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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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manuel alcalá, hombre entrañable<br />

pues, recuerdo, y por algo será, un encuentro en la calle de Madero<br />

–cuando uno todavía solía encontrarse en las calles del Centro de la<br />

ciudad–, cuando mi madre y yo nos topamos con Pilar por ahí por<br />

donde mi padre, que era médico, tenía su consultorio, cerca del cruce<br />

con Bolívar. Charlamos en la calle y Pilar me dijo después: “Oye, tu<br />

madre parece la hija, y tú, la madre”. Me escoció, pero ella tenía razón,<br />

y no se lo tomé a mal; por lo visto, yo era entonces tan seriesota como<br />

hoy. Quería yo mucho a Pilar y la admiraba; fue terrible que muriera<br />

tan joven.<br />

Luego ocurrió la coincidencia de que los Alcalá y yo fuéramos a dar,<br />

of all places, al Bryn Mawr College, cerca de Filadelfia, colegio de niñas<br />

bien y de alto nivel académico, de sólidos edificios antiguos cubiertos<br />

de oscura hiedra y rodeados de bosques. Yo llegué como estudiante,<br />

en 1946; él, como profesor, dos años después. No coincidimos, pues,<br />

pero teníamos en común ese cachito de historia. Además, fue curioso:<br />

Manolo sería más tarde embajador de México justamente en Finlandia,<br />

y entre las muchachas que vivíamos juntas en la casa de estudiantes<br />

graduadas del Bryn Mawr College, había dos finlandesas, Armi Rautio y<br />

Eeila Harju. Con esta última trabé gran amistad; todavía hoy recuerdo<br />

una linda canción finlandesa que me enseñó a cantar, y una frase con<br />

la que desquitábamos el enojo que nos causaba una muchahota muy<br />

pesada que vivía ahí. Decía la frase: “Eres un estúpido hipopótamo”, y<br />

sonaba así: Sinä olet tyhmä virtahepo (virtahepo, porque virta significa<br />

‘río’ y hepo, claro, como hipo-, ‘caballo’: ‘caballo de río’). Nadie más<br />

sabía de qué estábamos hablando, y nosotras nos atacábamos de la risa.<br />

Conste, teníamos 21 años.<br />

Este placer por otras lenguas, hasta por lenguas tan exóticas como el<br />

finlandés, ha sido, supongo, algo que he tenido en común con Manolo<br />

Alcalá, además de la observación de nuestra propia lengua. Recuerdo<br />

que siempre me llamó la atención la manera tan suave como él pronunciaba<br />

la ch, y así averigüé –porque se lo pregunté– que su padre<br />

fue malagueño. Hubiera podido ser chihuahuense o panameño o varias<br />

cosas más; el granadino García Lorca decía: “Mushasho, mushasho”, y así<br />

decía mi maestro José F. Montesinos, también granadino; pero el padre<br />

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