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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

—¿Y bien? —la apremió.<br />

Tanya le <strong>de</strong>volvió el beso y le susurró la respuesta al oído.<br />

—Hasta que la muerte nos separe, nena —dijo Nick, y volvió a besarla, esta vez más<br />

lentamente, ahuecando una mano en torno a uno <strong>de</strong> sus pechos.<br />

—¡Nick! —protestó ella, y se apartó riendo.<br />

—Aquí no nos ve nadie —aseguró Nick, bajando su otra mano hasta el trasero <strong>de</strong><br />

Tanya y estrechando su vientre contra sus ca<strong>de</strong>ras.<br />

—Sólo la ciudad entera —repuso ella.<br />

—Déjalos que miren. Pue<strong>de</strong> que aprendan algo. —Deslizó la mano bajo su blusa y le<br />

acarició el pezón erecto, mirando alre<strong>de</strong>dor la creciente oscuridad. Musitó—: Será mejor<br />

que sigamos con esto en mi apartamento.<br />

Tanya sonrió, se separó <strong>de</strong> él y se encaminó hacia la escalera <strong>de</strong> piedra.<br />

Contemplándola, admirando la gracia natural <strong>de</strong> sus movimientos, Nick notó que el caro<br />

champán le corría por las venas. No hay nada como el efecto <strong>de</strong>l champán, pensó. Va<br />

directo a la cabeza. Y también directo a la vejiga.<br />

—Un momento —dijo—. Tengo que ir a <strong>de</strong>sbeber.<br />

Tanya se volvió para esperarlo mientras él se dirigía hacia la torre. Había unos<br />

lavabos escondidos en la parte <strong>de</strong> atrás, recordó Nick, junto a la escalera metálica <strong>de</strong>l<br />

servicio <strong>de</strong> mantenimiento que subía hasta el equipo meteorológico y bajaba hasta el lago.<br />

Bajo la sombra <strong>de</strong> la torre reinaba el silencio; los sonidos <strong>de</strong>l tránsito proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> East<br />

Drive se oían lejanos y amortiguados. Localizó la puerta <strong>de</strong>l lavabo <strong>de</strong> caballeros y entró.<br />

Se bajó la cremallera mientras pasaba ante los oscuros cubículos en dirección a los<br />

urinarios. No había nadie más, como había supuesto. Se apoyó contra la fría porcelana y<br />

cerró los ojos.<br />

Volvió a abrirlos <strong>de</strong> inmediato cuando un leve ruido lo arrancó <strong>de</strong> las ensoñaciones<br />

<strong>de</strong>l champán. No, <strong>de</strong>cidió; eran sólo imaginaciones suyas. Sacudió la cabeza, riéndose <strong>de</strong><br />

la paranoia que hasta los neoyorquinos más fogueados llevaban siempre a flor <strong>de</strong> piel.<br />

El ruido se repitió, esta vez con mucha mayor claridad, y Nick se volvió sorprendido<br />

y asustado, aún con el pene en la mano, advirtiendo que en realidad sí había alguien en<br />

uno <strong>de</strong> los cubículos, y salía en ese momento, muy <strong>de</strong>prisa.<br />

Tanya aguardó <strong>de</strong> pie junto al parapeto. La brisa nocturna acariciaba su rostro.<br />

Notaba en el <strong>de</strong>do el anillo <strong>de</strong> compromiso, pesado y aún extraño. Nick empezaba a tardar<br />

<strong>de</strong>masiado. El parque estaba ya oscuro y el Great Lawn <strong>de</strong>sierto; las luces <strong>de</strong> la Quinta<br />

Avenida se reflejaban trémulamente en la superficie <strong>de</strong>l lago.<br />

Impaciente, fue hasta la torre maciza y oscura y la ro<strong>de</strong>ó. La puerta <strong>de</strong> los lavabos <strong>de</strong><br />

caballeros estaba cerrada. Llamó con los nudillos, primero tímidamente, <strong>de</strong>spués con<br />

mayor insistencia.<br />

—¿Nick? ¡Eh, Nick! ¿Estás ahí?<br />

No se oía más que el rumor <strong>de</strong> los árboles agitados por el viento. En el aire flotaba un<br />

olor extraño, un olor penetrante que le recordó, con una <strong>de</strong>sagradable sensación, el queso<br />

feta.<br />

—¿Nick? Ya está bien <strong>de</strong> juegos.<br />

Abrió la puerta <strong>de</strong> un empujón y entró.<br />

Por un momento volvió a reinar el silencio en el Castillo <strong>de</strong> Belve<strong>de</strong>re. Pero instantes<br />

<strong>de</strong>spués empezaron a resonar los gritos, ululantes, rasgando la templada noche veraniega<br />

con creciente intensidad.<br />

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