Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
silla.<br />
—Un puma se caza con un arco y una flecha. Para matar a un oso se necesita una<br />
lanza.<br />
Willson enmu<strong>de</strong>ció.<br />
—Cushing se equivocaba <strong>de</strong> vez en cuando —concluyó el hombre con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />
Willson apiló las hojas <strong>de</strong>l manuscrito y lo <strong>de</strong>jó a un lado.<br />
—Sinceramente, doy más crédito a Cushing que a un… —Dejó la frase inconclusa. Al<br />
cabo <strong>de</strong> un instante, añadió—: Por cierto, la biblioteca cierra <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora.<br />
—En ese caso —dijo el hombre—, me gustaría ver las láminas <strong>de</strong>l estudio <strong>de</strong> 1956<br />
sobre las conducciones <strong>de</strong> gas natural <strong>de</strong>l Upper West Si<strong>de</strong>.<br />
Willson apretó los labios.<br />
—¿Cuáles exactamente?<br />
—Todas, si es tan amable.<br />
Aquello iba ya <strong>de</strong>masiado lejos.<br />
—Lo siento —contestó Willson con firmeza—, eso no está permitido. No pue<strong>de</strong>n<br />
consultarse más <strong>de</strong> diez planos <strong>de</strong> una misma serie simultáneamente. —Contempló al<br />
visitante con expresión triunfal.<br />
Pero el hombre, absorto en sus pensamientos, no pareció inmutarse. De pronto miró<br />
<strong>de</strong> nuevo al bibliotecario.<br />
—Robert Willson —dijo, señalando la placa colocada sobre la mesa—. Ya sé <strong>de</strong> qué<br />
me sonaba su nombre.<br />
—¿Ah, sí? —preguntó Willson, vacilante.<br />
—Por supuesto. ¿No pronunció usted el año pasado una conferencia excelente sobre<br />
las piedras espejismo en el Congreso <strong>de</strong> Estudios Navajos <strong>de</strong> Window Rock?<br />
—Pues sí, fui yo.<br />
—Lo suponía. Yo no pu<strong>de</strong> asistir, pero leí las actas. He realizado ciertas<br />
investigaciones a título particular sobre la imaginería religiosa <strong>de</strong>l suroeste. —El visitante<br />
hizo una pausa—. No tan a fondo como usted, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego.<br />
Willson se aclaró la garganta.<br />
—Supongo que uno no <strong>de</strong>dica treinta años al estudio <strong>de</strong> ese tema sin que su nombre<br />
llegue a ser conocido —dijo con toda la mo<strong>de</strong>stia posible.<br />
El visitante sonrió.<br />
—Es un honor conocerlo. Me llamo Pen<strong>de</strong>rgast.<br />
Willson tendió la mano y se encontró con un apretón <strong>de</strong>sagradablemente flácido. Él<br />
se ufanaba <strong>de</strong> la firmeza <strong>de</strong>l suyo.<br />
—Resulta alentador ver que continúa con sus estudios —dijo el hombre llamado<br />
Pen<strong>de</strong>rgast—. Es tan profunda la ignorancia sobre las culturas <strong>de</strong> los pueblos<br />
surocci<strong>de</strong>ntales…<br />
—Lo es, sin duda —convino Willson con plena convicción.<br />
Lo invadió una curiosa sensación <strong>de</strong> orgullo. Nadie había <strong>de</strong>mostrado nunca el<br />
menor interés por su trabajo, al menos nadie capacitado para hablar <strong>de</strong>l tema <strong>de</strong> manera<br />
inteligible. Des<strong>de</strong> luego aquel tal Pen<strong>de</strong>rgast estaba mal informado sobre los fetiches<br />
indios, pero…<br />
—Me encantaría seguir hablando con usted —dijo Pen<strong>de</strong>rgast—, pero creo que ya le<br />
he robado <strong>de</strong>masiado tiempo.<br />
—Ni mucho menos —respondió Willson—. ¿Qué me ha dicho que quería ver? ¿El<br />
estudio <strong>de</strong>l año 56?<br />
Pen<strong>de</strong>rgast asintió con la cabeza.<br />
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