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Graciela E. Marcos de Pinotti<br />
intentar competir con los discursos dados hasta ese momento y sirviéndose de las palabras y giros que<br />
le surjan–, hay de su parte una clara voluntad de exponer ante sus interlocutores un discurso<br />
verdadero. Presentarse como portavoz de una verdad, unido a su previa admisión de saber acerca de<br />
las cosas del amor, choca, otra vez, con sus habituales reservas para transmitir un saber positivo.<br />
La dificultad puede en parte despejarse si asumimos que ni el usual reconocimiento de<br />
ignorancia por parte de Sócrates ni su rechazo de toda pretensión enseñante son incompatibles con la<br />
posesión de opiniones verdaderas, sino únicamente con la seguridad de estar en lo cierto. Ni Sócrates<br />
ni sus interlocutores suelen estar privados de opiniones, al contrario, de hecho la práctica refutativa<br />
ilustrada en los primeros diálogos platónicos parte de las dóxai de los interlocutores y las pone a<br />
prueba. 8 Lo que singulariza la búsqueda socrática no es, en fin, la falta de opiniones sino la<br />
permanente disposición a someterlas a examen, de modo que si el conocimiento de tà erotiká<br />
envuelve la posesión de verdades acerca de eros, Sócrates puede reivindicar este saber sin por eso<br />
traicionar su profesión de ignorancia. Ahora bien, que el conocimiento erótico tiene carácter de dóxa<br />
es claro a partir de la explicación que ofrece Sócrates de su procedencia: es un saber que le ha sido<br />
transmitido por otra persona, Diotima. Mediante el recurso de desplazar la conversación a un pasado<br />
remoto, Platón hace que Sócrates pase de interrogador molesto y temido a ingenuo examinado, que<br />
dice lo que dice no como fruto de su sabiduría superior al resto de los hombres, sino como una<br />
revelación de la vidente. 9 Sócrates, receptor privilegiado de la verdad acerca de eros, es capaz a su vez<br />
de transmitirla a sus pares sin abandonar en ningún momento su posición de indagador ni su profesión<br />
de ignorancia. Acude a Diotima consciente de que necesita maestros (207c: gnoùs hóti didaskálon<br />
déomai) y se beneficia de su sabiduría, pero con inocultables dificultades para seguir su explicación<br />
(cf. p.e. 209e5-210a4). De este modo puede presentarse como experto (deinós, 207c3) y como<br />
portavoz de verdades acerca de las cosas del amor sin cejar en su búsqueda infatigable. Sócrates es<br />
maestro sin dejar de ser aprendiz de las cosas del amor.<br />
Si el conocimiento erótico, en tanto conciencia de carencia, envuelve el reconocimiento de la<br />
precariedad de lo que se sabe y llega a Sócrates en la forma de un saber de oídas, a título de dóxa,<br />
buena parte de las dificultades que fueron apuntadas al comienzo se despejan. Cabe preguntarnos, sin<br />
embargo, dónde han quedado las reservas de Platón sobre la posibilidad de que el conocimiento pueda<br />
transmitirse de un individuo a otro ¿Por qué el saber erótico habría de ser inmune a las críticas de que<br />
suele ser objeto la dóxa, a mitad de camino entre la ignorancia y la sabiduría? En lo que sigue<br />
ensayaré una respuesta a la cuestión.<br />
Lejos de concebir el saber como algo pasible de ser capturado, o como algo que uno encuentra<br />
y de lo que se apropia, Platón lo presenta a menudo como un bien alumbrado con mucho esfuerzo tras<br />
una ejercitación constante. Ello es "principio básico de la educación socrática" 10 , pero también el<br />
núcleo de su tesis de que conocer es recordar. Esta concepción contrasta con la de Agatón, quien al<br />
menos en dos ocasiones se sirve de una concepción de la enseñanza como transmisión directa, aun<br />
automática, de saber.<br />
Una es en Symp. 175c8-d3, cuando invita a Sócrates a echarse a su lado para, a través de este<br />
contacto (haptómenós), poder él beneficiarse con la sabia idea (sophón) que se le presentó a aquél en<br />
el portal y retrasó su entrada, dando por supuesto que la ha encontrado y la posee. La sabiduría está<br />
entendida por el poeta como un objeto físico 11 y como un bien de cambio pasible de atesoramiento y<br />
cesión a otro. Dado que el discurso de Agatón está inspirado en Gorgias (Symp. 198c2-6), en este<br />
pasaje ha podido verse una referencia al modelo de enseñanza pregonado por los sofistas, 12 en que el<br />
saber es una suerte de mercancía objeto de intercambio entre maestro y discípulo antes que el<br />
producto de un arduo proceso de búsqueda y conquista personales. La réplica de Sócrates es irónica<br />
tanto en su propósito como en la inversión del beneficio que ha de esperarse: 13 bueno sería que la<br />
8 El diálogo Symp. constituye, claro, un caso especial, pues en lugar de una discusión acerca de eros al modo de los primeros<br />
diálogos, como una sucesión ininterrumpida de intentos de definición más o menos afortunados, presenta una estructura<br />
compleja donde se suceden distintos lógoi, cada uno de los cuales expone sobre las cosas del amor desde su singular<br />
perspectiva.<br />
9 Jaeger (1944), 578.<br />
10 Friedländer (1960), citado infra n. 13.<br />
11 El uso de los verbos heurísko y écho reforzaría esta idea, al igual que el giro tò sophón (175d1) empleado por Agatón, que<br />
alude a la sabiduría como objeto antes que como estado del alma.<br />
12 Cf. Reale (1997), 60.<br />
13 Cf. Tarrant (1958), 95. Como afirma Friedländer (1960), 8-9, la analogía "that wisdom does not flow from the fuller into<br />
the emptier man as water runs from the fuller into the emptier vessel, suggests a bassic principle of Socratic education.<br />
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