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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

—Lo recordaré —dijo.<br />

Acto seguido, cogió el cuchillo, cortó varias tiras <strong>de</strong> carne <strong>de</strong> un anca y se las entregó<br />

a D'Agosta.<br />

Había llegado la hora <strong>de</strong> la verdad. Con el rabillo <strong>de</strong>l ojo D'Agosta vio que la<br />

voluminosa figura plantada a sus espaldas se tensaba. Cerrando los ojos, atacó la carne<br />

con fingido entusiasmo. Se la metió toda en la boca, masticó con vehemencia y se la tragó<br />

casi sin saborearla. Disimuló su suplicio con una sonrisa, esforzándose por sofocar las<br />

náuseas que le sacudían el estómago.<br />

—¡Bravo! —exclamó Mephisto, observándolo—. ¡Un auténtico gourmet!<br />

El nivel <strong>de</strong> tensión <strong>de</strong>creció sensiblemente. Cuando D'Agosta se reacomodó en el<br />

cajón <strong>de</strong> embalaje, llevándose una mano protectora al vientre, el silencio dio paso a<br />

susurros y comedidas risas.<br />

—Disculpad mis recelos —dijo Mephisto—. Antes aquí abajo podíamos permitirnos<br />

ser más abiertos y confiados. Si sois quienes <strong>de</strong>cís, ya <strong>de</strong>béis saberlo. Pero corren tiempos<br />

difíciles.<br />

Mephisto llenó los vasos y levantó el suyo en un brindis. Cortó varios trozos más <strong>de</strong><br />

carne y se los pasó a Pen<strong>de</strong>rgast. Luego dio buena cuenta <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> la rata él mismo.<br />

—Permitidme que os presente a mis lugartenientes —prosiguió Mephisto. Señaló al<br />

gigante que se hallaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ellos—. Ése es Little Harry. Se enganchó al caballo muy<br />

joven. Incurrió en pequeños robos para pagarse el hábito. Una cosa llevó a la otra, y acabó<br />

preso en Attica. Allí aprendió mucho. Al salir, no encontró trabajo. Afortunadamente bajó<br />

a los subterráneos y se unió a nuestra comunidad antes <strong>de</strong> volver a las malas costumbres.<br />

—Mephisto señaló a continuación al hombre <strong>de</strong> movimientos lentos sentado junto al<br />

fuego—. Ése es Boy Alice. Daba clases <strong>de</strong> literatura en un colegio privado <strong>de</strong> Connecticut.<br />

La vida se le complicó. Perdió el empleo, se divorció, se quedó sin dinero y le dio por<br />

empinar el codo. Empezó a frecuentar los refugios y comedores <strong>de</strong> la beneficencia, y allí<br />

oyó hablar <strong>de</strong> nosotros. En cuanto al Artillero, estuvo en Vietnam, y al volver se encontró<br />

con que el país que había <strong>de</strong>fendido no quería saber nada <strong>de</strong> él. —Se limpió la boca con el<br />

papel <strong>de</strong> periódico. Luego añadió—: Os he dicho más <strong>de</strong> lo que hacía falta. Hemos <strong>de</strong>jado<br />

atrás el pasado, como vosotros seguramente. Así que habéis venido a hablar <strong>de</strong> los<br />

asesinatos.<br />

Pen<strong>de</strong>rgast asintió con la cabeza.<br />

—Tres <strong>de</strong> los nuestros han <strong>de</strong>saparecido en esta última semana —explicó—, y los<br />

<strong>de</strong>más empiezan a preocuparse. Nos enteramos <strong>de</strong> tu llamamiento a la unidad contra los<br />

rugosos, los asesinos sin cabeza.<br />

—Ha corrido la voz. Hace dos días tuve noticias <strong>de</strong>l Filósofo. ¿Lo conoces?<br />

Pen<strong>de</strong>rgast vaciló apenas un segundo.<br />

—No —contestó.<br />

—Me extraña —dijo Mephisto, entornando los párpados—. Es mi homólogo en las<br />

comunida<strong>de</strong>s que viven bajo la Grand Central.<br />

—Quizá algún día nos conozcamos —respondió Pen<strong>de</strong>rgast—. Ahora lo que me<br />

interesa es llevar noticias tranquilizadoras a mi gente. ¿Qué pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirme <strong>de</strong> los<br />

asesinatos y los asesinos?<br />

—Empezaron hace casi un año —contestó Mephisto con un suave siseo—. El primero<br />

fue Joe Atcitty. Encontramos su cadáver cerca <strong>de</strong>l Blocao; faltaba la cabeza. Después<br />

<strong>de</strong>sapareció Annie la Morena. Luego el Sargento Mayor. Y así uno tras otro. Encontramos<br />

a algunos; a la mayoría no. Más tar<strong>de</strong> supimos gracias a los mandras que se había<br />

<strong>de</strong>tectado movimiento en las profundida<strong>de</strong>s.<br />

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