Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
—¡No! ¡No! —gritó Waxie, intentando apartar a patadas las manos <strong>de</strong> la figura más<br />
cercana, y en uno <strong>de</strong> los golpes le quitó la capucha.<br />
Smithback retiró instintivamente la cabeza ante la súbita visión, pero no antes <strong>de</strong> que<br />
su cerebro registrase algo salido <strong>de</strong> su peor pesadilla, más horrendo aún en la escasa luz:<br />
unas pupilas estrechas <strong>de</strong> reptil, unos labios húmedos y viscosos, gran<strong>de</strong>s arrugas y<br />
pliegues <strong>de</strong> piel. De pronto cayó en la cuenta <strong>de</strong> que aquéllos <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser los rugosos a<br />
que había aludido Mephisto. Entendió por qué los llamaban así.<br />
Aquella visión sacó a Smithback <strong>de</strong> su parálisis, y empezó a alejarse por la pasarela.<br />
Atrás, oyó que Waxie disparaba su arma. Siguió un rugido <strong>de</strong> dolor, y a Smithback le<br />
temblaron las piernas. Tras otros dos rápidos disparos, Waxie lanzó un gemido largo y<br />
lastimero, truncado <strong>de</strong> pronto por un aterrador gorgoteo.<br />
Smithback corrió furtivamente por la pasarela, intentando evitar que la abrumadora<br />
sensación <strong>de</strong> miedo lo paralizase <strong>de</strong> nuevo. Atrás, oyó a Duffy —o al menos esperaba que<br />
fuese Duffy— que, entre sollozos, trepaba sin cesar. «Tengo bastante ventaja», se dijo; las<br />
criaturas se hallaban treinta metros más abajo. Por un momento pensó en volver atrás para<br />
ayudar a Duffy, pero en décimas <strong>de</strong> segundo comprendió que no podía hacer nada por él.<br />
«Concé<strong>de</strong>me el privilegio <strong>de</strong> vivir para lamentarme <strong>de</strong> haber huido —rogó histéricamente<br />
en sus a<strong>de</strong>ntros—, y nunca pediré nada más, nunca.»<br />
Pero cuando llegó a la escalera <strong>de</strong> piedra que conducía a la superficie, y asomó sobre<br />
él un acogedor círculo <strong>de</strong> cielo iluminado por la luna, horrorizado vio aparecer varias<br />
figuras en lo alto <strong>de</strong> la escalera, tapando las estrellas. Descendían hacia él. Retrocedió<br />
hasta la pasarela y escrutó las pare<strong>de</strong>s curvas <strong>de</strong> ladrillo. A un lado <strong>de</strong> la pasarela vio la<br />
boca <strong>de</strong> un túnel <strong>de</strong> acceso, un viejo arco recubierto <strong>de</strong> cal cristalizada, semejante a la<br />
escarcha. Las figuras bajaban <strong>de</strong>prisa. Smithback saltó hacia el arco, lo atravesó y entró en<br />
un túnel <strong>de</strong> poca altura. Lo iluminaban débiles bombillas dispuestas en el techo a largos<br />
intervalos. Corrió como alma que lleva el diablo, dándose cuenta <strong>de</strong> que el túnel tomaba<br />
precisamente el rumbo que no <strong>de</strong>seaba seguir: hacia abajo, siempre hacia abajo.<br />
51<br />
El agente <strong>de</strong> guardia en el <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> armas <strong>de</strong>l FBI estaba retrepado en su silla,<br />
manteniendo ésta en precario equilibrio sobre las patas traseras, y tenía el rostro medio<br />
oculto tras un ejemplar <strong>de</strong> Soldier of Fortune. Por encima <strong>de</strong> la revista, Margo advirtió<br />
extrañeza en sus ojos al verlos entrar. En el sótano <strong>de</strong> la oficina central <strong>de</strong>l FBI en Fe<strong>de</strong>ral<br />
Plaza, probablemente no era habitual recibir la visita <strong>de</strong> un individuo en extremo<br />
andrajoso con mirada <strong>de</strong> loco, seguido <strong>de</strong> una mujer joven y un hombre rechoncho. Margo<br />
notó que entornaba los ojos y dilataba las aletas <strong>de</strong> la nariz. También <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber olido a<br />
Mephisto, pensó.<br />
—¿Pue<strong>de</strong> saberse qué <strong>de</strong>monios hacen aquí, caballeros? —preguntó el vigilante,<br />
bajando la revista y echándose lentamente hacia a<strong>de</strong>lante.<br />
—Vienen conmigo —contestó Pen<strong>de</strong>rgast con tono enérgico, saliendo <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás y<br />
mostrándole su i<strong>de</strong>ntificación.<br />
Nada más verlo, el hombre se puso en pie <strong>de</strong> un salto, <strong>de</strong>jando caer al suelo la<br />
revista.<br />
—Necesito material —dijo Pen<strong>de</strong>rgast.<br />
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