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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

con ese técnico <strong>de</strong> Obras Hidráulicas… ¿Cómo se llamaba? ¿Duffy? Quiero que esas<br />

válvulas estén abiertas a medianoche. —Miró alre<strong>de</strong>dor—. Creo que será mejor seguir con<br />

esto en jefatura. Profesor Frock, quizá necesitemos su ayuda.<br />

Margo miró a Frock, quien, a su pesar, exteriorizó la satisfacción que le producía<br />

sentirse útil.<br />

—Gracias por el ofrecimiento —dijo—. Pero, si es posible, primero pasaré por casa y<br />

<strong>de</strong>scansaré un rato. Este asunto me ha agotado.<br />

Sonrió a Horlocker, guiñó un ojo a Margo y se dirigió hacia la puerta.<br />

Margo lo observó salir, pensando: «Nadie imaginará nunca el esfuerzo que le ha<br />

representado admitir su error.»<br />

D'Agosta siguió a Horlocker y Waxie camino <strong>de</strong>l pasillo. En la puerta, se <strong>de</strong>tuvo y se<br />

volvió hacia Margo.<br />

—¿Qué opina?<br />

Margo movió la cabeza en un gesto <strong>de</strong> incertidumbre y se recostó en la silla.<br />

—No lo sé. Soy consciente <strong>de</strong> que no hay tiempo que per<strong>de</strong>r. Pero no puedo evitar<br />

acordarme <strong>de</strong> lo que ocurrió cuando… —Titubeó. Por fin añadió—: Ojalá Pen<strong>de</strong>rgast<br />

hubiese vuelto ya.<br />

Sonó el teléfono, y Margo contestó.<br />

—Margo Green. Dígame.<br />

Escuchó por un momento y luego colgó.<br />

—Mejor será que siga usted con lo suyo —dijo a D'Agosta—. Era mi ayudante.<br />

Quiere que baje inmediatamente.<br />

41<br />

Smithback apartó <strong>de</strong> un empujón a un hombre con un traje <strong>de</strong> cloqué y dio un<br />

codazo a otro, intentando abrirse paso a través <strong>de</strong> la apiñada multitud. Había calculado<br />

mal el tiempo que le costaría llegar; la muchedumbre se apretujaba a lo largo <strong>de</strong> tres<br />

manzanas <strong>de</strong> la Quinta Avenida, y cada minuto se unían nuevos manifestantes. Ya se<br />

había perdido la arenga inicial <strong>de</strong> la señora Wisher frente a la catedral. Y quería alcanzar el<br />

punto don<strong>de</strong> se encen<strong>de</strong>rían las primeras velas antes <strong>de</strong> que la multitud reanudase la<br />

marcha.<br />

—¡Un poco <strong>de</strong> cuidado, gilipollas! —protestó un joven, apartándose una petaca <strong>de</strong><br />

plata <strong>de</strong> los labios el tiempo justo para hablar.<br />

—¡Vete a la mierda! —replicó Smithback por encima <strong>de</strong>l hombro sin <strong>de</strong>tenerse.<br />

Oyó que la policía empezaba a intervenir en la periferia <strong>de</strong> la manifestación, tratando<br />

en vano <strong>de</strong> <strong>de</strong>spejar la avenida. Habían llegado varias unida<strong>de</strong>s móviles <strong>de</strong> televisión, y<br />

Smithback vio a los cámaras encaramados a los techos <strong>de</strong> las camionetas, buscando una<br />

buena toma. Al parecer, a los ricos y po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong> la primera concentración se había<br />

sumado una gran cantidad <strong>de</strong> gente mucho más joven.<br />

—¡Eh, Smithback! —llamó alguien.<br />

Volviéndose, vio a Clarence Kozinsky, un periodista <strong>de</strong>l Post que cubría la<br />

información <strong>de</strong> Wall Street.<br />

—Increíble, ¿no? —dijo Kozinsky—. La voz ha corrido como el agua.<br />

—Parece que mi artículo ha surtido efecto —respondió Smithback con orgullo.<br />

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