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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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centenario de emilio prados: el poeta y sus exilios<br />

Después de trabajar en la revista Hora de España –sus últimos quehaceres<br />

en tierra ibérica–, en un tren cargado de trilita, viaja hacia la<br />

frontera con Francia en enero de 1939. En París, en los prolegómenos<br />

de la Segunda Guerra, recibe los documentos para viajar a México y se<br />

embarca hacia Nueva York, y en un autobús al norte mexicano escribe<br />

a su madre: “si por fin llego a donde me llevan, ya estaremos equilibrando<br />

el mundo; Miguel en el Polo Norte, vosotros cerca del Sur, y<br />

yo en medio”. Y tenía mucha razón: la hermana y la madre vivían en<br />

Santiago de Chile, y el hermano, en Canadá.<br />

En 1940 publica su primer libro del exilio con un título significativo:<br />

Memoria del olvido. A su llegada a México dirige el sector tipográfico<br />

de la Editorial Séneca que encabeza José Bergamín; en 1944 vieron la<br />

luz otros cuatro números de su querida revista Litoral, y en el Colegio<br />

Luis Vives hace labores de conserje, profesor vigilante y amigo consejero<br />

de niños y niñas, a los que lleva a museos, plazas y alamedas. Débil de<br />

salud, no sólo escribe muchos libros en las próximas dos décadas, sino<br />

también es tipógrafo de Cuadernos Americanos. Vive de la ayuda que<br />

le envía su hermano Miguel y publica también en España y Argentina.<br />

José Sanchís Banús y Carlos Blanco Aguinaga llevan a cabo importantes<br />

estudios sobre su obra poética.<br />

En su departamento de la calle de Lerma muere el 24 de abril de 1962,<br />

en lucha por desprenderse de sus pasados, acompañado de poemas de tono<br />

premonitorio en un mundo más difícil: “por ser más claro”, “el cuerpo<br />

que al nacer huye y me llama”, “un silencio que adormece mi sangre”.<br />

Siempre austero, por encima de banderías políticas y grupos literarios,<br />

lejos de una Europa endemoniada a la que no quiso volver jamás, Emilio<br />

Prados dijo claramente que la guerra “le había servido un poco a saber<br />

vivir” y que ya estaba cansado de revoluciones y luchas inútiles. No dejó<br />

de criticar, casi desde su llegada, la situación de México: “Este país está<br />

podrido de la política de la peor especie –dijo en una misiva de 1940–;<br />

¡es una pena! Creo que es todo el futuro de América Latina”. También<br />

afirmó que aquí estaba bien, “el país es hermosísimo, y la gente de acá<br />

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