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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

construido, notando la curtida superficie <strong>de</strong>l asiento y la elasticidad <strong>de</strong> los miembros<br />

atados, oyendo el ligero chirrido <strong>de</strong>l tendón y el hueso, sus sentidos tan <strong>de</strong>spiertos como<br />

nunca antes. La obra quedaría pronto culminada. Como él había llegado ya a su<br />

culminación.<br />

Habían trabajado con ahínco para él, su jefe, su amo. Lo amaban y lo temían, como<br />

<strong>de</strong>bía ser, y a partir <strong>de</strong> ese momento lo venerarían. Cerró los ojos y aspiró el aire <strong>de</strong>nso y<br />

fragante que se arremolinaba en torno a él como la bruma. En otro tiempo, antes <strong>de</strong><br />

adquirir el don <strong>de</strong> la agu<strong>de</strong>za sensorial, le habría repugnado el hedor <strong>de</strong>l Templo. Ese don<br />

se lo <strong>de</strong>bía a la planta; ese don, y otras muchas cosas. Ahora todo era distinto. Aquel olor<br />

era para él como un vasto paisaje, siempre cambiante, teñido <strong>de</strong> todos los colores<br />

imaginables, nítido y luminoso en un sitio, lóbrego y misterioso en otro. Aquel olor<br />

contenía montes, <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ros y <strong>de</strong>siertos, mares y cielos, ríos y pra<strong>de</strong>ras, un panorámico<br />

abanico <strong>de</strong> fragancias in<strong>de</strong>scriptible mediante el lenguaje humano. En comparación, el<br />

mundo percibido con la vista resultaba monótono, <strong>de</strong>sagradable, estéril.<br />

Saboreó su triunfo. Don<strong>de</strong> el otro había fracasado, él había salido airoso. Don<strong>de</strong> el<br />

otro había sucumbido al miedo y la incertidumbre, él había hecho acopio <strong>de</strong> fuerza y<br />

valor. El otro había sido incapaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir el <strong>de</strong>fecto <strong>de</strong> la fórmula. Él no sólo había<br />

encontrado el <strong>de</strong>fecto, sino que a<strong>de</strong>más había dado el siguiente paso y perfeccionado la<br />

extraordinaria planta y su secreto contenido. El otro había subestimado la viva necesidad<br />

<strong>de</strong> ritual y ceremonia <strong>de</strong> sus criaturas. Él no. Sólo él comprendía el sentido último.<br />

Aquélla era la verda<strong>de</strong>ra manifestación <strong>de</strong>l trabajo <strong>de</strong> toda su vida, y lo atormentaba<br />

pensar que no se había dado cuenta antes. Era él, y no el otro, quien poseía la fuerza, la<br />

inteligencia y la voluntad para llevarlo a cabo. Sólo él podía <strong>de</strong>purar el mundo y guiarlo<br />

hacia su futuro.<br />

¡El mundo! Mientras mascullaba la palabra, percibía la presión <strong>de</strong> ese mundo<br />

patético sobre él, sobre el santuario <strong>de</strong> su Templo. Ahora lo veía todo tan claro… Era un<br />

mundo superpoblado, plagado <strong>de</strong> enjambres <strong>de</strong> humanos que, como insectos, bullían sin<br />

objetivo, sin sentido y sin utilidad, agitándose en sus insignificantes y míseras vidas como<br />

los frenéticos pistones <strong>de</strong> una absurda máquina. Siempre estaban sobre él, vertiendo su<br />

basura, apareándose, reproduciéndose, muriendo, atados como esclavos a la noria <strong>de</strong> la<br />

existencia humana. Qué fácil, y qué inevitable, sería arrasarlo todo, todo, como quien abre<br />

un hormiguero <strong>de</strong> un puntapié y aplasta las larvas blanquecinas y blandas. Después<br />

vendría el Nuevo Mundo, limpio, diverso y lleno <strong>de</strong> sueños.<br />

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—¿Dón<strong>de</strong> están los <strong>de</strong>más? —preguntó Margo cuando D'Agosta entró en el<br />

laboratorio <strong>de</strong>l Departamento <strong>de</strong> Antropología.<br />

—No vienen —contestó D'Agosta y, tirándose <strong>de</strong> las patas <strong>de</strong>l pantalón, se sentó en<br />

una <strong>de</strong> las sillas que ro<strong>de</strong>aban la pequeña mesa <strong>de</strong> reuniones situada en el centro <strong>de</strong>l<br />

laboratorio—. Tenían otro asunto pendiente. —Viendo la expresión <strong>de</strong> Margo, sacudió la<br />

cabeza en un gesto <strong>de</strong> enojo y dijo—: ¡Bah, qué más da! Para serle sincero, esto no les<br />

interesa. Waxie, el tipo que vino cuando Brambell presentó su informe, está ahora al frente<br />

<strong>de</strong>l caso. Y cree que ya tiene a su hombre.<br />

—¿Que ya tiene a su hombre? ¿Qué quiere <strong>de</strong>cir?<br />

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