br />

Este descubrimiento de Say se lo apropia también, entre otros, Proudhon.<br />

Storch, que acepta también en principio la doctrina de A. Smith, encuentra, sin<br />

embargo, que la aplicación práctica que de <strong>el</strong>la hace Say es insostenible. “Si se admite que<br />

la renta de una nación es igual a su producto bruto, es decir, que no hay que deducir de éste<br />

ningún <strong>capital</strong>” (ningún <strong>capital</strong> constante, debiera decir), “hay que admitir también que esa<br />

nación puede consumir improductivamente <strong>el</strong> valor íntegro de su producto anual sin<br />

menoscabar en lo más mínimo su renta futura ... Los productos que forman <strong>el</strong> <strong>capital</strong>”<br />

(constante) “de una nación no son consumibles” (Storch, Considérations sur la nature du<br />

revenu national, París, 1824, pp. 147 y 150).<br />

Sin embargo, Storch se olvida de decirnos cómo puede coordinarse la existencia de<br />

este <strong>capital</strong> constante con <strong>el</strong> análisis d<strong>el</strong> precio que él toma de A. Smith según <strong>el</strong> cual <strong>el</strong><br />

valor de la mercancía sólo encierra <strong>el</strong> salario y la plusvalía, sin contener <strong>capital</strong> constante<br />

alguno. Sólo a través de Say se da cuenta de que este análisis d<strong>el</strong> precio conduce a<br />

resultados absurdos, y las últimas palabras que él mismo escribe acerca de esto rezan así:<br />

“que es imposible descomponer <strong>el</strong> precio necesario en sus <strong>el</strong>ementos más simples” (Storch,<br />

Cours d’Economie Politique, Petersburgo, 1815, II, p. 141).<br />

Sismondi, que se ocupa especialmente de la r<strong>el</strong>ación entre <strong>capital</strong> y renta y que, en<br />

realidad, hace de su concepción especial de esta r<strong>el</strong>ación la differentia specifica de sus<br />

Nouveaux Principes, no escribe ni una sola palabra científica acerca de esto, no contribuye<br />

ni en un ápice al esclarecimiento d<strong>el</strong> problema.<br />

Barton, Ramsay y Cherbuliez se esfuerzan en sobreponerse a la versión de A.<br />

Smith. Pero fracasan, porque desde <strong>el</strong> primer momento plantean <strong>el</strong> problema de un modo<br />

unilateral, ya que no distinguen claramente la diferencia entre <strong>capital</strong> constante y variable<br />

de la diferencia entre <strong>capital</strong> fijo y circulante.<br />

John Stuart Mill se limita también a reproducir, con su presunción habitual, la<br />

doctrina trasmitida por A. Smith y sus sucesores.

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