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1 PORTADA COLOMBIA HOY - Comunidad Andina

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En relación con la propia economía campesina, la vía terrateniente significó una<br />

creciente competencia al comenzar a invadir cultivos que le eran propios,<br />

frecuentemente con precios menores por las abismales diferencias en la productividad,<br />

de tal manera que los campesinos perdieran relativamente mercados para sus productos<br />

y la economía parcelaria tendió a contraerse con el pasaje del tiempo.<br />

Es lógico asumir que el proceso de acumulación bajo tal tipo de condiciones<br />

restrictivas, debió ser lento y penoso por varias razones: en primer término, por las<br />

barreras que impone el monopolio de la propiedad territorial al capital del campo,<br />

después por el raquitismo del mercado interior que surge de una economía campesina<br />

confinada dentro de muy estrechos límites, a lo cual se agregan las condiciones de<br />

salarios bajos que comprimen el consumo y, finalmente, porque la agricultura en esas<br />

condiciones no podía generar excedentes capitalizables por la industrial ya fuera en la<br />

forma de materias primas y bienes salariales baratos o bien por un creciente nivel de<br />

exportaciones que garantizara la importación de maquinarias y otros bienes.<br />

La acumulación de la industria colombiana fue, en efecto, relativamente lenta<br />

hasta 1934, a lo cual contribuyó la traba a la libertad de hombres y tierras que<br />

caracterizó el campo hasta bien entrado el siglo XX. De esta manera, una parte<br />

sustancial de la población del país durante los años 20 y 30 no tenía libertad para<br />

asalariarse, por estar pagando “obligaciones” a los hacendados o por estar permanentemente<br />

endeudados con ellos. La hacienda conformaba todo un complejo edificio<br />

social que dificultaba la formación de un proletariado y de un mercado de tierras, puesto<br />

que la posesión de éstas era un medio para extraer rentas a la población.<br />

El mercado que emergía de este tipo de relaciones sociales era peculiar: parte<br />

sustancial del consumo de los arrendatarios era autoproducido, parte provenía de<br />

“raciones” producidas por la misma hacienda, los medios de producción elementales<br />

eran abastecidas en su mayor parte por el artesano de la aldea o eran también<br />

autoproducidos. Pero era sobre todo la renta del suelo la que circulaba como mercancía<br />

y se monetizaba, ya fuera en servicios sobre las tierras del hacendado, generalmente<br />

sembradas de cultivos que algún comercio tenían o en especie de parcela del<br />

arrendatario. En el caso de la economía campesina, las relaciones mercantiles eran más<br />

intensas, pero aún así se reducían a adquirir sal, cebo, telas y alimentos no producidos<br />

localmente, a cambio de los excedentes de su propia producción.<br />

El avance de la industrialización conforma una situación de tensión ya que el<br />

crecimiento de la demanda de materias primas y alimentos para una creciente población<br />

urbana recae sobre organizaciones sociales que no responden de inmediato a ellas,<br />

aunque es aparente que la economía campesina lo hacía más rápido y en mayores<br />

volúmenes que la obtusa organización interna de la hacienda. En todo caso y por un<br />

período de tiempo considerable, ambos tipos de organización productiva fueron<br />

desbordadas por el ritmo que imponía la acumulación fabril; en consecuencia, la<br />

industria tuvo que abastecerse del extranjero de insumos agrícolas y muchas de las<br />

subsistencias de la población también llegaron de fuera. Esto le valió el mote de

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