Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
oyeron más gritos, y una voz aguda y quejumbrosa pronunció el nombre <strong>de</strong> D'Agosta.<br />
Extrañado, asomó la cabeza por la puerta. En el vestíbulo <strong>de</strong> Homicidios, un<br />
individuo increíblemente sucio forcejeaba con dos agentes que intentaban sujetarlo.<br />
Hayward permanecía expectante junto a ellos, su cuerpo menudo en tensión como si<br />
aguardase la oportunidad <strong>de</strong> intervenir. D'Agosta observó al individuo, reparando en el<br />
cabello apelmazado, la piel amarillenta propia <strong>de</strong> un enfermo <strong>de</strong> ictericia, la estrechez <strong>de</strong><br />
su famélica complexión, la inevitable bolsa negra <strong>de</strong> basura don<strong>de</strong> guardaba todos sus<br />
bienes materiales.<br />
—¡Quiero ver al teniente! —gritó el mendigo con voz aflautada—. Tengo una<br />
información. Exijo…<br />
—Amigo —lo interrumpió un agente con expresión <strong>de</strong> asco, agarrándolo por la<br />
mugrienta chaqueta—, si tiene algo que <strong>de</strong>cir, dígamelo a mí, ¿entendido? El teniente está<br />
ocupado.<br />
—¡Ahí lo tiene! —El hombre señaló a D'Agosta con un <strong>de</strong>do tembloroso—. ¿Lo ve?<br />
No está ocupado. Usted, quíteme las manos <strong>de</strong> encima o presentaré una queja, ¿me oye?<br />
Llamaré a mi abogado.<br />
D'Agosta se retiró a su <strong>de</strong>spacho, cerró la puerta y siguió estudiando el plano. El<br />
griterío continuó, los penetrantes aullidos <strong>de</strong>l mendigo especialmente molestos,<br />
interrumpidos <strong>de</strong> cuando en cuando por la voz cada vez más airada <strong>de</strong> Hayward. Aquél<br />
se resistía a marcharse.<br />
De pronto la puerta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho se abrió <strong>de</strong> par en par, y el mendigo entró a<br />
trompicones, seguido <strong>de</strong> cerca por Hayward, ya furiosa. El hombre se resguardó en un<br />
rincón, aferrándose a la bolsa <strong>de</strong> basura en actitud protectora.<br />
—¡Tiene que escucharme, teniente! —gritó.<br />
—Es escurridizo, el hijo <strong>de</strong> puta —dijo Hayward con respiración entrecortada,<br />
limpiándose las manos en los <strong>de</strong>lgados muslos—. Escurridizo, literalmente.<br />
D'Agosta lanzó un suspiro <strong>de</strong> hastío.<br />
—No se preocupe, sargento —respondió D'Agosta. Volviéndose hacia el mendigo,<br />
dijo—: De acuerdo. Le concedo cinco minutos. —Señaló la bolsa <strong>de</strong> basura, cuyo pestilente<br />
olor le llegaba ya al olfato—. Pero <strong>de</strong>je eso afuera.<br />
—Me lo robarán —adujo el hombre con voz ronca.<br />
—Esto es la jefatura <strong>de</strong> policía —replicó D'Agosta—. Nadie va a robarle esa mierda.<br />
—No es mierda —protestó el mendigo, pero accedió a entregar la grasienta bolsa a<br />
Hayward, que rápidamente la sacó <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho, volvió a entrar y cerró la puerta para<br />
librarse <strong>de</strong>l hedor.<br />
De repente el comportamiento <strong>de</strong>l mendigo cambió radicalmente. Se acercó con toda<br />
tranquilidad al escritorio y se sentó en una <strong>de</strong> las butacas, cruzando las piernas y actuando<br />
como si estuviese en su <strong>de</strong>spacho. El mal olor era aún más intenso. Recordó a D'Agosta,<br />
vaga e inquietantemente, el tufo <strong>de</strong>l túnel <strong>de</strong>l ferrocarril.<br />
—Espero que esté cómodo —dijo D'Agosta, situando el cigarro estratégicamente ante<br />
su nariz—. Ya sólo le quedan cuatro minutos.<br />
—Pues la verdad, Vincent —respondió el mendigo—, es que estoy todo lo cómodo<br />
que pue<strong>de</strong> estarse en mi actual estado.<br />
D'Agosta, atónito, bajó lentamente hasta el escritorio la mano que sostenía el cigarro.<br />
—Lamento comprobar que todavía fuma. —El mendigo observó el cigarro—. Veo, no<br />
obstante, que su gusto en materia <strong>de</strong> tabaco ha mejorado. Antes, si no recuerdo mal,<br />
fumaba cigarros con relleno <strong>de</strong> la República Dominicana y hoja <strong>de</strong> Connecticut como<br />
envoltura. Si es inevitable que fume, ese churchill que tiene en la mano es un notable<br />
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