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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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isidro fabela<br />

Porque trabajando el campo se ignora la muerte; porque trabajando<br />

el campo se lleva dentro del pecho el ansia de vivir y triunfar.<br />

[…]<br />

Aquí me siento venturoso porque he vuelto a ver resbalar las tardes<br />

en los campos labrantíos y a contemplar con embeleso los barbechos<br />

esponjosos que roció la madrugada.<br />

He vuelto al campo porque el campo vive en mí, porque mi retina<br />

atesoró sus paisajes y los llevó dentro como cosa propia, porque<br />

fueron las mismas quebradas, páramos, altozanos y despeñaderos que<br />

contemplaron mi padre y mi abuelo.<br />

Y es natural, porque de allí salí, muchachuelo, para adentrarme en la<br />

existencia tumultuosa y laberíntica del dilatado universo, para regresar,<br />

después de mis nutridos años caminantes, en pos del remanso apacible<br />

que apetecen en su crepúsculo saborear sus remembranzas. 52<br />

Fecundo, enamorado, radiante ante la naturaleza que lo envuelve y<br />

lo acaricia, no desmaya en sus descripciones, en esa su confesión de absorbencia<br />

del suelo donde naciera, en la que, además, diviniza al agua:<br />

Aquí supe lo que es amar la tierra: con melancolía cuando está ociosa,<br />

con júbilo cuando húmeda; con tristeza cuando seca y dura; y con<br />

arrobo cuando parecía una matriz esponjosa ávida de fecundación;<br />

aquí aprendí a admirar el agua tumultuosa de las cascadas, el agua<br />

dramática de las tempestades y a jugar con ella en los regatos.<br />

[…]<br />

El agua es música: majestuosa en las cascadas, murmuradora en el<br />

regadío, coqueta en los riachuelos, […] imponente en las torrenteras<br />

y cariciosa en las lluvias de mayo. 53<br />

En seguida sitúa el amor que profesa a la patria, con hondura y<br />

reconocimiento consciente:<br />

En cuanto a la Patria –exclama–, ella llega más tarde a nuestro espíritu,<br />

pero con qué fuerza avasalladora de convencimiento y ardor. Ya<br />

dejamos la mocedad para entrar en la ciudadanía; ya no somos sujetos<br />

52 I. Fabela, “He vuelto al campo…”, en op. cit., pp. 85-86.<br />

53 I. Fabela, “La escuela de mi pueblo”, en op. cit., pp. 91-92.<br />

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