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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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de morales y morerías<br />

más o menos bien, pero a la larga, con la sucesión de varias generaciones,<br />

se corre el peligro de que las más recientes, ya sin contacto<br />

alguno con el Corán, tengan sólo una vaga idea de la fe de sus abuelos,<br />

y de que, aun sin el menor convencimiento de la religión que fingen<br />

profesar, llegue el momento en que prácticamente no tengan otra. De<br />

este peligro hablaban, ya en aquellos años, los moriscos mismos. Los<br />

descendientes de los fieles ocultos son, con el paso del tiempo, munafiquín,<br />

‘hipócritas’. No puede ser otro, en general, el resultado de las<br />

conversiones forzadas. 43<br />

Desde el punto de vista lingüístico, sin embargo, todo esto sólo tiene<br />

importancia secundaria. Lo esencial es que aquí estaban los moriscos,<br />

con su lengua prohibida en España y en la que aquí podían expresarse<br />

sin grandes limitaciones. Y, puesto que en México no tuvo efecto la<br />

expulsión de 1609, sería difícil suponer que su lengua, antes y después<br />

de esa fecha, no dejara huella alguna en el habla de sus descendientes<br />

y, a través de ellos, en la de los indios y mestizos con quienes trataban.<br />

Es esta huella, precisamente, la que estudiaremos aquí.<br />

Además de los moriscos, estaban los negros, tal como he señalado<br />

arriba al referirme a Estevanico. 44 No todos, desde luego, estarían arabizados<br />

como él, pero prácticamente todos habrían venido en calidad<br />

de esclavos. Quedan numerosos contratos de la época colonial en que<br />

se vende o alquila a estos hombres; tales documentos empiezan por lo<br />

común con la fórmula “sepan cuantos”. (No sé si se habrá pensado en<br />

esto al bautizar así una famosa colección de libros. ¿Se sugiere tal vez<br />

con ello que a precio tan razonable hasta un esclavo los podría adquirir?)<br />

43 Por supuesto que los cristianos también tenían esto en cuenta, y desde siglos atrás ya Juan<br />

Duns Escoto, en el caso de conversiones forzadas, esperaba con optimismo que la tercera<br />

o cuarta generación produciría ya cristianos sinceros; al igual que Gabriel Biel, el famoso<br />

teólogo de Tubinga, por los años del descubrimiento de América (cfr. Paulino Castañeda<br />

Delgado, “Las doctrinas sobre la coacción y el ‘Idearium’ de Las Casas”, en Bartolomé<br />

de las Casas, Obras completas, t. 2: De unico vocationis modo, ed. de Paulino Castañeda<br />

Delgado y Antonio García del Moral, Madrid, Alianza Editorial, 1990, pp. xxii y xxiii).<br />

La experiencia parece demostrar que ambos sabios teólogos se equivocaron y que, donde<br />

la religión se impuso por la fuerza, el resultado es, después de más de diez generaciones,<br />

hipocresía –como decían los moriscos–, sincretismo y superstición.<br />

44 Vid. supra p. 88.<br />

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