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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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don manuel alcalá, un humanista borgiano<br />

Couttolenc nos comunicó también el nombre de monseñor José Gabriel<br />

Anaya, quien fue obispo de Zamora, Michoacán.<br />

Y ya es hora de que cerremos con una evocación memorable recordando<br />

otra anécdota en torno al mismo asunto literario. Respecto<br />

a la visión profética que parece haber tenido Virgilio sobre el advenimiento<br />

del Mesías, anoté en el ya mencionado libro Buena fe y humanismo<br />

en Sor Juana: “Es lo que todavía hoy repite Borges: ‘también el<br />

inocente Virgilio, hará dos mil años, creyó anunciar el nacimiento de<br />

un hombre y vaticinaba el de Dios’ ”. Pues, ¿cuál no sería mi sorpresa<br />

cuando don Manuel Alcalá me escribió en otra tarjeta: “En mi ejemplar<br />

de El Aleph no está esa cita. Y eso que tengo la primera edición, la<br />

de 1957”? Así fue como Alcalá y un servidor nos vimos inmersos en una<br />

incógnita detectivesca digna de los relatos borgianos. Bien podíamos<br />

preguntarnos, entonces –como Borges hace en el citado relato “La otra<br />

muerte”–, si quizá Dios podrá hacer que no exista hoy lo que ya había<br />

existido antes.<br />

Empero, la respuesta era más fácil. La incógnita me hizo reflexionar<br />

en el hecho de que Borges era muy afecto a retocar sus libros a lo largo<br />

de sus incontables ediciones. Tal lo hice notar a don Manuel cuando<br />

le dije que la reveladora cita de un Borges que, por razones estéticas<br />

dignas de un Chateaubriand, se lanza a interpretar “confesionalmente”<br />

un pasaje virgiliano, yo la había leído en mi ejemplar de la decimosexta<br />

edición de El Aleph, salida en 1972. Así que la realidad fue que Borges<br />

creó, para que existiera después como remate del relato “La otra muerte”,<br />

lo que no había existido antes: una nota de exégesis clásica, tanto o más<br />

sugestiva que el contenido de toda la pieza. Con razón, la perspicacia<br />

de mi colega Alcalá se había extrañado de no conocer la frase, pues él<br />

conocía a Borges desde su primera edición, y éste la había añadido en<br />

alguna otra sucesiva.<br />

Esto me recuerda a cierto anciano a quien, en el París de la Belle<br />

Époque, descubre un vigilante del Museo de los Impresionistas, justo<br />

en el momento en que abría su caja de pinturas y comenzaba a retocar<br />

un cuadro allí expuesto:<br />

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