Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
sus atacantes.<br />
Una sola i<strong>de</strong>a, clara e inequívoca, cobró forma en medio <strong>de</strong>l aturdimiento <strong>de</strong> aquella<br />
noche convertida en pesadilla. Rápidamente, observó las vías, localizó las líneas amarillas<br />
<strong>de</strong> advertencia y el raíl limpio y brillante. Metió el pie bajo la cubierta <strong>de</strong> seguridad, y al<br />
instante el mundo se fundió en un maravilloso resplandor.<br />
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D'Agosta pensó en el Yankee Stadium: la blanca esfera <strong>de</strong> cuero surcando el cielo<br />
azul <strong>de</strong> julio, el olor <strong>de</strong> la hierba recién arrancada al <strong>de</strong>slizarse el corredor hacia la base, el<br />
jugador exterior lanzándose contra la valla con el guante en alto. Era su peculiar forma <strong>de</strong><br />
meditación transcen<strong>de</strong>ntal, una manera <strong>de</strong> aislarse <strong>de</strong>l mundo y recomponer sus i<strong>de</strong>as.<br />
Una técnica especialmente útil cuando todo se había ido al garete.<br />
Mantuvo los ojos cerrados un momento más, intentando olvidar los timbres <strong>de</strong> los<br />
teléfonos, los portazos, el alboroto <strong>de</strong> las secretarias. En algún lugar, sabía, Waxie corría <strong>de</strong><br />
un lado a otro como un pavo en celo. Afortunadamente no estaba lo bastante cerca para<br />
oír sus graznidos. Pero eso no le servía <strong>de</strong> consuelo.<br />
Lanzando un suspiro, D'Agosta se obligó a pensar <strong>de</strong> nuevo en la extraña imagen <strong>de</strong><br />
Alberta Muñoz, la única superviviente <strong>de</strong> la matanza <strong>de</strong>l metro.<br />
D'Agosta había llegado al lugar <strong>de</strong> los hechos cuando la sacaban en camilla por una<br />
salida <strong>de</strong> emergencia <strong>de</strong> la calle Sesenta y seis, con las manos cruzadas sobre el regazo,<br />
expresión plácida y ausente, cuerpo regor<strong>de</strong>te y maternal, la tez tersa y morena en<br />
marcado contraste con las sábanas que la envolvían. Sólo Dios sabía cómo había logrado<br />
escon<strong>de</strong>rse; por el momento, la señora Muñoz no había pronunciado una sola palabra. El<br />
tren se había convertido en un <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> cadáveres provisional: siete pasajeros y dos<br />
empleados <strong>de</strong>l metro muertos; cinco <strong>de</strong> ellos con los cráneos aplastados y las gargantas<br />
cercenadas hasta el hueso, tres <strong>de</strong>capitados, uno electrocutado por el tercer raíl. D'Agosta<br />
casi olía ya a los abogados.<br />
La señora Muñoz había sido trasladada <strong>de</strong> inmediato al St. Luke, don<strong>de</strong> se hallaba en<br />
aislamiento psiquiátrico. Waxie había vociferado, golpeado mesas y proferido amenazas,<br />
pero el médico <strong>de</strong> guardia se había mostrado inflexible: nada <strong>de</strong> preguntas hasta por lo<br />
menos las seis <strong>de</strong> la mañana.<br />
Tres cabezas <strong>de</strong>saparecidas. Habían encontrado enseguida los rastros <strong>de</strong> sangre, pero<br />
el equipo <strong>de</strong> hemoluminiscencia lo estaba pasando mal en el laberinto <strong>de</strong> húmedos<br />
túneles. D'Agosta reconstruyó mentalmente la escena una vez más. Alguien había cortado<br />
el cable <strong>de</strong> una señal poco más allá <strong>de</strong> la estación <strong>de</strong> la calle Cincuenta y nueve,<br />
provocando <strong>de</strong> inmediato la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> todos los trenes expresos <strong>de</strong>l East Si<strong>de</strong> entre las<br />
calles Catorce y Ciento veinticinco. Un tren había quedado atrapado en el largo tramo<br />
anterior a la estación <strong>de</strong> la calle Ochenta y seis. Allí lo esperaban, emboscados.<br />
La operación exigía inteligencia y planificación, y quizá conocimiento interno <strong>de</strong> la<br />
red <strong>de</strong> metro. Por el momento no se habían hallado huellas claras, pero D'Agosta calculaba<br />
que los asaltantes habían sido por lo menos seis. No menos <strong>de</strong> seis ni más <strong>de</strong> diez. Un<br />
ataque bien planeado y bien coordinado.<br />
Pero ¿por qué?<br />
Los técnicos habían <strong>de</strong>terminado que probablemente el hombre electrocutado había<br />
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