Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
atormentado por la in<strong>de</strong>cisión. Luego bajó rápidamente <strong>de</strong> la estatua, ro<strong>de</strong>ó la baja tapia<br />
<strong>de</strong> piedra y corrió tras el grupo, a<strong>de</strong>ntrándose en la envolvente oscuridad <strong>de</strong>l Central<br />
Park.<br />
49<br />
D'Agosta se retiró <strong>de</strong> los labios el cigarro húmedo, se quitó una hebra <strong>de</strong> tabaco <strong>de</strong> la<br />
lengua y examinó la boquilla húmeda con irritación. Margo lo observó palparse los<br />
bolsillos en busca <strong>de</strong> una cerilla. No la encontró y miró a Margo enarcando las cejas en una<br />
tácita interrogación. Ella movió la cabeza en un gesto <strong>de</strong> negación. D'Agosta se volvió<br />
hacia Horlocker y abrió la boca para hablar, pero cambió <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a. El jefe tenía una radio<br />
portátil pegada a la oreja y no parecía muy contento.<br />
—¿Mizner? —vociferó—. ¿Me recibe?<br />
Se oyó un prolongado y débil gemido que, supuso Margo, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser Mizner.<br />
—Simplemente reduzca y <strong>de</strong>tenga a los… —empezó a <strong>de</strong>cir Horlocker.<br />
Se oyó otro débil gemido.<br />
—¿Quinientos? ¿Que han salido <strong>de</strong>l metro? Mire, Mizner, no me venga con ésas. ¿Por<br />
qué no están en los autobuses?<br />
Horlocker calló <strong>de</strong> nuevo para escuchar. Con el rabillo <strong>de</strong>l ojo, Margo vio a<br />
Pen<strong>de</strong>rgast sentado en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> una silla, apoyado contra una unidad <strong>de</strong> radio móvil, al<br />
parecer absorto en la lectura <strong>de</strong> un ejemplar <strong>de</strong>l periódico Policeman's Gazette.<br />
—Control antidisturbios, gases lacrimógenos, me importa un carajo el método que…<br />
¿Los manifestantes? ¿Cómo que están luchando con los manifestantes? —Apartó la radio,<br />
la observó con incredulidad y volvió a acercársela al oído—. No, por Dios, no use el gas<br />
cerca <strong>de</strong> los manifestantes. Mire, tenemos a la Veinte y la Veintidós bajo tierra; la<br />
Veintiuno está en los puestos <strong>de</strong> control; la parte alta se encuentra… En fin, déjelo. Dígale<br />
a Perillo que convoque a todos los subjefes a una reunión relámpago <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cinco<br />
minutos. Haga venir gente <strong>de</strong> fuera <strong>de</strong> Manhattan, movilice a los agentes que no están <strong>de</strong><br />
servicio, traiga guardia urbana, lo que sea. Necesitamos más hombres en ese punto, ¿me<br />
ha oído?<br />
Cortó la comunicación con un golpe furioso y <strong>de</strong>scolgó el auricular <strong>de</strong> un teléfono.<br />
—Curtis, póngame con la oficina <strong>de</strong>l gobernador. La evacuación se ha <strong>de</strong>splazado<br />
hacia el sur, y parte <strong>de</strong> los mendigos que hemos <strong>de</strong>salojado <strong>de</strong> los túneles en la zona <strong>de</strong>l<br />
parque están causando disturbios. Se han tropezado con la manifestación en Central Park<br />
South. Tendrá que intervenir la Guardia Nacional. Luego póngase en contacto con<br />
Masters; vamos a necesitar un helicóptero <strong>de</strong> la Unidad <strong>de</strong> Respuesta Táctica por si acaso.<br />
Dígale que saque los vehículos <strong>de</strong> asalto <strong>de</strong>l arsenal <strong>de</strong> Lexington Avenue. No, esto último<br />
olví<strong>de</strong>lo; ni siquiera conseguirían llegar. Mejor avise a la subcomisaría <strong>de</strong>l parque. Yo<br />
mismo telefonearé al alcal<strong>de</strong>.<br />
Colgó, esta vez con mayor suavidad. Un única gota <strong>de</strong> sudor <strong>de</strong>scendía con lentitud<br />
por su frente, que en cuestión <strong>de</strong> segundos había pasado <strong>de</strong> un encendido color rojo a un<br />
gris ceniciento. Horlocker miró alre<strong>de</strong>dor, aparentemente sin ver a los policías que corrían<br />
<strong>de</strong> un lado a otro <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> control, ni los transmisores que crepitaban en innumerables<br />
bandas <strong>de</strong> frecuencia. A ojos <strong>de</strong> Margo, parecía un hombre cuyo mundo acabase <strong>de</strong><br />
hundirse <strong>de</strong> repente.<br />
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