Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
incontables capas <strong>de</strong> barro seco. Al lado, un tapiz podrido <strong>de</strong> arriba abajo que<br />
representaba un ciervo en cautividad. De pronto notó otra sacudida y en su nueva<br />
posición vio unas altas pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mármol, un techo brillante, y la ruinosa araña <strong>de</strong> cristal.<br />
Una pequeña lámina <strong>de</strong> metal resplan<strong>de</strong>cía en el centro <strong>de</strong>l techo: la trampilla a la que<br />
estaban asomados hacía apenas diez minutos. «Estoy en el Pabellón <strong>de</strong> Cristal», pensó.<br />
El repugnante olor era allí más intenso que en ninguna otra parte, y Margo luchó<br />
contra el pánico y una creciente <strong>de</strong>sesperación. La arrojaron bruscamente al suelo y se le<br />
cortó la respiración a causa <strong>de</strong>l golpe. Ja<strong>de</strong>ando, trató <strong>de</strong> alzarse sobre un codo. Vio que se<br />
hallaba ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> rugosos que se movían <strong>de</strong> un lado a otro cubiertos con sus<br />
remendadas capas y capuchas. A pesar <strong>de</strong>l miedo, los observó con curiosidad. Así que<br />
éstas son las víctimas <strong>de</strong>l esmalte, pensó. No pudo menos que sentir cierta lástima por lo<br />
que les había ocurrido. Se preguntó una vez más si era inevitable que tuviesen que morir,<br />
aunque en el fondo sabía que no había otra solución. El propio Kawakita había escrito que<br />
no existía antídoto, que los efectos <strong>de</strong>l retrovirus eran irreversibles, como había sido<br />
irreversible el estado <strong>de</strong> Whittlesey.<br />
De pronto otro pensamiento asaltó su mente, y miró alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>sesperada. Las<br />
cargas estaban colocadas y pronto estallarían. Incluso si los rugosos le perdonaban la…<br />
Una <strong>de</strong> las criaturas se inclinó ante ella y le lanzó una mirada lasciva. La capucha se<br />
<strong>de</strong>slizó hacia atrás por un momento, y una incontenible repugnancia barrió <strong>de</strong> su mente<br />
todo atisbo <strong>de</strong> lástima e incluso el miedo por el inminente peligro. Fugazmente vio la<br />
grotesca piel cubierta <strong>de</strong> arrugas y flácidos pliegues, los hundidos ojos <strong>de</strong> reptil, negros,<br />
<strong>de</strong> mirada mortecina, las pupilas reducidas a dos trémulos puntos. Margo <strong>de</strong>svió la vista.<br />
Oyó un golpe, y vio caer a Pen<strong>de</strong>rgast en el suelo junto a ella. Lo siguieron Smithback<br />
y Mephisto, forcejeando ferozmente.<br />
Pen<strong>de</strong>rgast la miró con expresión interrogativa. Ella asintió con la cabeza,<br />
confirmándole que no estaba herida. Se produjo otro alboroto, y el teniente D'Agosta rodó<br />
por el suelo. De inmediato le quitaron el arma y la lanzaron a un lado. Tenía una brecha<br />
sobre el ojo y sangraba copiosamente. Un rugoso arrebató el bolso a Margo, lo arrojó al<br />
suelo y se dirigió hacia D'Agosta.<br />
—No te acerques a mí, mutante <strong>de</strong> mierda —exclamó el policía.<br />
Uno <strong>de</strong> los rugosos se inclinó y lo abofeteó brutalmente.<br />
—Mejor será que coopere, Vincent —dijo Pen<strong>de</strong>rgast con calma—. Estamos en ligera<br />
<strong>de</strong>sventaja numérica.<br />
D'Agosta se irguió sobre las rodillas y sacudió la cabeza.<br />
—¿Por qué seguimos vivos?<br />
—Esa es la gran duda <strong>de</strong>l momento —contestó Pen<strong>de</strong>rgast—. Me temo que tiene algo<br />
que ver con la ceremonia que está a punto <strong>de</strong> empezar.<br />
—¿Ha oído eso, plumífero? —Mephisto rió con amargura—. Quizá el Post compre su<br />
siguiente artículo: «¿Cómo me convertí en víctima <strong>de</strong> un sacrificio humano?»<br />
El suave canto subió nuevamente <strong>de</strong> volumen, y Margo notó que la ponían <strong>de</strong> pie <strong>de</strong><br />
un tirón. Se abrió un camino entre la oscilante multitud, y vio ante ella, a unos seis o siete<br />
metros, la cabaña <strong>de</strong> cráneos. Contempló con mudo terror la macabra construcción,<br />
compuesta <strong>de</strong> un millar <strong>de</strong> muecas sonrientes, los restos <strong>de</strong> piel aún adheridos. En el<br />
interior se movían varias figuras, y gran<strong>de</strong>s nubes <strong>de</strong> humo surgían <strong>de</strong>l techo inacabado.<br />
La ro<strong>de</strong>aba una empalizada <strong>de</strong> huesos humanos, limpiados <strong>de</strong> carne sin gran esmero.<br />
Ante la entrada distinguió varias plataformas ceremoniales <strong>de</strong> piedra. Dentro, a través <strong>de</strong><br />
las innumerables cuencas oculares vacías, vio la forma indistinta <strong>de</strong>l palanquín en que<br />
había llegado el chamán. Se preguntó qué aspecto tendría la aterradora aparición. No se<br />
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