Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
sentía con valor para soportar la visión <strong>de</strong> otro rostro como el que la había mirado<br />
ávidamente hacía unos minutos.<br />
Una mano la empujó con brusquedad hacia a<strong>de</strong>lante, y a trompicones avanzó hacia<br />
la cabaña. De reojo vio forcejear a D'Agosta con los rugosos que lo llevaban a rastras.<br />
Smithback se resistía también en silencio. Uno <strong>de</strong> ellos sacó un cuchillo <strong>de</strong> aspecto<br />
perverso <strong>de</strong> entre los pliegues <strong>de</strong> la capa y lo apoyó en la garganta <strong>de</strong>l periodista.<br />
—Cuchillos <strong>de</strong> pe<strong>de</strong>rnal —masculló Pen<strong>de</strong>rgast en español—. ¿No es eso lo que dijo la<br />
superviviente <strong>de</strong> la matanza <strong>de</strong>l metro?<br />
D'Agosta asintió con la cabeza.<br />
A unos pasos <strong>de</strong> la empalizada, obligaron a Margo y los <strong>de</strong>más a <strong>de</strong>tenerse y<br />
arrodillarse. Alre<strong>de</strong>dor, el canto y el redoble <strong>de</strong> tambores había cobrado un tono<br />
fervoroso.<br />
Observó las plataformas situadas ante la cabaña. En la más cercana, dispuestos con la<br />
meticulosidad propia <strong>de</strong> un ritual, había varios objetos metálicos.<br />
De pronto Margo contuvo la respiración.<br />
—¡Pen<strong>de</strong>rgast! —dijo con voz entrecortada.<br />
Pen<strong>de</strong>rgast le dirigió una mirada interrogativa, y ella señaló hacia la plataforma con<br />
la cabeza.<br />
—Ah, los objetos más gran<strong>de</strong>s —susurró el agente <strong>de</strong>l FBI—. Sólo pu<strong>de</strong> llevarme los<br />
trozos menores.<br />
—Sí —respondió Margo con tono apremiante—, pero reconozco uno <strong>de</strong> ellos. Es el<br />
freno <strong>de</strong> mano <strong>de</strong> una silla <strong>de</strong> ruedas.<br />
Una expresión <strong>de</strong> sorpresa apareció en el rostro <strong>de</strong> Pen<strong>de</strong>rgast.<br />
—Y esa otra pieza pertenece también a una silla <strong>de</strong> ruedas —continuó Margo—. Es<br />
una palanca para graduar la inclinación, rota por la base.<br />
Pen<strong>de</strong>rgast intentó acercarse a la plataforma, pero una <strong>de</strong> las figuras lo obligó a<br />
retroce<strong>de</strong>r.<br />
—Esto es absurdo. ¿Con qué finalidad…? —Pen<strong>de</strong>rgast se interrumpió. Luego<br />
añadió con un susurro—. Una especie <strong>de</strong> Lour<strong>de</strong>s.<br />
—No lo entiendo —contestó Margo.<br />
Pen<strong>de</strong>rgast guardó silencio, manteniendo la mirada fija en una <strong>de</strong> las figuras que se<br />
hallaban <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la cabaña.<br />
En el interior se oyó un murmullo <strong>de</strong> tela y al instante empezaron a salir figuras<br />
encapuchadas <strong>de</strong> dos en dos. Cada par acarreaba un gran cal<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> líquido humeante. El<br />
canto subió <strong>de</strong> volumen hasta convertirse en una prolongada y monótona cacofonía. Los<br />
rugosos <strong>de</strong>positaron los cal<strong>de</strong>ros en los hoyos excavados en el suelo <strong>de</strong>l pabellón. Después<br />
apareció el palanquín, conducido por cuatro portadores y tapado con una tupida tela<br />
negra. Los portadores bor<strong>de</strong>aron la empalizada, <strong>de</strong>sfilando acompasadamente. Al llegar a<br />
la plataforma <strong>de</strong> piedra mayor y más alejada, colocaron el palanquín sobre ella con sumo<br />
cuidado. Los lugartenientes retiraron los soportes y la tela y regresaron lentamente a la<br />
cabaña.<br />
Margo escrutó la figura sentada en el palanquín entre las sombras. La oscuridad<br />
velaba sus facciones, y sólo era visible el movimiento <strong>de</strong> unos gruesos <strong>de</strong>dos ligeramente<br />
flexionados. El canto <strong>de</strong>cayó por un instante y volvió a cobrar intensidad, percibiéndose<br />
en las voces un tono expectante. De pronto la figura alzó una mano y el canto cesó en el<br />
acto. Cuando se inclinó, el parpa<strong>de</strong>ante resplandor iluminó su rostro.<br />
Para Margo fue como si el tiempo se hubiese <strong>de</strong>tenido por un instante. Olvidó el<br />
miedo, el dolor <strong>de</strong> las rodillas, los temporizadores <strong>de</strong> <strong>de</strong>tonación que avanzaban<br />
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