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Graciela E. Marcos de Pinotti<br />
sabiduría fuera de tal naturaleza que al ponernos en contacto unos con otros, fluyera de lo más lleno a<br />
lo más vacío de nosotros, en cuyo caso es él quien valora estar sentado junto a Agatón, que lo llenaría<br />
de su "mucha y hermosa sabiduría". La suya propia, acota Sócrates, "es insignificante, incluso<br />
discutible 14 como un sueño (...phaúle tis àn eíe, è kaì amphisbetésimos hósper ónar oûsa)", mientras<br />
que la de Agatón es brillante y prometedora (Symp. 175d5-e5).<br />
Ironías aparte, la caracterización que hace Sócrates de su saber evoca la afirmación de Men.<br />
85c de que las opiniones –i.e. las opiniones verdaderas alcanzadas por el esclavo de Menón gracias al<br />
interrogatorio socrático–, "son como un sueño (hósper ónar)", queriendo expresar con ello que no<br />
estamos aún en posición de dar razón de ellas y que son efímeras, inestables, hasta tanto alcancemos<br />
la comprensión del porqué. Por otra parte, sobre la base de lo dicho por Agatón, Sócrates se sirve de<br />
la imagen del conocimiento como líquido, fluído, 15 metáfora retomada y reformulada en Symp.<br />
210d3-4, donde "el vasto mar de lo bello" (tò polù pélagos toû kaloû) expresaría, en contraste con la<br />
posición de Agatón, la vastedad e inconmensurabilidad del "líquido" de la idea de belleza, océano<br />
inagotable que estrictamente ningún recipiente o contenedor podría atesorar. En la perspectiva de<br />
Agatón, en cambio, quien aprende es una suerte de recipiente o contenedor que se "llena" de<br />
conocimiento procedente de otro, convirtiéndose de ese modo de ignorante en sabio. 16<br />
Luego en 196e4-197a1, Agatón funda su afirmación de que Eros ha de ser un poeta sabio en<br />
su capacidad de hacer poeta a otro, unido al supuesto de que lo que uno no tiene o no conoce, ni puede<br />
dárselo ni enseñárselo a otro. 17 Este supuesto, sin embargo, es falso a la luz de la figura de Sócrates<br />
como el verdadero maestro, que enseña sin dejar de profesar ignorancia e incentivando a otros a que<br />
busquen y encuentren por sí mismos. La existencia de Sócrates como maestro constituiría la prueba de<br />
que no solamente es posible dar o enseñar lo que no se posee o no se conoce, sino que únicamente<br />
aquello que no se tiene pero se anhela poseer se convierte en objeto de una búsqueda conjunta en la<br />
cual, únicamente, acontece la enseñanza.<br />
A la hora de explicar por qué la transmisión de conocimiento erótico por parte de Diotima,<br />
aun cuando las verdades que lo constituyen tengan el rango de dóxai, es inmune a las críticas que<br />
Platón suele dirigir a este tipo de saber, debemos circunscribirnos a la opinión recta (orthè dóxa), a<br />
mitad de camino entre sabiduría e ignorancia. Es la noción que Diotima trae a colación en Symp.<br />
202a5 y cuya diferencia con el conocimiento, significativamente, es una de las pocas cosas que<br />
Sócrates admitía conocer en el pasaje de Men. 98b2-5 antes mencionado. A la luz de la concepción de<br />
orthè dóxa, un tipo de saber cuya eficacia práctica Platón siempre ha reconocido, tiene sentido que<br />
Sócrates presente como verdad un discurso del que no es capaz de dar razón, pero que así y todo le<br />
merece plena credibilidad por las consecuencias provechosas que depara darlo por verdadero.<br />
Un ejemplo que quisiera traer a colación, pues lo considero paralelo en cierto sentido al que<br />
nos ocupa, lo brinda Men. 81b4-d6. Allí, en respuesta a la paradoja que pone en tela de juicio la<br />
búsqueda de conocimiento, Sócrates se remonta al relato de origen órfico-pitagórico que afirma la<br />
inmortalidad del alma. Dice haberlo oído de hombres y mujeres sabios en asuntos divinos (81a5-6:<br />
akékoa gàr andrôn te kaì gunaikôn sophôn perì tà theîa prágmata) y declara que confía en su verdad<br />
porque “nos hace laboriosos e indagadores” (81e), vale decir, porque darlo por verdadero mueve a<br />
adoptar un curso de acción preferible al que se seguiría de tener por verdad el argumento de Menón.<br />
Lo que otorga credibilidad a ese relato es su valor práctico, su influjo sobre nuestra conducta: si le<br />
damos crédito y actuamos conforme a esa creencia, nos volvemos mejores. 18<br />
Agathon, full of knowledge, and Socrates as the ignorant man are poised in ironic counterpoint".<br />
14 Rowe (1998, n. ad loc. Symp. 175e3-4, 133) remite a Apol. 23a-b, donde esa sabiduría de tipo inferior solo tiene de tal el<br />
nombre, dado que, según interpreta Sócrates la respuesta del oráculo, solo los dioses son sabios. Si bien la presente<br />
afirmación de Symp. tiene sentido en el contexto sin necesidad de apelar a Apol., ambas obras comparten un sentido<br />
predominante de Sócrates como indagador de la verdad.<br />
15 Como fluída será la forma de Eros mismo (hugròs tò eîdos, 196a2), lo que lo hace capaz de envolvernos por todas partes,<br />
de entrar y salir de las almas con facilidad. Cf. Dover (1980), n. ad. loc., 126.<br />
16 Sabemos, sin embargo, sobre la base de Prt. 314a-b, que a diferencia del alimento del cuerpo, que es posible adquirir y<br />
transportar en un recipiente, los conocimientos, alimento espiritual, no puede uno menos que llevarlos consigo, "en la propia<br />
alma". Y también sabemos que para Platón hay en el alma verdades que son punto de partida de la búsqueda de saber y que<br />
gracias a una práctica esforzada pueden devenir conocimiento.<br />
17 Brisson (2005), n. ad loc. 196e1-2, 204, destaca el singular juego entre poietès y poieîn: "Eros est un poète qui peut<br />
produire non pas une oeuvre, mais celui-là qui produit cette oeuvre, c'est-à-dire un poète". En cuanto a que no es posible dar<br />
o enseñar excepto lo que se posee o conoce, observa con razón (n. ad loc. 196e5-197a1, 205) que tal concepción, "qui mène<br />
tout droit au paradoxe de Ménon, s'accord avec l'image des vases communicants evoquée par Socrate au début du Banquet<br />
(175d-3)".<br />
18 Cf. espec. Men. 86b8-c1. En similar dirección se desarrolla el mito del final de Rep. Una vez expuesto el destino del alma<br />
tras la muerte, Platón afirma su valor curativo. El relato, así como ha quedado a salvo gracias al soldado Er, “nos puede<br />
salvar a nosotros, si le damos crédito” (Rep. X, 621c1). En esta dirección apunta el comentario de Dover (1980) ad loc.<br />
212b1-c3, 159, quien remite a Phd. 114d. A propósito de la la expresión kalòs kíndunos en 114d6, varios estudiosos<br />
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