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1 PORTADA COLOMBIA HOY - Comunidad Andina

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colombianos debe ser impulsado, sino intentar captar qué tipo de cine los colombianos<br />

están en capacidad de ver, en su actual estado de conciencia.<br />

Los acontecimientos del país son exasperaciones de un espíritu que ha penetrado<br />

en nuestra realidad por muchos canales. Una exasperación, sin duda, de las condiciones<br />

sociales, de los urbanismos inhumanos, del hambre, de las desigualdades abismales, de<br />

una ética que se quedó sin fundamento. Pero son también exasperación de un espíritu<br />

que el manejo descontrolado, ambicioso, irresponsable, cínico de los medios de<br />

comunicación social ha contribuido a difundir. Hay que llevar a cabo una discusión a<br />

fondo de la política medial. El descuido en que los políticos y los gobernantes tienen<br />

estos temas, la carencia de expertos que los informen adecuadamente, hace que la<br />

comunicación en Colombia sea una jungla donde sólo los más astutos y arteros<br />

sobreviven. Es posible que sea ya muy tarde para que el gobierno asuma su<br />

responsabilidad sobre los medios de comunicación e intente devolverles su obvio<br />

sentido de servicios públicos.<br />

Otra de las constantes paradojas es la evidente dificultad del cine colombiano para<br />

contar historias por medio del cine. Una tradición literaria, retórica en su peor forma, le<br />

cierra el camino a las historias puramente cinematográficas, contadas con el insuperable<br />

grado de realidad que otorga la imagen del cine. Una literatura de paisajes, de mitos, de<br />

metáforas, de fantasías y de juegos de lenguaje, de objetos que no significan lo que son<br />

sino alguna otra cosa, resulta muy poco adecuada a las necesidades de nuestro cine.<br />

Frente a una literatura acogida universalmente, el lenguaje en imágenes cree tener que<br />

seguir las huellas de ésta, ampararse bajo su sombra, para poder ser atendido y tomado<br />

en serio. Nuestros mitos literarios se ven acartonados, falsos, intolerablemente<br />

simbólicos cuando se trasponen a la pantalla.<br />

El síndrome García Márquez ha resultado, pues, canceroso y particularmente<br />

paralizante para el cine latinoamericano en general y el colombiano en particular, un cine<br />

que se siente inhibido para contar historias simples cotidianas, sencillamente directas o<br />

de complejidad realista y psicológica, y obligado a acudir al legendarismo trascendental<br />

cuando pretende crear arte cinematográfico. Los administradores culturales, por su<br />

parte, sueñan con promover un cine de ilustración de nuestras glorias literarias o patrióticas<br />

y quieren para él los “grandes temas”, pensando que sólo ellos le darán carta de<br />

nobleza a nuestro cine, impidiendo así el nacimiento de ideas fílmicas propias.<br />

El cine de identidad colombiana, el cine que refleja la realidad nacional, colectiva o<br />

individual, el cine que rescata los modos de ser regionales, el espectro cultural del país,<br />

el que identifica valores y antivalores y asume una actitud crítica frente a la organización<br />

social, el que toma posición ante hechos concretes o ante vicios o virtudes permanentes,<br />

el que propone, sacude, polemiza, se indigna o entusiasma por cosas y hechos que para<br />

nosotros son identificables y comprensibles, el que parte de los elementos, imágenes y<br />

sonidos que tienen que ver con este país para crear propuestas estéticas, ideas,<br />

narraciones, un cine colombiano, fundamentalmente para Colombia pero también<br />

accesible y comprensible en otras esferas, es el cine que todavía estamos en mora de<br />

crear.

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