Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
continuación echó un vistazo alre<strong>de</strong>dor, dispuesto a <strong>de</strong>leitarse con los gestos <strong>de</strong><br />
enhorabuena y las miradas <strong>de</strong> admiración <strong>de</strong> sus colegas <strong>de</strong> la prensa.<br />
La asignación <strong>de</strong> la crónica sobre la muerte <strong>de</strong> Pamela Wisher había sido una <strong>de</strong> las<br />
mayores oportunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su vida. En menos <strong>de</strong> una semana había colocado ya tres<br />
artículos en primera plana. Había logrado que las ambigüeda<strong>de</strong>s y vagas amenazas <strong>de</strong><br />
Mephisto, el jefe <strong>de</strong> la gente sin hogar, sonasen incisivas y pertinentes. Esa misma tar<strong>de</strong>,<br />
cuando se marchaba <strong>de</strong>l periódico, Murray se había acercado a él y le había dado una<br />
efusiva palmada en el hombro. Precisamente Murray, el director que nunca tenía elogios<br />
para nadie.<br />
Fallida su inspección <strong>de</strong> la clientela, se volvió <strong>de</strong> nuevo hacia la barra y tomó otro<br />
sorbo <strong>de</strong> whisky. Era extraordinario el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> un periodista, pensó. Incitada por él, la<br />
ciudad entera había puesto el grito en el cielo. Ginny, la secretaria <strong>de</strong> redacción, estaba ya<br />
abrumada por el volumen <strong>de</strong> llamadas en relación con la recompensa, y sería necesario<br />
incorporar a una telefonista <strong>de</strong>dicada exclusivamente a eso. Incluso el alcal<strong>de</strong> había<br />
expresado su indignación. La señora Wisher <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar satisfecha <strong>de</strong> su actuación.<br />
Smithback había acertado <strong>de</strong> pleno.<br />
Una vaga sospecha <strong>de</strong> que la señora Wisher lo había manipulado con toda intención<br />
cruzó fugazmente su conciencia, siendo rechazada <strong>de</strong> inmediato. Tomó otro sorbo <strong>de</strong><br />
whisky y cerró los ojos mientras <strong>de</strong>scendía por su garganta como un sueño <strong>de</strong> un mundo<br />
mejor.<br />
Una mano se posó en su hombro, y se volvió con manifiesto entusiasmo. Era Bryce<br />
Harriman, el cronista <strong>de</strong> sucesos <strong>de</strong>l Times que cubría también el caso Wisher.<br />
—¡Ah! —dijo Smithback con súbito <strong>de</strong>sánimo.<br />
—Te felicito, Bill —saludó Bryce sin retirar la mano <strong>de</strong>l hombro <strong>de</strong> Smithback<br />
mientras se acodaba en la barra y golpeaba con una moneda el revestimiento <strong>de</strong> cinc.<br />
Dirigiéndose al camarero, dijo—: Una Killians.<br />
Smithback asintió con la cabeza, pensando: «¡Dios santo, con tanta gente como hay<br />
en el mundo, y tener que tropezarme precisamente con este tipo!».<br />
—Sí, señor. Muy sagaz. Debe <strong>de</strong> haberles encantado en el Post —dijo, haciendo una<br />
breve pausa antes <strong>de</strong> la última palabra.<br />
—Pues sí, francamente —respondió Smithback.<br />
—Tendría que darte las gracias, <strong>de</strong> hecho. —Harriman cogió su jarra <strong>de</strong> cerveza y<br />
bebió remilgadamente—. Me has dado una excelente i<strong>de</strong>a para un artículo.<br />
—¿En serio? —dijo Smithback sin interés.<br />
—En serio. Explicar la causa por la que la investigación está estancada. Paralizada.<br />
Smithback alzó la vista, y el periodista <strong>de</strong>l Times asintió con aire <strong>de</strong> suficiencia.<br />
—Des<strong>de</strong> el anuncio <strong>de</strong> la recompensa se ha producido una avalancha <strong>de</strong> llamadas<br />
absurdas. La policía no tiene más remedio que dar crédito a la mayoría. Y ahora pier<strong>de</strong>n el<br />
tiempo con un millar <strong>de</strong> pistas falsas. Un consejo <strong>de</strong> amigo, Bill: no te <strong>de</strong>jes ver por la<br />
jefatura en una temporada, digamos unos diez años.<br />
—No me vengas con ésas —repuso Smithback con tono airado—. Le hemos hecho un<br />
gran favor a la policía.<br />
—No piensan lo mismo los policías con que yo he hablado.<br />
Smithback volvió la cabeza y tomó otro sorbo <strong>de</strong> whisky. Estaba acostumbrado a las<br />
pullas <strong>de</strong> Harriman, el licenciado en ciencias <strong>de</strong> la información por la Universidad <strong>de</strong><br />
Columbia que se creía un don <strong>de</strong>l cielo para el periodismo. En cualquier caso Smithback<br />
mantenía aún buenas relaciones con el teniente D'Agosta. Eso era lo que contaba.<br />
Harriman no hacía más que <strong>de</strong>cir tonterías.<br />
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