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1 PORTADA COLOMBIA HOY - Comunidad Andina

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universidad, trae consigo la modernización, con ímpetus sociales, del período. O el<br />

exuberante mural barroco de Héctor Rojas Herazo (1921) quien con Celia se pudre<br />

(1986) logra que su memoria de pintor recobre, uno a uno, todos los elementos míticos<br />

de un pueblo de la costa vistos desde el intrascendente hoy de un empleado público<br />

hundido en la burocracia bogotana. Puede pensarse, entonces, que todos los<br />

provincianos anclados en la capital mantienen vivas sus raíces.<br />

Pero esto no es generalizable. Otros, desde la costa caribe, se hunden en<br />

intransferibles mundos propios. Así Marvel Moreno publica En diciembre llegaban las<br />

brisas (1987) donde tres mujeres definen sus vidas, a partir de la Barranquilla de los<br />

años 40, en la progresiva conciencia con que van asumiendo, desde la voz narrativa<br />

instalada en París, los condicionamientos del medio.<br />

O Ramón Illán Bacca, ingenioso cronista, quien con Deborah Cruel (1990)<br />

incursiona en la novela, divirtiéndose en la reconstrucción de un nido de espías nazis en<br />

la Barranquilla de la segunda guerra.<br />

Roberto Burgos Cantor (1948), por su parte, logra con el Patio de los vientos<br />

perdidos (1984) integrar una polifonía de voces, boxeador, prostituta, seres anacrónicos<br />

de la ya vetusta Cartagena, en la renovadora intensidad de sus monólogos críticos.<br />

David Sánchez Juliao (1945) con obras como Pero sigo siendo el rey (1983) o Mi<br />

sangre aunque plebeya (1986) mantiene un oído alerta para la música popular, más allá<br />

de los enredos de la trama, o cultiva, en la segunda, una sátira puntual sobre el<br />

arribismo y la nueva clase ejecutiva.<br />

Su rapidez inmediatista se hace mucho más morosa en casos como el de Jaime<br />

Manrique Ardila (1949) quien con Oro colombiano (1985) vuelve a establecer el<br />

contrapunto Barranquilla-Bogotá en torno al auge marimbero, siendo resueltos, de modo<br />

más feliz, los primeros personajes y el proverbial carnaval de la ciudad que la segunda<br />

parte, con sus pretenciosas elucubraciones en torno al poder central.<br />

Bogotá, en cambio, es captado por José Luis Díaz Granados (1946) en Las Puertas<br />

del infierno (1985) con toda su sordidez prostibularia, que no excluye el humor, a través<br />

de la paradójica novela de formación de un escritor, José Kristian, que mezcla mujeres y<br />

libros con singular desparpajo.<br />

Juan José Hoyos (1953) inicia con Tuyo es mi corazón (1984) la nueva saga del<br />

Medellín moderno, entremezclando música y adolescencia dentro del escenario que se<br />

volverá proverbial: el barrio. El mismo que años más tarde Víctor Gaviria (1955) con El<br />

pleito que no duró nada (1991) abordara, en otro estrato social, sustituyendo balada por<br />

rock y diálogo por violencia indiscriminada.<br />

De este modo la novela contemporánea en Colombia, de Oscar Collazos a Marco<br />

Tulio Aguilera Garramuño, de Alba Lucía Angel a Gustavo Alvarez Gardeazábal, y de

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