Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
y <strong>de</strong>l río, el sol se hallaba suspendido justo encima <strong>de</strong> las Palisa<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Nueva Jersey. Veía<br />
planear las gaviotas sobre los postes podridos <strong>de</strong> viejos embarca<strong>de</strong>ros que se a<strong>de</strong>ntraban<br />
en el Hudson <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la orilla y oía sus gritos. Lejos <strong>de</strong> los aparta<strong>de</strong>ros terminaba una alegre<br />
tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano. Allí sin embargo, en aquel lugar ruinoso y abandonado, no había espacio<br />
para la alegría. Miró a D'Agosta, que había recogido sus muestras y contemplaba el<br />
Hudson <strong>de</strong> brazos cruzados bajo el sol poniente. De pronto Margo se alegró <strong>de</strong> que el<br />
teniente hubiese insistido en quedarse.<br />
Se inclinó sobre la máquina, riéndose <strong>de</strong> su nerviosismo. Revolviendo entre los<br />
fragmentos <strong>de</strong> metal chamuscado y <strong>de</strong>scolorido, encontró por fin la placa frontal. Tras<br />
limpiar el hollín, distinguió el rótulo WESTERLY GENETICS EQUIPMENT, junto con el logo <strong>de</strong> la<br />
WGE. Abajo, en la pestaña <strong>de</strong> acoplamiento, llevaba estampados un número <strong>de</strong> serie y las<br />
palabras ANALIZADOR-SECUENCIADOR INTEGRADO DE ADN WGE. Anotó la información en el<br />
cua<strong>de</strong>rno.<br />
En un rincón había restos fundidos <strong>de</strong> maquinaria que parecía distinta al resto.<br />
Margo la examinó, observando y retirando las piezas una a una para <strong>de</strong>ducir qué era. Por<br />
lo visto, se trataba <strong>de</strong> un complejo equipo para la síntesis química <strong>de</strong> compuestos<br />
orgánicos, provisto incluso <strong>de</strong> aparatos <strong>de</strong> fraccionamiento y <strong>de</strong>stilación, gradientes <strong>de</strong><br />
difusión y nodos eléctricos <strong>de</strong> bajo voltaje. Al fondo, don<strong>de</strong> el calor había causado menos<br />
daños, encontró fragmentos <strong>de</strong> varios frascos <strong>de</strong> Erlenmayer. A juzgar por los rótulos<br />
grabados con esmeril en el cristal, en su mayor parte habían contenido sustancias químicas<br />
corrientes en un laboratorio. Sin embargo no reconoció <strong>de</strong> inmediato uno <strong>de</strong> los rótulos<br />
fragmentarios: 7-DIHIDROCOL… ACTIVADO.<br />
Dio la vuelta al fragmento <strong>de</strong> frasco. El nombre <strong>de</strong>l compuesto le resultaba familiar,<br />
pero no conseguía recordarlo. Finalmente, metió el fragmento en el bolso. Consultaría el<br />
nombre en la enciclopedia <strong>de</strong> química orgánica <strong>de</strong>l laboratorio.<br />
Junto a la máquina encontró los restos <strong>de</strong> una fina libreta, quemada completamente<br />
salvo por unas cuantas páginas que habían quedado carbonizadas. Cuando la cogió,<br />
empezó a <strong>de</strong>smenuzarse entre sus <strong>de</strong>dos. Reunió con sumo cuidado los trozos<br />
chamuscados, los introdujo en una bolsa con cierre hermético, y la guardó también en el<br />
bolso.<br />
Al cabo <strong>de</strong> un cuarto <strong>de</strong> hora ya había i<strong>de</strong>ntificado suficientes aparatos para estar<br />
segura <strong>de</strong> una cosa: aquello había sido un laboratorio <strong>de</strong> genética <strong>de</strong> alto nivel. Margo<br />
trabajaba a diario con aparatos semejantes y estimaba el coste <strong>de</strong> aquel laboratorio<br />
<strong>de</strong>struido en más <strong>de</strong> medio millón <strong>de</strong> dólares.<br />
Retrocedió un paso, pensando: ¿De dón<strong>de</strong> sacaría Kawakita el dinero para financiar<br />
un laboratorio <strong>de</strong> estas características? ¿Y qué <strong>de</strong>monios se proponía?<br />
Mientras recorría el laboratorio tomando notas en el cua<strong>de</strong>rno, algo le llamó la<br />
atención. En el suelo, entre los cascotes y el cristal fundido, distinguió algo semejante a<br />
cinco gran<strong>de</strong>s charcos <strong>de</strong> barro —endurecido por efecto <strong>de</strong>l fuego— ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> grava.<br />
Movida por la curiosidad, se inclinó para examinarlos <strong>de</strong> cerca. En el charco más<br />
próximo había incrustado un objeto metálico <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un puño. Sacó una pequeña<br />
navaja <strong>de</strong>l bolso y, haciendo palanca, consiguió liberar el objeto <strong>de</strong>l barro. Con el filo <strong>de</strong> la<br />
navaja, raspó la costra que lo recubría, adherida a la superficie como cemento. Debajo leyó<br />
las letras MATERIAL… ARIOS… Dando vueltas al objeto, llegó a la conclusión <strong>de</strong> que era una<br />
bomba <strong>de</strong> acuario.<br />
Se irguió y contempló los cinco charcos similares <strong>de</strong> barro, alineados bajo lo que<br />
quedaba <strong>de</strong> una pared. La grava, los cristales rotos… Debían <strong>de</strong> ser los restos <strong>de</strong> cinco<br />
acuarios. Acuarios enormes, a juzgar por el tamaño <strong>de</strong> los charcos. Pero ¿acuarios llenos<br />
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