Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
¿por qué no me explican adón<strong>de</strong> iban exactamente?<br />
El hombre a<strong>de</strong>lantado se mofó <strong>de</strong> la estupi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la pregunta, y señaló hacia el<br />
interior <strong>de</strong>l parque la<strong>de</strong>ando apenas la cabeza.<br />
—Hemos venido a ocuparnos <strong>de</strong> un asunto —dijo una voz <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el grupo.<br />
Hayward negó con la cabeza.<br />
—Lo que está ocurriendo ahí no es asunto suyo.<br />
—¡Y una mierda que no! —repuso el que encabezaba el grupo—. Una pandilla <strong>de</strong><br />
vagos ha molido a palos a amigos nuestros. Eso no lo vamos a tolerar. —Avanzó otro<br />
paso.<br />
—Eso es cosa <strong>de</strong> la policía —afirmó Hayward.<br />
—La policía no ha hecho una mierda —replicó el hombre—. Mire cómo lo han <strong>de</strong>jado<br />
todo. Han consentido que esa basura <strong>de</strong>stroce nuestra ciudad.<br />
—Hemos oído que han matado ya a veinte o treinta personas, incluida la señora<br />
Wisher —dijo un hombre que llevaba un teléfono móvil, arrastrando las palabras—. Están<br />
arrasando la ciudad. Y han venido a ayudarlos unos hijos <strong>de</strong> puta <strong>de</strong>l East Village y el<br />
Soho. Jodidos activistas <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Nueva York. Nuestros amigos necesitan<br />
ayuda.<br />
—Ya lo ha oído, ¿no? —añadió el más a<strong>de</strong>lantado—. Así que, señora, no se meta<br />
don<strong>de</strong> no la llaman. —Dio otro paso al frente.<br />
—Si da otro paso más, le haré la raya en el pelo con esto —advirtió Hayward,<br />
retirando la mano <strong>de</strong> la pistola y sacando con soltura la porra. Notó tensarse a Carlin junto<br />
a ella.<br />
—Es muy fácil hacerse la dura con una pistola en el cinturón y ese armario humano<br />
al lado —dijo el hombre con <strong>de</strong>sdén.<br />
—¿Cree que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>tenernos a los cinco? —preguntó otro <strong>de</strong>l grupo.<br />
—Quizá piensa que pue<strong>de</strong> asfixiarnos a todos con esas tetas que tiene —comentó<br />
otro.<br />
Los <strong>de</strong>más sonrieron.<br />
Hayward respiró hondo y guardó la porra.<br />
—Agente Carlin —dijo—. Haga el favor <strong>de</strong> alejarse veinte pasos.<br />
Carlin no se movió.<br />
—¡Obe<strong>de</strong>zca! —or<strong>de</strong>nó Hayward.<br />
Carlin la miró con asombro por un momento. Luego, sin volver la espalda ni apartar<br />
la vista <strong>de</strong>l grupo, empezó a retroce<strong>de</strong>r por el camino.<br />
Hayward se acercó pausadamente al cabecilla.<br />
—Ahora escúcheme —dijo con voz serena, mirándolo a los ojos—. Aun quitándome<br />
la placa y la pistola, podría mandarlos <strong>de</strong> una patada en esos culos blandos a Scarsdale o<br />
Greenwich o adon<strong>de</strong>quiera que sus mamás los arropen por las noches. Pero no tengo<br />
necesidad <strong>de</strong> hacerlo. Sepa que si no siguen mis instrucciones al pie <strong>de</strong> la letra, sus mamás<br />
no tendrán a quien arropar esta noche. Las pobres estarán mañana haciendo cola en<br />
jefatura para pagar sus fianzas. Y ni todo el dinero, el po<strong>de</strong>r y la influencia <strong>de</strong>l mundo<br />
servirán para borrar <strong>de</strong> sus antece<strong>de</strong>ntes penales las palabras «intento <strong>de</strong> agresión<br />
criminal». En este estado, una persona <strong>de</strong>clarada culpable <strong>de</strong> un <strong>de</strong>lito grave nunca podrá<br />
ejercer la abogacía, ni ocupar cargos públicos, ni obtener la licencia <strong>de</strong> agente <strong>de</strong> cambio y<br />
bolsa. Y eso no les gustaría a sus papás. No les gustaría nada. —Hizo una pausa. A<br />
continuación añadió con frialdad—: Así que suelten las armas.<br />
Por un breve instante nadie se movió.<br />
—¡He dicho que suelten sus armas! —repitió Hayward, gritando a pleno pulmón.<br />
225