el-capital-ii
el-capital-ii
el-capital-ii
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
absorbida como renta, según Adam Smith. El uso que <strong>el</strong> comprador individual haga de su mercancía no tiene<br />
absolutamente nada que ver con <strong>el</strong> cambio de mercancías, no tiene nada que ver con la órbita de la<br />
circulación ni afecta al valor de la mercancía. Y <strong>el</strong> problema no cambia en modo alguno porque, al analizar la<br />
circulación d<strong>el</strong> producto global de la sociedad durante <strong>el</strong> año, haya de ser tenido en cuenta <strong>el</strong> uso concreto a<br />
que las mercancías se destinan, <strong>el</strong> factor consumo de las distintas partes integrantes de aqu<strong>el</strong> producto.<br />
En <strong>el</strong> cambio más arriba comprobado de (IIb) v por una parte equivalente en valor de (IIa) p y en los<br />
otros cambios efectuados entre (IIa) p y (IIb) p no se parte en modo alguno d<strong>el</strong> supuesto de que, ya se trate de<br />
los distintos <strong>capital</strong>istas de IIa y IIb o de sus respectivas colectividades, su plusvalía se divide necesariamente<br />
en la misma proporción entre artículos de consumo necesario y artículos de lujo. Puede ocurrir que <strong>el</strong> uno<br />
invierta más en esta clase de consumo y <strong>el</strong> otro invierta más en aquélla. Sobre la base de la reproducción<br />
simple, se parte solamente d<strong>el</strong> supuesto de que se realiza en <strong>el</strong> fondo de consumo una suma de valor<br />
equivalente a toda la plusvalía. Se trazan, pues, los límites. Dentro de cada sector, puede ocurrir que uno<br />
invierta más en a y que <strong>el</strong> otro gaste más en b; pero estas diferencias pueden compensarse mutuamente, de<br />
modo que las clases <strong>capital</strong>istas a y b, tomadas en conjunto, participen en la misma proporción en ambos.<br />
Pero las proporciones de valor –la parte proporcional que a cada una le corresponde en <strong>el</strong> valor total d<strong>el</strong><br />
producto II respecto a las dos clases de productores a y b–, y, por tanto, una determinada proporción<br />
cuantitativa entre las ramas de producción que suministran aqu<strong>el</strong>los productos, son proporciones<br />
necesariamente dadas en cada caso concreto. Lo único hipotético es la proporción que figura como ejemplo;<br />
si <strong>el</strong> ejemplo se cambia, esto no altera para nada los términos cualitativos d<strong>el</strong> problema; cambiarán solamente<br />
los términos cuantitativos. En cambio, si por cualesquiera circunstancias se operase un cambio real en cuanto<br />
a la magnitud proporcional de a y b, cambiarían también, a tono con <strong>el</strong>lo, las condiciones de la reproducción<br />
simple.<br />
D<strong>el</strong> hecho de que (IIb) v se realiza en una parte equivalente de (IIa) p se sigue que en la proporción<br />
en que aumenta la parte de artículos de lujo d<strong>el</strong> producto anual, en que, por tanto, una parte alícuota creciente<br />
de la fuerza de trabajo es absorbida por la producción de lujo, en la misma proporción, la reversión d<strong>el</strong> <strong>capital</strong><br />
variable desembolsado en (IIb) v a <strong>capital</strong>–dinero que vu<strong>el</strong>ve a funcionar como forma–dinero d<strong>el</strong> <strong>capital</strong><br />
variable, y con <strong>el</strong>lo la existencia y reproducción de la parte de la clase obrera ocupada en IIb –su demanda de<br />
medios de vida necesarios–, se hallan condicionadas por <strong>el</strong> despilfarro de la clase <strong>capital</strong>ista, por la inversión<br />
de una parte considerable de su plusvalía en artículos de lujo.<br />
Toda crisis restringe momentáneamente <strong>el</strong> consumo de artículos de lujo; amortigua, entorpece la<br />
reversión de (IIb) v a <strong>capital</strong>–dinero, sólo deja que se desarrolle parcialmente y lanza así al arroyo a una parte<br />
de los obreros productores de artículos de lujo, con lo cual paraliza también y merma <strong>el</strong> mercado de artículos<br />
de primera necesidad. Esto, prescindiendo de los obreros improductivos licenciados simultáneamente y que<br />
reciben a cambio de sus servicios una parte de los gastos de lujo de los <strong>capital</strong>istas (obreros que son, a su vez,<br />
por sí mismos y en la parte correspondiente, artículos de lujo), y que participan también considerablemente en<br />
<strong>el</strong> consumo de medios de vida necesarios, etc. Lo contrario de lo que ocurre en los períodos de prosperidad y<br />
sobre todo en las épocas en que florece la especulación, en las que, ya por otras razones, baja <strong>el</strong> valor r<strong>el</strong>ativo<br />
d<strong>el</strong> dinero, expresado en mercancías (sin que, por lo demás, se opere una verdadera revolución de precios), en<br />
que, por tanto, aumenta <strong>el</strong> precio de las mercancías, independientemente de su propio valor. En estas épocas,<br />
no aumenta solamente <strong>el</strong> consumo de medios de vida necesarios; la clase obrera (a la que ahora se incorpora<br />
activamente todo su ejército de reserva) participa también momentáneamente en <strong>el</strong> consumo de artículos de<br />
lujo normalmente inasequible a <strong>el</strong>la y además en la clase de los artículos de consumo necesarios, que en otras<br />
condiciones sólo son “necesarios” por regla general para la clase <strong>capital</strong>ista, lo que a su vez provoca un alza<br />
de los precios.<br />
Es una pura perogrullada decir que las crisis surgen de la falta de consumo solvente o de<br />
consumidores capaces de pagar. El sistema <strong>capital</strong>ista no conoce ninguna clase de consumo que no sea<br />
solvente, si se exceptúan los pobres de misericordia y los “granujas”. El hecho de que las mercancías queden<br />
invendibles quiere decir sencillamente que no se encuentran compradores o, lo que tanto vale consumidores<br />
solventes para <strong>el</strong>las (lo mismo si las mercancías se destinan en última instancia al consumo productivo que si<br />
se destinan al consumo individual). Y si se pretende dar a esta perogrullada una apariencia de razonamiento<br />
profundo, diciendo que la clase obrera percibe una parte demasiado pequeña de su propio producto y que este<br />
mal puede remediarse concediéndole una parte mayor, es decir, haciendo que aumenten sus salarios, cabe<br />
observar que las crisis van precedidas siempre, precisamente, de un período de subida general de los salarios,<br />
en que la clase obrera obtiene realmente una mayor participación en la parte d<strong>el</strong> producto anual destinada al<br />
consumo. En rigor, según los caballeros d<strong>el</strong> santo y “sencillo” (!) sentido común, estos períodos parece que