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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

—Imagino que <strong>de</strong>seará escribir otro libro —continuó la señora Wisher—. Cuando la<br />

campaña Recuperemos Nuestra Ciudad llegue a buen puerto, contará con todo mi apoyo<br />

en ese proyecto. Me pondré a su disposición para cuantas entrevistas consi<strong>de</strong>re necesarias.<br />

A<strong>de</strong>más, Hiram Bennet, el editor <strong>de</strong> Cygnus House, es amigo íntimo mío. Sin duda le<br />

interesará un manuscrito así.<br />

¡Dios santo!, pensó Smithback. Hiram Bennet, el editor por antonomasia. Imaginaba<br />

ya la guerra <strong>de</strong> pujas entre Cygnus House y Stockbridge, la editorial que había publicado<br />

su libro sobre el museo. Exigiría a su agente que lo sacase a subasta, partiendo <strong>de</strong> un<br />

mínimo <strong>de</strong> doscientos mil <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s, no, mejor doscientos cincuenta mil, y un diez<br />

por ciento <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos…<br />

—A cambio le pido una cosa —dijo fríamente la señora Wisher, interrumpiendo sus<br />

pensamientos—. Que a partir <strong>de</strong> ahora se <strong>de</strong>dique plenamente a informar sobre<br />

Recuperemos Nuestra Ciudad. Quiero que sus artículos, cuando aparezcan, se centren <strong>de</strong><br />

manera exclusiva en nuestra causa.<br />

—¿Cómo? —preguntó Smithback—. Señora Wisher, soy cronista <strong>de</strong> sucesos. Mi<br />

contrato me exige presentar material con regularidad.<br />

El espejismo <strong>de</strong> la fama se <strong>de</strong>svaneció <strong>de</strong> inmediato, dando paso al rostro airado <strong>de</strong>l<br />

director <strong>de</strong>l Post, Arnold Murray, reclamándole su siguiente artículo.<br />

La señora Wisher asintió con la cabeza.<br />

—Me hago cargo. Y creo que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unos días podré suministrarle todo el<br />

«material» que <strong>de</strong>see. Le daré <strong>de</strong>talles en cuanto redon<strong>de</strong>emos nuestros planes. Confíe en<br />

mí: estoy segura <strong>de</strong> que los dos saldremos beneficiados <strong>de</strong> esta relación.<br />

Smithback pensó rápidamente. En dos horas <strong>de</strong>bía presentar su artículo sobre lo que<br />

había escuchado a escondidas en la reunión <strong>de</strong>l museo. De hecho ya lo había atrasado con<br />

la esperanza <strong>de</strong> conseguir más información. Aquél era el artículo que le valdría un<br />

aumento <strong>de</strong> sueldo, el artículo con el que volvería a anticiparse al gilipollas <strong>de</strong> Bryce<br />

Harriman.<br />

Pero ¿realmente lo era? El asunto <strong>de</strong> la recompensa estaba ya un tanto trasnochado, y<br />

no había proporcionado pistas. El reportaje sobre Mephisto no había suscitado el interés<br />

que preveía. No existían indicios claros <strong>de</strong> que la muerte <strong>de</strong>l forense guardase relación con<br />

el caso, por sospechosa que resultase la coinci<strong>de</strong>ncia. Y había que tener en cuenta<br />

asimismo las posibles consecuencias <strong>de</strong> haber entrado en el museo sin autorización.<br />

Por otro lado, la exclusiva que proponía la señora Wisher podía ser la dinamita que<br />

andaba buscando. Su intuición periodística le <strong>de</strong>cía que aquello era un éxito seguro. Podía<br />

telefonear y pretextar que estaba enfermo, eludir a Murray durante un par <strong>de</strong> días.<br />

Cuando apareciese con el resultado final, todo quedaría olvidado.<br />

Alzó la vista.<br />

—Señora Wisher, acaba <strong>de</strong> cerrar un trato.<br />

—Llámeme Anette —dijo ella, mirándolo a la cara por un momento antes <strong>de</strong><br />

concentrarse <strong>de</strong> nuevo en la carta—. Y ahora pidamos, ¿le parece? Le recomiendo las<br />

vieiras envueltas en hojaldre al limón y caviar. Al cocinero le quedan <strong>de</strong>liciosas.<br />

26<br />

Hayward dobló la esquina <strong>de</strong> la calle Setenta y dos y, <strong>de</strong>teniéndose en seco,<br />

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