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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

—No me venga con gilipolleces, Duffy.<br />

—Mírelo usted mismo. Esto está inservible.<br />

Se produjo un silencio.<br />

—¡Mierda! —protestó Waxie, visiblemente preocupado—. ¿Pue<strong>de</strong> arreglarse?<br />

—Claro que sí. Siempre y cuando tuviésemos veinticuatro horas. Y sopletes <strong>de</strong><br />

acetileno, un soldador por arco, vástagos <strong>de</strong> válvula nuevos, y quizá una docena <strong>de</strong> piezas<br />

más que no se fabrican <strong>de</strong>s<strong>de</strong> principios <strong>de</strong> siglo.<br />

—Eso no me sirve. Si no impedimos el <strong>de</strong>sagüe manualmente, estamos perdidos.<br />

Usted nos ha metido en este lío, Duffy. Más le vale que lo solucione <strong>de</strong> una puñetera vez.<br />

—¡Váyase a la mierda, capitán! —Su aguda voz resonó en el pozo—. Ya he<br />

aguantado bastante. Es usted un estúpido y un grosero. Ah, sí, y un gordo.<br />

—Eso constará en el informe, Duffy.<br />

—Pues no se olvi<strong>de</strong> <strong>de</strong> poner lo <strong>de</strong> gordo, porque…<br />

De pronto quedaron todos en silencio.<br />

—¿Huelen eso? —preguntó uno <strong>de</strong> los policías.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>monios será? —dijo otra voz.<br />

Smithback olfateó el aire fresco y húmedo, pero no percibió más olor que el <strong>de</strong>l moho<br />

y los ladrillos mojados.<br />

—Larguémonos <strong>de</strong> aquí —propuso Waxie, y <strong>de</strong> inmediato se agarró a la escalerilla y<br />

empezó a subir.<br />

—¡Espere un momento! —dijo Duffy—. ¿Y qué hacemos con las válvulas?<br />

—Acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme que no podía arreglarlas —contestó Waxie sin mirar abajo.<br />

Smithback oyó una ligera vibración proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l oscuro fondo <strong>de</strong>l pozo.<br />

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Duffy, quebrándosele la voz.<br />

—¿Viene o no? —gritó Waxie, izando su torpe cuerpo travesaño a travesaño.<br />

Mientras Smithback miraba, Duffy, vacilante, se asomó al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la plataforma a<br />

echar un vistazo. Al instante se dio media vuelta y comenzó a trepar por la escalerilla<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> Waxie. Los policías <strong>de</strong> uniforme lo siguieron. Smithback supo que en cinco<br />

minutos llegarían a la pasarela. Para entonces tendría que haberse marchado,<br />

retrocediendo con sigilo por la larga pasarela hasta la salida. Y sin una mala noticia que<br />

contar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantas molestias. Se volvió para irse, esperando no haberse perdido el<br />

resto <strong>de</strong> la algarada y preguntándose dón<strong>de</strong> estaría la señora Wisher en esos momentos.<br />

«¡Por Dios, qué equivocación! —pensó—. ¿Cómo es posible que la intuición me haya<br />

fallado <strong>de</strong> este modo?» Con la mala suerte que tenía, aquel gilipollas <strong>de</strong> Bryce Harriman<br />

ya <strong>de</strong>bía…<br />

Abajo resonó un chirrido <strong>de</strong> goznes oxidados e inmediatamente <strong>de</strong>spués un violento<br />

golpe en una rejilla <strong>de</strong> hierro.<br />

—¿Qué ha sido eso? —oyó preguntar a Waxie.<br />

Smithback volvió a asomarse. Vio que las figuras colgadas <strong>de</strong> la escalerilla se habían<br />

<strong>de</strong>tenido <strong>de</strong> repente. Todavía flotaba en el pozo el eco <strong>de</strong> la última pregunta <strong>de</strong> Waxie,<br />

<strong>de</strong>svaneciéndose lentamente. Todo quedó en silencio. Y en el silencio empezó a cobrar<br />

forma un rápido golpeteo <strong>de</strong> pies y manos en los travesaños <strong>de</strong> la escalerilla, mezclado con<br />

unos extraños gruñidos y resuellos que a Smithback le pusieron la carne <strong>de</strong> gallina.<br />

Las linternas <strong>de</strong> los policías rastrearon la oscuridad sin revelar nada.<br />

—¿Quién hay ahí? —dijo Waxie, mirando hacia abajo.<br />

—Sube un grupo <strong>de</strong> gente por la escalerilla —anunció por fin uno <strong>de</strong> los agentes.<br />

—¡Somos policías! —gritó Waxie, su voz <strong>de</strong> pronto mucho más aguda.<br />

No hubo respuesta.<br />

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