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1 PORTADA COLOMBIA HOY - Comunidad Andina

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10<br />

Desde luego, son muchos los aspectos de la política eco-nómica. Nos<br />

limitaremos, sin embargo, a las políticas agrarias, monetarias y crediticias y del sector<br />

externo, considerándolas como los más esenciales frentes de acción de la política<br />

económica.<br />

Habíamos indicado cómo, durante la década del cincuenta, lo que aparece como<br />

más preocupante en la agricultura es la inadecuada utilización de la propiedad territorial,<br />

problema sometido a diferentes propuestas de solución enmarcadas todas sobre lo que<br />

Albert Hirschman ha llamado el empleo de las armas fiscales. En efecto, la dirección<br />

dominante de la política agraria durante esta década, consiste en aumentar la provisión<br />

de alimentos y de materias primas aprovechando los recursos agrarios disponibles, sin<br />

que la cuestión del mantenimiento de orden social estuviera determinando tal política. Si<br />

hubiéramos de calificarla, diríamos que durante la década del cincuenta, la política<br />

agraria era francamente “prusiana”, al menos en sus propósitos.<br />

Desde las recomendaciones del informe Currie, el empleo de las armas fiscales<br />

se dirigía a inducir aumentos de productividad en las explotaciones agrícolas. Esta<br />

propuesta consistía en un gravamen a las tierras que no estuvieran adecuadamente<br />

explotadas, a través de un impuesto predial cuya tasa iría aumentando a medida que los<br />

rendimientos de las tierras fértiles fuesen menores. Aunque benigna, la propuesta fue<br />

recibida con escepticismo por las obvias dificultades de evaluar la tierra. El gobierno de<br />

Rojas Pinilla decretó, en septiembre de 1953, que se incrementara automáticamente el<br />

valor de las tierras con arreglo a un coeficiente igual al del aumento del costo de la vida<br />

registrado desde el último avalúo de la tierra. El decreto, más bien divertido, fue<br />

contrarrestado a principios de 1954, cuando se dispuso, que a partir de entonces, el<br />

avalúo de las tierras rurales se haría por declaración del propietario ante las juntas<br />

municipales de catastro, bajo la amenaza, para reprimir la subvaluación, de que el valor<br />

declarado se tomaría como base de indemnización por parte del estado en caso de que<br />

las tierras fueran expropiadas, posibilidad que nadie tomaba en serio.<br />

La medida, por supuesto, no produjo ningún efecto; pero la crisis del comercio<br />

exterior, iniciada en 1954, mostraba que la industria no podía seguir sometida a las<br />

importaciones de alimentos y materias primas. Esto condujo al gobierno de la junta<br />

militar que sucedió a Rojas Pinilla, a renovar los esfuerzos a fin de fomentar el cultivo de<br />

tierras incultas: se obligaba a los propietarios a incluir en su renta gravable un ingreso<br />

teórico procedente de sus tierras, después de una clasificación de las mismas según las<br />

características físicas de los suelos. Al mismo tiempo, se incentivaba a los terratenientes<br />

que realizaran obras de riego y avenamiento, mediante estímulos fiscales de carácter<br />

financiero y crediticio. Aún si la presión fiscal para elevar los rendimientos hubiera tenido<br />

efectos nulos, en opinión de Hirschman el avance de la modernización agrícola y el<br />

aumento de las inversiones en los cultivos comerciales se vio en parte estimulada por<br />

estas medidas 28 .<br />

En los comienzos del Frente Nacional, se hizo una última tentativa para emplear<br />

las armas fiscales. Manteniendo la misma línea del decreto anterior, se hacían más

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