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el-capital-ii

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incorporada ésta, <strong>el</strong> dinero pasa a ser medio de compra de las mercancías de II para esta<br />

fuerza de trabajo y debe, por tanto, encontrar en <strong>el</strong> mercado sus medios de consumo.<br />

Una advertencia de pasada. El señor <strong>capital</strong>ista, al igual que su prensa, se muestra con<br />

frecuencia descontento d<strong>el</strong> modo como los obreros invierten su dinero y de las mercancías<br />

de II en que este dinero se realiza. Con este motivo filosofan, divagan sobre la cultura y la<br />

filantropía, según lo hace por ejemplo <strong>el</strong> señor Drummond, secretario de la embajada<br />

inglesa de Washington: The Nation (un periódico) publicó en octubre de 1879 un<br />

interesante<br />

artículo, que dice entre otras cosas: "Los obreros no marchan en <strong>el</strong> terreno de la cultura a<br />

tono con <strong>el</strong> progreso de los descubrimientos; tienen a su alcance masas de objetos que no<br />

saben usar y para los cuales no crean, por tanto, ningún mercado". (Todo <strong>capital</strong>ista desea,<br />

naturalmente, que los obreros compren sus mercancías). “No hay ninguna razón para que <strong>el</strong><br />

obrero no apetezca <strong>el</strong> mismo confort que <strong>el</strong> sacerdote, <strong>el</strong> abogado, o <strong>el</strong> médico, que ganan<br />

lo mismo que él”. (Evidentemente esta clase de abogados, sacerdotes o médicos que ganan<br />

lo que gana un obrero podrán apetecer mucho confort, pero todo se quedará en apetencia).<br />

"Sin embargo, no lo hace. El problema está en saber cómo se puede hacer subir su niv<strong>el</strong><br />

como consumidor por medio de un procedimiento sano y racional; no es un problema<br />

sencillo, pues su ambición no pasa d<strong>el</strong> deseo de reducir sus horas de trabajo y los<br />

demagogos le incitan a esto más que a <strong>el</strong>evar su niv<strong>el</strong> de vida por medio d<strong>el</strong> mejoramiento<br />

de sus capacidades espirituales y morales”. (Reports of H. M.'s Secretaries of Embassy and<br />

Legation of the Manufactures, Commerce, etc., of the Countries in wich they reside,<br />

Londres, 1879. p. 404).<br />

Una jornada larga de trabajo es, por lo visto, la clave d<strong>el</strong> secreto d<strong>el</strong> procedimiento sano<br />

racional por <strong>el</strong> que puede <strong>el</strong>evarse <strong>el</strong> niv<strong>el</strong> de vida d<strong>el</strong> obrero mediante <strong>el</strong> mejoramiento de<br />

sus capacidades espirituales y morales y convertirlo en un consumidor racional. Para<br />

convertirse en un consumidor racional de las mercancías de los <strong>capital</strong>istas tiene que<br />

empezar sobre todo –pero, desgraciadamente, los demagogos se lo impiden– por permitir<br />

que su propio <strong>capital</strong>ista consuma de un modo irracional y atentatorio para la salud d<strong>el</strong><br />

obrero, su propia fuerza de trabajo. Qué entiende <strong>el</strong> <strong>capital</strong>ista por consumo racional lo<br />

vemos allí donde éste se rebaja a intervenir directamente en <strong>el</strong> comercio de artículos de<br />

consumo de sus obreros: en <strong>el</strong> trucksystem, una de cuyas muchas ramas es <strong>el</strong> suministro de<br />

viviendas a los obreros, con que su <strong>capital</strong>ista se erige al mismo tiempo en su casero.<br />

Este mismo Drummond, cuya noble alma se entusiasma con los esfuerzos de los<br />

<strong>capital</strong>istas por <strong>el</strong>evar <strong>el</strong> niv<strong>el</strong> de vida de la clase obrera, nos habla en su informe, entre<br />

otras, de las fábricas mod<strong>el</strong>o de hilados y tejidos de algodón de los Low<strong>el</strong>l y Lawrence<br />

Mills. Las casas en que las obreras comen y se alojan pertenecen a la misma sociedad<br />

anónima que es propietaria de la fábrica; <strong>el</strong> personal que regentea estas casas se halla a<br />

su<strong>el</strong>do de la misma sociedad, que les prescribe sus reglas de conducta; ninguna muchacha<br />

puede salir de casa después de las 10 de la noche. Y ahora viene lo bueno. La policía<br />

especial de la sociedad patrulla los alrededores de la fábrica para impedir toda transgresión<br />

contra este reglamento doméstico.<br />

Después de las 10 de la noche no se deja entrar ni salir a ninguna obrera. Ninguna puede<br />

vivir fuera de los terrenos pertenecientes a la sociedad, en los que cada vivienda le produce<br />

unos 10 dólares de alquiler a la semana. Aquí vemos en todo su esplendor lo que es <strong>el</strong><br />

consumidor racional que se preconiza: “En muchas de las mejores viviendas de estas<br />

obreras he visto un piano, lo cual quiere decir que la música, <strong>el</strong> canto y la danza

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