Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
una or<strong>de</strong>n?<br />
D'Agosta contuvo su creciente irritación.<br />
—Se lo pido a modo <strong>de</strong> colaboración voluntaria. Quiero hacerle unas preguntas<br />
sobre el hombre que vivía en este almacén, Kawakita.<br />
—¿Así se llamaba? Ese sí era un tipo raro, pero que muy raro.<br />
Salieron <strong>de</strong>l callejón, y el hombre llamado Kirtsema sacó una llave y abrió su propia<br />
puerta negra <strong>de</strong> metal. Al entrar, D'Agosta vio que era otro enorme almacén, pintado <strong>de</strong><br />
color hueso. A lo largo <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s había cubos metálicos <strong>de</strong> formas extrañas llenos <strong>de</strong><br />
basura. En una esquina se alzaba una palmera muerta. En el centro <strong>de</strong>l almacén, pendían<br />
<strong>de</strong>l techo en grupos innumerables cor<strong>de</strong>les negros. Era como estar contemplando un<br />
bosque lunar en una pesadilla. En el rincón más alejado, vio un camastro, un frega<strong>de</strong>ro, un<br />
hornillo y un váter al <strong>de</strong>scubierto. No había a la vista más comodida<strong>de</strong>s.<br />
—¿Y eso qué es? —preguntó D'Agosta, señalando los cor<strong>de</strong>les.<br />
—¡No los enmarañe, por Dios! —gritó Kirtsema, casi <strong>de</strong>rribando a D'Agosta al<br />
apartarlo para reparar los daños. Manipulando nerviosamente los cor<strong>de</strong>les, añadió con<br />
tono ofendido—: Nunca <strong>de</strong>ben tocarse entre sí.<br />
D'Agosta retrocedió.<br />
—¿Qué es? ¿Un experimento?<br />
—No. Es un entorno artificial, una reproducción <strong>de</strong> la selva primigenia en la que<br />
todos nos <strong>de</strong>sarrollamos, trasladada a Nueva York.<br />
D'Agosta observó los cor<strong>de</strong>les con incredulidad.<br />
—¿Esto es arte, pues? ¿Quién lo ve?<br />
—Es arte conceptual —aclaró Kirtsema con impaciencia—. Nadie lo ve. No está<br />
concebido para ser visto. Basta con que exista. Los cor<strong>de</strong>les nunca se tocan, <strong>de</strong>l mismo<br />
modo que los seres humanos nunca se relacionan realmente. Estamos solos. Y todo este<br />
mundo nunca es visto, <strong>de</strong>l mismo modo que flotamos a través <strong>de</strong>l cosmos sin verlo. Como<br />
dijo Derrida: «El arte es aquello que no es arte», lo cual significa…<br />
—¿Sabe si se llamaba Gregory <strong>de</strong> nombre <strong>de</strong> pila? —lo interrumpió D'Agosta.<br />
—Jacques. Jacques Derrida, no Gregory.<br />
—Me refiero al hombre que vivía al lado.<br />
—Como ya le he dicho, ni siquiera conocía su nombre —contestó Kirtsema—. Huía<br />
<strong>de</strong> él como <strong>de</strong> la peste. Supongo que ha venido por las quejas.<br />
—¿Las quejas?<br />
—Sí. Telefoneé a la policía hasta cansarme. Después <strong>de</strong> las dos primeras veces ni se<br />
molestaban en venir. —Parpa<strong>de</strong>ó—. No, un momento. Usted es <strong>de</strong> Homicidios. ¿Ha<br />
matado a alguien, ese tipo?<br />
Sin respon<strong>de</strong>r, D'Agosta extrajo un bloc <strong>de</strong> notas <strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> la chaqueta.<br />
—Hábleme <strong>de</strong> él.<br />
—Se mudó a este barrio hace dos años, quizá un poco menos. Al principio, parecía<br />
bastante tranquilo. Luego empezaron a llegar camiones, que <strong>de</strong>scargaban cajas y más<br />
cajas. Por esas fechas comenzaron los ruidos: martillazos, golpes, estallidos. Y el olor… —<br />
Kirtsema arrugó la nariz en una mueca <strong>de</strong> asco—. Como si se quemase algo acre. Pintó las<br />
ventanas <strong>de</strong> negro por <strong>de</strong>ntro, pero una vez se rompió un cristal, y pu<strong>de</strong> echar un vistazo<br />
antes <strong>de</strong> que lo cambiasen. —Sonrió—. Tenía montado allí un tinglado <strong>de</strong> lo más extraño.<br />
Vi microscopios, vasos gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> laboratorio que hervían y hervían, cajas grises <strong>de</strong> metal<br />
con lámparas encima, acuarios.<br />
—¿Acuarios?<br />
—Un acuario <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> otro, hileras y más hileras. Muy gran<strong>de</strong>s, llenos <strong>de</strong> algas. Era<br />
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