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el-capital-ii

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estaciones, centros de gran tráfico, en que los ri<strong>el</strong>es se desgastan y hay que reponerlos<br />

todos los años. Hacía 1867, empezaron a introducirse los ri<strong>el</strong>es de acero, que costaban<br />

sobre poco más o menos <strong>el</strong> doble que los de hierro, pero duraban, en cambio, más d<strong>el</strong><br />

doble. El tiempo de vida de las traviesas de madera oscilaba entre 12 y 15 años. En cuanto<br />

al material rodante, se comprobó que los vagones de mercancías se desgastaban mucho más<br />

que los coches de pasajeros. El tiempo de vida de una locomotora se calculaba, en 1867,<br />

entre 10 y 12 años.<br />

El desgaste obedece en primer lugar al propio uso. En general, los ri<strong>el</strong>es se<br />

desgastan en proporción al número de trenes que circulan por la vía (R. C., núm. 17,645). 3<br />

Al aumentar la v<strong>el</strong>ocidad de los trenes, <strong>el</strong> desgaste aumentaba en una proporción mayor que<br />

la d<strong>el</strong> cuadrado de la v<strong>el</strong>ocidad; es decir, al doblar la v<strong>el</strong>ocidad de los trenes, <strong>el</strong> desgaste<br />

aumentaba en más d<strong>el</strong> cuádruplo (R. C., núm.17,046).<br />

Otra causa d<strong>el</strong> desgaste es la influencia de las fuerzas naturales. Así por<br />

ejemplo, las traviesas no se deterioran solamente por <strong>el</strong> desgaste efectivo, sino también al<br />

podrirse la madera. “Los gastos de conservación de un ferrocarril no dependen tanto d<strong>el</strong><br />

desgaste que lleva consigo <strong>el</strong> tráfico ferroviario como de la calidad de la madera, d<strong>el</strong> hierro<br />

y de los materiales de construcción de los muros, expuestos a la intemperie. Un solo mes<br />

riguroso de invierno deteriorará más la caja de la vía que todo un año de tráfico<br />

ferroviario”(R. P. Williams, On the Maintenance of Permanent Way. Conferencia<br />

pronunciada en <strong>el</strong> Institute of Civil Engineers, otoño de 1867).<br />

Finalmente, en los ferrocarriles como en toda la gran industria, desempeña también<br />

su pap<strong>el</strong> <strong>el</strong> desgaste apreciativo; al cabo de diez años se puede comprar, generalmente, por<br />

30,000 libras esterlinas la misma cantidad de vagones y locomotoras que antes costaban<br />

40,000. A este material se le debe imputar, pues, una depreciación d<strong>el</strong> 25 por 100 sobre <strong>el</strong><br />

precio d<strong>el</strong> mercado, aun cuando no se deprecie en nada su valor de uso (Lardner, RaiIway<br />

Economy).<br />

“Los puentes de tubo ya no se renuevan en su forma actual” (la razón de <strong>el</strong>lo es que<br />

se dispone hoy de mejores formas para esta clase de puentes). “Las reparaciones corrientes,<br />

<strong>el</strong> desmontaje y la sustitución de piezas su<strong>el</strong>tas, no son factibles, en este caso” (W. B.<br />

Adams, Roads and Rails, Londres, 1862). Los medios de trabajo se ven constantemente<br />

revolucionados en gran parte por <strong>el</strong> progreso de la industria. Por tanto, no se les repone en<br />

su forma primitiva, sino bajo una forma nueva. De una parte, la masa d<strong>el</strong> <strong>capital</strong> fijo<br />

invertida bajo una determinada forma natural y llamada a vivir dentro de la misma un<br />

determinado tiempo medio constituye una razón para la introducción puramente gradual de<br />

nuevas máquinas y, por tanto, un obstáculo que se opone a la rápida implantación general<br />

de medios de trabajo perfeccionados. De otra parte, sin embargo, la competencia, sobre<br />

todo cuando se trata de transformaciones decisivas, obliga a sustituir los antiguos medios<br />

de trabajo por otros nuevos antes de que aquéllos lleguen al término natural de su vida.<br />

Son, principalmente, las catástrofes, las crisis, las que imponen esta renovación prematura<br />

de las instalaciones industriales en gran escala social.<br />

El desgaste (prescindiendo d<strong>el</strong> desgaste apreciativo) es la parte de valor que <strong>el</strong><br />

<strong>capital</strong> fijo va transfiriendo gradualmente al producto mediante su funcionamiento y que<br />

aumenta, por término medio, en la misma medida en que aquél pierde su valor de uso.<br />

A veces, este desgaste es de tal naturaleza, que <strong>el</strong> <strong>capital</strong> fijo tiene cierto término<br />

medio de vida; se desembolsa íntegramente para este período, al terminarse <strong>el</strong> cual es<br />

necesario reponerlo en su totalidad. Tratándose de medios de trabajo vivos, por ejemplo de

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