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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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galería evangélica: la poesía de j. a. peñalosa<br />

195<br />

El poeta nos deleita con un paisaje en apariencia insostenible y, no obstante,<br />

logra imprimirlo en nuestra mente abierta y receptiva; hay en<br />

este pasaje un lenguaje ingrávido.<br />

Otro tanto ocurre en el poema “Llega el ángel de la Anunciación”,<br />

donde el mensajero es descrito con originalidad:<br />

De vidrio el pie que separó la historia,<br />

atrio de nieve, prólogo a la sangre,<br />

cruza el mapa del Nuevo Testamento<br />

y en señal de frontera un ala extiende.<br />

Al final, el poeta nos dice cómo la Virgen lo miró y, para ello, recurre<br />

a una serie –una entre muchas– de comparaciones cristalinas y delicadas;<br />

la imaginería es limpia y leve:<br />

Cuando Ella lo miró, un ángel nuevo<br />

se reflejó nadando en sus espejos,<br />

pez de agua virgen, pájaro en la brisa,<br />

duplicado temblor de olas y plumas.<br />

Y un cielo caminante que anda en busca<br />

de una Flor donde pueda arrodillarse. 22<br />

Para abreviar, daré sólo un ejemplo más, extraído del poema “El burrito<br />

huye a Egipto”, cuyos tres primeros versos me recuerdan Platero, tanto<br />

por el material poético de su hechura como por algunas de las costumbres<br />

del personaje (acariciar las flores, por ejemplo). Jiménez dice:<br />

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría<br />

todo de algodón, que no lleva huesos. […]<br />

Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico,<br />

rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… […] 23<br />

Don Joaquín, por su parte, escribe:<br />

22 Ibid., p. 87.<br />

23 Juan Ramón Jiménez, Platero y yo (elegía andaluza), Madrid, Calleja, 1917, p. 17; las cursivas<br />

son mías.

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