Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
Brambell, reluciendo su calva bajo el resplandor <strong>de</strong>l proyector, prorrumpió en una<br />
aguda risa <strong>de</strong> satisfacción y respondió:<br />
—¡Cómo no, teniente! Exprimiré al máximo mis aptitu<strong>de</strong>s literarias.<br />
Margo vio que Waxie lanzaba a ambos una mirada <strong>de</strong> <strong>de</strong>saprobación y se<br />
encaminaba <strong>de</strong>spués hacia la puerta.<br />
—No consi<strong>de</strong>ro muy profesional andar riéndose a costa <strong>de</strong>l jefe —reprochó antes <strong>de</strong><br />
salir—. Yo personalmente tengo otras cosas más importantes que hacer.<br />
D'Agosta lo miró con furia.<br />
—Pensándolo mejor —dijo lentamente—, redáctelo para un niño <strong>de</strong> tercer grado, así<br />
también podrá leerlo el capitán.<br />
En la cabina <strong>de</strong> proyección, convertida provisionalmente en su atalaya, Smithback se<br />
apartó <strong>de</strong> la abertura <strong>de</strong> observación y apagó complacido el casete. Escuchando con<br />
atención, aguardó a que la Sala Linneo se vaciase.<br />
El operador salió y entró en la cabina <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> control y miró a Smithback con<br />
expresión ceñuda.<br />
—Usted ha dicho…<br />
El periodista le quitó importancia con un gesto.<br />
—Ya sé qué he dicho. No quería inquietarlo más aún. —Smithback extrajo veinte<br />
dólares <strong>de</strong> su cartera y se los entregó—. Tenga.<br />
El operador, nervioso, se guardó el billete en un bolsillo.<br />
—No lo aceptaría si los salarios <strong>de</strong>l museo fuesen mínimamente <strong>de</strong>centes. Como está<br />
la vida en Nueva York, uno no tiene ni para empezar…<br />
—Claro —respondió Smithback, echando un último vistazo por la abertura <strong>de</strong><br />
observación—. No hace falta que se justifique. Está contribuyendo a la libertad <strong>de</strong> prensa.<br />
Vaya a cenar a un buen restaurante y no se preocupe. Aunque me metan en la cárcel, no<br />
revelaré mi fuente <strong>de</strong> información.<br />
—¿En la cárcel? —gimoteó el operador.<br />
Smithback lo tranquilizó con una palmada en la espalda, salió <strong>de</strong> la cabina <strong>de</strong><br />
proyección y, con el casete y la libreta bajo el brazo, recorrió los antiguos y polvorientos<br />
pasillos que tan bien recordaba. Afortunadamente en la salida norte vigilaba la vieja<br />
Pocahontas, así apodada por la vehemencia con que aplicaba colorete a sus generosas<br />
mejillas. Pasó a toda prisa ante ella con una ráfaga <strong>de</strong> sonrisas e insinuantes guiños,<br />
tapando discretamente la fecha <strong>de</strong> caducidad <strong>de</strong> su ajada tarjeta <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong>l<br />
museo.<br />
19<br />
Margo empujó la puerta giratoria <strong>de</strong> la comisaría <strong>de</strong>l distrito veintisiete, torció a la<br />
izquierda y bajó al sótano por la larga y empinada escalera. El pasamanos había<br />
<strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> la vieja pared amarilla hacía décadas, y Margo <strong>de</strong>bía pisar con cuidado<br />
para no resbalar en los peldaños <strong>de</strong> cemento. Pese al espesor <strong>de</strong> los cimientos que la<br />
ro<strong>de</strong>aban, empezó a oír las apagadas <strong>de</strong>tonaciones mucho antes <strong>de</strong> llegar al pie <strong>de</strong> la<br />
escalera.<br />
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