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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

el suelo polvoriento <strong>de</strong>l túnel y la otra golpeó <strong>de</strong> refilón el escudo <strong>de</strong> Miller. El teniente<br />

disparó su arma y las balas <strong>de</strong> goma rebotaron en el tosco techo.<br />

Hayward escuchó alejarse por el túnel el eco <strong>de</strong> las <strong>de</strong>tonaciones hasta extinguirse<br />

por completo. Los hombres escrutaban la oscuridad alarmados, balanceándose, ya<br />

nerviosos. Aquélla no era forma <strong>de</strong> abordar una operación <strong>de</strong> <strong>de</strong>salojo <strong>de</strong> tal envergadura.<br />

Respirando hondo, Hayward se dirigió hacia la cabeza <strong>de</strong> la patrulla.<br />

—Teniente, mejor será que salgamos ahora mismo…<br />

De pronto empezó a caer una lluvia <strong>de</strong> objetos: botellas, piedras y basura lanzadas<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>lante. Los agentes se agacharon <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los escudos para protegerse la cara.<br />

—¡Mierda! —exclamó una voz al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la histeria—. ¡Esos cabrones nos están<br />

tirando mierda!<br />

Cuando Hayward miró en torno buscando a Carlin, otra voz cercana musitó con<br />

manifiesta incredulidad:<br />

—¡Dios santo!<br />

Hayward giró en redondo y sintió que le flaqueaban las piernas ante lo que veían sus<br />

ojos: un harapiento ejército <strong>de</strong> mendigos avanzaba hacia ellos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>trás, en una<br />

maniobra perfectamente planeada. En el exiguo resplandor <strong>de</strong> las lámparas era imposible<br />

hacer una estimación fiable, pero Hayward calculó que había centenares, todos ellos<br />

lanzando gritos <strong>de</strong> rabia y empuñando barras angulares <strong>de</strong> hierro y trozos <strong>de</strong> varillas <strong>de</strong><br />

acero <strong>de</strong>l tipo utilizado como refuerzo en el hormigón armado.<br />

—¡Atrás! —rugió Miller, apuntando a la turba con su arma—. ¡Repliéguense y<br />

disparen!<br />

Sonó una <strong>de</strong>scarga cerrada, un estampido breve pero insoportable en el reducido<br />

espacio <strong>de</strong>l túnel. Hayward creyó oír los impactos sordos <strong>de</strong> las balas <strong>de</strong> goma contra los<br />

cuerpos. Varios atacantes <strong>de</strong> la primera fila se <strong>de</strong>splomaron, aullando <strong>de</strong> dolor y<br />

buscándose entre los andrajos las heridas <strong>de</strong> bala que creían haber recibido.<br />

—¡Afuera los cerdos! —clamó un topo alto y mugriento <strong>de</strong> apelmazado pelo blanco y<br />

mirada salvaje, y la muchedumbre reanudó la marcha hacia ellos.<br />

Hayward vio retroce<strong>de</strong>r a Miller, refugiándose en el confuso grupo <strong>de</strong> agentes y<br />

dando ór<strong>de</strong>nes contradictorias. Sonaron más disparos, pero era imposible ver nada en el<br />

caos <strong>de</strong> luces que se <strong>de</strong>slizaban frenéticamente por las pare<strong>de</strong>s y el techo. Los topos<br />

gritaban todos a una; era un alarido ululante y furioso que ponía los pelos <strong>de</strong> punta.<br />

—¡Jo<strong>de</strong>r! —exclamó Hayward estupefacta al ver que la turba atravesaba el<br />

parpa<strong>de</strong>ante resplandor <strong>de</strong> las lámparas y entraba en lucha con la falange <strong>de</strong> policías.<br />

—¡Por el otro lado! —advirtió un agente—. ¡Vienen también por el otro lado!<br />

Se oyó ruido <strong>de</strong> cristales rotos, y el túnel quedó sumido en la oscuridad, viéndose<br />

sólo algún que otro <strong>de</strong>stello cada vez que alguien disparaba. Hayward permaneció<br />

inmóvil en medio <strong>de</strong>l caos, <strong>de</strong>sorientada por la falta <strong>de</strong> luz e intentando conservar la<br />

calma.<br />

De pronto notó una mano grasienta entre los omóplatos. Su momentánea parálisis<br />

<strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> inmediato. Soltando el escudo y <strong>de</strong>splazando el peso <strong>de</strong>l cuerpo hacia<br />

a<strong>de</strong>lante, lanzó a su agresor por encima <strong>de</strong>l hombro y le asestó un furioso golpe con la<br />

bota en el abdomen. Entre los chillidos y las <strong>de</strong>tonaciones, oyó aullar <strong>de</strong> dolor al hombre.<br />

Otra figura se aproximaba rápidamente a ella. Instintivamente, Hayward adoptó una<br />

postura <strong>de</strong>fensiva: encogida, el peso apoyado en la pierna izquierda, el brazo izquierdo en<br />

posición vertical ante la cara. A la vez que fintaba, lanzó un golpe con el brazo izquierdo y<br />

acto seguido giró en redondo sobre la pierna apoyada, alzó la otra pierna y <strong>de</strong>rribó al<br />

atacante <strong>de</strong> una patada.<br />

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