Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
esqueletos estaban allí.<br />
—A no ser que se refiera a la que llegó con la sirena y las luces <strong>de</strong> aviso apagadas.<br />
Pero eso fue el jueves temprano, no el miércoles. —Smithback oyó a Curly pasar las hojas<br />
<strong>de</strong>l registro <strong>de</strong> entradas—. Sí, exacto, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las cinco <strong>de</strong> la mañana.<br />
—Tiene razón. Fue el jueves. ¿En qué estaría yo pensando?<br />
Smithback dio las gracias a Curly y, eufórico, colgó el auricular.<br />
Sonriente, regresó a la barra. Con una sola llamada telefónica había <strong>de</strong>scubierto lo<br />
que Harriman llevaba días buscando en vano.<br />
Todo encajaba. Smithback sabía que D'Agosta había utilizado el laboratorio <strong>de</strong>l<br />
museo en otros casos, en particular el <strong>de</strong> los asesinatos <strong>de</strong> la Bestia <strong>de</strong>l Museo. Era un<br />
laboratorio <strong>de</strong> máxima seguridad en un museo <strong>de</strong> máxima seguridad. Sin duda había<br />
solicitado la colaboración <strong>de</strong> aquel viejo y pedante conservador, Frock. Y quizá también la<br />
<strong>de</strong> la antigua ayudante <strong>de</strong> Frock, Margo Green, amiga <strong>de</strong> Smithback durante la época <strong>de</strong><br />
éste en el museo.<br />
Margo Green, pensó Smithback. Aquello merecía una visita.<br />
Llamó al camarero.<br />
—Paddy, creo que seguiremos en la isla <strong>de</strong> Islay, pero cambiando <strong>de</strong> <strong>de</strong>stilería.<br />
Ahora tráeme un Laphroaig, por favor. El <strong>de</strong> quince años.<br />
Tomó un sorbo <strong>de</strong>l extraordinario whisky. Costaba diez pavos la copa, pero sin duda<br />
los valía. «Cien mil pavos <strong>de</strong> recompensa, ¿no? Eso cubriría tu salario <strong>de</strong> los próximos dos<br />
años», se había burlado Harriman. Smithback <strong>de</strong>cidió que en cuanto colocase otro artículo<br />
en primera plana pediría un aumento a Murray. Había que aprovechar la coyuntura.<br />
11<br />
La sargento Hayward <strong>de</strong>scendió por una larga escalera metálica, abrió una puerta<br />
angosta y oxidada, y salió a un aparta<strong>de</strong>ro abandonado. D'Agosta la seguía con las manos<br />
en los bolsillos. La luz <strong>de</strong>l día se filtraba tenuemente por una serie <strong>de</strong> rejillas situadas a<br />
gran altura e iluminaba las motas <strong>de</strong> polvo que flotaban en el aire quieto. Al salir,<br />
D'Agosta miró a izquierda y <strong>de</strong>recha. En ambas direcciones las vías <strong>de</strong>l ferrocarril se<br />
perdían en la oscuridad <strong>de</strong>l túnel. Advirtió que Hayward, bajo tierra, tenía una manera <strong>de</strong><br />
moverse poco común, un andar sigiloso y cauto.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> está el capitán? —preguntó Hayward.<br />
—Ahora vendrá —contestó D'Agosta, apoyando el tacón <strong>de</strong>l zapato en un raíl—.<br />
Usted siga a<strong>de</strong>lante.<br />
Observó a Hayward a<strong>de</strong>ntrarse en el túnel con movimientos felinos, precedida por el<br />
estrecho haz <strong>de</strong> luz <strong>de</strong> su linterna. Cualquier duda que pudiese haber albergado sobre la<br />
aptitud <strong>de</strong> aquella mujer menuda para guiarlos se disipó al comprobar la soltura con que<br />
se <strong>de</strong>senvolvía en los subterráneos.<br />
Waxie, en cambio, había aminorado notablemente la marcha <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la visita, hacía un<br />
par <strong>de</strong> horas, al sótano don<strong>de</strong> unos tres meses antes se había hallado el primer cadáver.<br />
Era una sala húmeda, atestada <strong>de</strong> viejas cal<strong>de</strong>ras. Del techo pendían cables podridos.<br />
Hayward les había mostrado el colchón encajonado tras una cal<strong>de</strong>ra ennegrecida y<br />
cubierto <strong>de</strong> botellas <strong>de</strong> agua vacías y periódicos rotos. Allí había vivido el muerto. El<br />
colchón tenía una mancha <strong>de</strong> sangre seca <strong>de</strong> un metro <strong>de</strong> diámetro, muy mordisqueada<br />
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