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1 PORTADA COLOMBIA HOY - Comunidad Andina

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más comerciales. En la línea de Nieto Roa continuarían más tarde profesionales de la<br />

publicidad como Manuel Busquets y Manuel José Alvarez, sin que lograran mejorar las<br />

condiciones para un cine comercial de factura nacional.<br />

Ciertos directores, entre ellos algunos provenientes del sobreprecio, quisieron dar el<br />

paso a algo que mezclara el atractivo comercial con el comentario sociopolítico, evitando<br />

pretensiones estéticas. “Mamagay” de Jorge Gaitán (1977); “El Candidato” de Mario<br />

Mitrotti (1978) y “El Patas” de Pepe Sánchez (1978), son ejemplos de esta tendencia que<br />

no produjo nada de interés y que, como siempre, se resquebrajó ante los obstáculos de<br />

promoción, distribución y exhibición. En esta misma época Ciro Durán hizo una serie de<br />

cortometrajes en 16 mm, que terminó fundiéndose en un largo y que documenta la<br />

situación de los niños bogotanos de la calle. “Gamín” (1976) es una película ambigua,<br />

cuyo retrato despiadado de la realidad se mezcla con comentarios y aprovechamientos<br />

oportunistas, que dieron su fruto en un éxito internacional inesperado. Películas como<br />

“Gamín” son el blanco de la crítica de la cinta “Agarrando Pueblo” de Carlos Mayolo y<br />

Luis Ospina (1977), un ácido e inteligente comentario a la llamada “pomomiseria”, que<br />

estaba cundiendo en la producción cinematográfica del país, sirviéndose de la moda<br />

tercermundista y particularmente latinoamericanista, entonces viva en Europa.<br />

Sólo una película de largometraje intentó liberarse de las características<br />

esclavitudes y funcionar con sus propios medios.<br />

“Canaguaro” (1981) del chileno Dunav Kuzmanich se convirtió en una especie de<br />

leyenda, pero también en una respuesta para nada concreta y efectiva a las<br />

necesidades del cine nacional. Es cierto que la cinta posee un cierto aliento épico y<br />

momentos de veracidad e identidad ausentes de los largometrajes comerciales, pero sus<br />

interminables defectos técnicos y narrativos prácticamente la inutilizan y hacen de ella,<br />

una vez más, un paquete más de buenas intenciones.<br />

En ese momento había ya mucha gente en Colombia que quería hacer cine,<br />

trabajar dentro de una de las muchas posibilidades que el medio ofrecía en lo técnico y<br />

en lo creativo. Máxime que cada vez habla más gente preparada para hacerlo. Pero<br />

nadie sabía todavía cómo debía ser este cine y, mucho menos, cuál era la manera de<br />

producirlo y de hacerlo llegar a un público. De estos interrogantes y para hacer posible<br />

un cine nacional. Focine vio la luz en 1979, con la tan difundida y peligrosa teoría<br />

colombiana de que las cosas hay que hacerlas nacer y después “se arreglan las cargas<br />

por el camino”. De este tipo de nacimientos surgen contradicciones insalvables, que en<br />

última instancia terminan por destruir los mejores propósitos. En todo caso, la sola<br />

existencia de la entidad posibilitó la realización de un número tan grande de películas<br />

colombianas como antes no había sido posible.<br />

Personajes que llevaban años esperando su oportunidad, algunos de ellos<br />

preparados en el exterior, tuvieron así la oportunidad de hacer su primer largometraje,<br />

que en muchos casos ha seguido siendo el único. Francisco Norden pudo así tocar el<br />

tema de la violencia colombiana, basándose en la novela de Alvarez Gardeazábal. Su<br />

película “Cóndores no entierran todos los días” (1984), probablemente no perfecta, pero

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