Cosmovisión mEsoAmERiCAnA - Universidad Mesoamericana
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La comodidad del lago sirvió a los mexicanos para destinar un<br />
mayor espacio para el mercado, adonde todo el país pudiera<br />
concurrir para comprar, cambiar y vender, lo que era facilitado por<br />
la gran cantidad de barcos, que se creaban sólo para tales negocios.<br />
En este gran lago, por aquel tiempo, había más de 200,000 barcos<br />
pequeños, que los indios llaman acalles, y los españoles llaman<br />
canoas, que son como una amasadera, unas más grandes que<br />
otras, dependiendo de la extensión del tronco del árbol, del que se<br />
hace, y cuando hablo de estos 200,000 barcos, sólo menciono la<br />
más mínima cantidad, porque solamente México tenía ya más de<br />
50,000 para llevar y traer a la ciudad víveres, provisiones y<br />
pasajeros; por eso en los días de mercado, todas las calles de agua<br />
están llenas de ellos.<br />
El mercado se llama en lengua indígena «Tlanquiztly»; cada<br />
pueblo tiene un mercado en el que comprar y vender; pero sólo<br />
México y Tlatelulco, que son las ciudades principales, tenían<br />
grandes ferias y lugares adecuados para estos menesteres; y<br />
especialmente México tenía un lugar en el que casi todos los días<br />
del año se compraba y vendía, pero normalmente cada cuatro días<br />
había gran mercado. Este lugar era amplio y espacioso con<br />
grandes entradas, y tan grande que 100,000 personas se reunían<br />
allí para hacer sus intercambios, puesto que era la ciudad principal<br />
de la región. Cada ocupación y mercancía tenía señalado su propio<br />
lugar, que nadie ocupaba o entorpecía bajo ningún pretexto.<br />
Incluso los artículos para la guerra tenían su propio sitio, de la<br />
misma manera que la piedra, placas de madera, cemento, ladrillo,<br />
y todo tipo de materia prima que fueran necesarios para la<br />
construcción. También alfombras, tanto finas, como corrientes, de<br />
variados trabajos, también carbones, maderas y todo tipo de vasijas<br />
de arcilla, vidriadas y pintadas de forma muy curiosa. Pieles de<br />
59 Gage, 1987: 152-155.<br />
APÉnDiCE 1<br />
mERCADo PREHisPÁniCo DE TEXCoCo 59<br />
venado, tanto toscas, como curtidas de varios colores, para<br />
zapateros, para escudos, para dianas, jubones y forros de las<br />
armaduras de madera; también pieles de otras bestias, y plumas de<br />
aves, tejidas de todas las formas, cuyos colores y rareza eran cosa<br />
digna de contemplar.<br />
La mercancía más rica era la sal, y mantas de algodón de<br />
diversos colores, tanto grandes como pequeñas; algunas para<br />
camas, otras para vestidos y ropas, otras para tapicería para colgar<br />
en las casas; otro tipo de algodón que normalmente se vendía para<br />
hacer calzones de lino (que los indios emplean aún en nuestros<br />
días), camisas, manteles, toallas y cosas similares. Había también<br />
mantas hechas con las hojas de un árbol llamado melt, y de la<br />
palmera y de coníferas que eran muy estimadas por el calor que<br />
producían, pero los cobertores de plumas eran los mejores.<br />
Vendían hilo hecho de una conífera, y también madejas de otro tipo<br />
de hilo de todos los colores. Pero lo que era extraño de ver y aún<br />
más el uso para el que lo compraban y vendían era la gran<br />
cantidad de aves de corral que se llevaban al mercado; pues,<br />
aunque comían las carne del ave, las plumas servían también para<br />
hacer tejidos, mezclando unos tipos con otros.<br />
Pero el mayor esplendor del mercado era el lugar en el que<br />
vendían objetos de oro y plumas trabajadas juntos; pues cualquier<br />
cosa que se pidiera se trabajaba con oro y plumas de vistosos<br />
colores, los indios eran tan expertos y perfectos en esta ciencia que<br />
podrían trabajar o fabricar una mosca, cualquier bestia salvaje,<br />
árboles, rosas, flores, hierbas, raíces o cualquier otra cosa tan<br />
parecida a la realidad, que era realmente cosa digna de ver. Podía<br />
suceder que en muchas ocasiones uno de estos trabajadores no<br />
comiera nada en todo el día, hasta colocar una única pluma con la<br />
debida perfección, volviendo y agitando la pluma a la luz del sol, a