Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
claridad la larga sombra que los asesinatos <strong>de</strong>l museo —la aterradora lucha final en el<br />
sótano— habían proyectado sobre ella. Le habían quitado el sueño, habían hecho añicos su<br />
paz <strong>de</strong> espíritu. Y ahora, para colmo, esta mierda, se dijo.<br />
Sabía que Pen<strong>de</strong>rgast pensaba en su seguridad; sin embargo, no podía contener su<br />
frustración por quedarse al margen. «De no ser por mí —pensó—, seguirían como al<br />
principio. Yo <strong>de</strong>scubrí la relación entre Mbwun y Whittlesey. Yo <strong>de</strong>duje lo que en realidad<br />
había ocurrido.» Con un poco más <strong>de</strong> tiempo, incluso habría atado los <strong>de</strong>sconcertantes<br />
cabos sueltos que aún quedaban: ¿Qué significaban los crípticos fragmentos <strong>de</strong>l diario <strong>de</strong><br />
Kawakita? ¿Para qué utilizaba el thyoxin? ¿Por qué sintetizaba vitamina D en su último<br />
laboratorio?<br />
De hecho, el papel <strong>de</strong>l thyoxin podía llegar a enten<strong>de</strong>rlo. Las notas <strong>de</strong>l diario<br />
permitían entrever que, hacia el final, Kawakita había recapacitado. Por lo visto, se había<br />
dado cuenta <strong>de</strong> que sus últimas versiones <strong>de</strong>l esmalte ya no <strong>de</strong>formaban el cuerpo, pero<br />
<strong>de</strong>formaban la mente. Quizá incluso conocía el peligro que entrañaba para el medio<br />
ambiente el contacto <strong>de</strong> la planta con el agua salada. En cualquier caso, parecía evi<strong>de</strong>nte<br />
que Kawakita había <strong>de</strong>cidido enmendar sus errores, limpiando el Reservoir <strong>de</strong> Liliceae<br />
mbwunensis. Tal vez las criaturas habían <strong>de</strong>scubierto sus propósitos. Eso explicaría su<br />
muerte, ya que obviamente no estaban dispuestas a consentir que nadie las privase <strong>de</strong> su<br />
suministro.<br />
Pero Margo seguía sin compren<strong>de</strong>r qué uso daba a la vitamina D. ¿La necesitaba<br />
acaso para el secuenciado genético? No, imposible…<br />
De pronto Margo irguió el tronco y respiró hondo. «Planeaba matar las plantas, <strong>de</strong><br />
eso estoy segura, pensó. Y era consciente <strong>de</strong> los riesgos que eso entrañaba. Así que la<br />
vitamina D no intervenía en la producción <strong>de</strong> esmalte. Era para…»<br />
Súbitamente lo vio todo claro.<br />
Se puso en pie al instante. No tenía un segundo que per<strong>de</strong>r. Como electrizada,<br />
empezó a abrir los cajones <strong>de</strong> los armarios y <strong>de</strong>sparramar su contenido por el estrecho<br />
pasillo, cogiendo lo que necesitaba y guardándoselo en el bolso: mascarilla <strong>de</strong> oxígeno,<br />
gafas <strong>de</strong> visión nocturna, balas <strong>de</strong> 9 milímetros <strong>de</strong> punta hueca para su semiautomática.<br />
Con la respiración agitada, corrió hasta la sala <strong>de</strong> almacenamiento contigua. Tiene<br />
que estar por aquí en alguna parte, pensó. Apresuradamente, fue <strong>de</strong> armario en armario,<br />
leyendo las etiquetas. Deteniéndose <strong>de</strong> pronto ante uno, lo abrió y sacó tres botellas <strong>de</strong><br />
plástico flexible <strong>de</strong> un litro con tapón a presión. Tras <strong>de</strong>jarlas junto al bolso, abrió otro<br />
armario y extrajo una garrafa <strong>de</strong> cuatro litros <strong>de</strong> agua <strong>de</strong>stilada. A continuación, volvió a<br />
recorrer los pasillos <strong>de</strong> armarios, buscando <strong>de</strong> nuevo y murmurando. Por fin se <strong>de</strong>tuvo y<br />
tiró <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> otro armario. Contenía hileras <strong>de</strong> frascos con píldoras y comprimidos.<br />
Leyó febrilmente las etiquetas, encontró lo que quería y regresó <strong>de</strong> inmediato junto al<br />
bolso.<br />
Arrodillándose, abrió los frascos y los vació, formando pequeños montones <strong>de</strong><br />
píldoras blancas en el suelo.<br />
—¿Cuál es la concentración, Greg? —dijo en voz alta sin darse cuenta.<br />
No hay manera <strong>de</strong> saberlo, pensó. Mejor será pecar por exceso. Utilizando la base <strong>de</strong><br />
uno <strong>de</strong> los frascos, pulverizó las píldoras y echó varios puñados en cada botella. Llenó las<br />
botellas <strong>de</strong> agua, las agitó enérgicamente y observó la suspensión; un poco rudimentario,<br />
quizá, pero no había tiempo para sutilezas. Pronto se disolvería.<br />
Se puso en pie y cogió el bolso, golpeando sin querer los frascos vacíos, que se<br />
esparcieron ruidosamente por el pasillo.<br />
—¿Quién hay ahí? —preguntó una voz.<br />
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