Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
Kozinsky negó con la cabeza.<br />
—Lamento <strong>de</strong>silusionarte, muchacho, pero tu artículo ha salido a la calle hace sólo<br />
media hora. No querían arriesgarse a alertar a la policía <strong>de</strong>masiado pronto. La noticia ha<br />
circulado a través <strong>de</strong> los canales <strong>de</strong> comunicación <strong>de</strong> Wall Street. Ya sabes, los teletipos <strong>de</strong><br />
los agentes, la red interna <strong>de</strong> la Bolsa, Quotron, LEXIS, etcétera. Parece que los chicos <strong>de</strong><br />
allá abajo están entusiasmados con todo este revuelo <strong>de</strong> la señora Wisher. La consi<strong>de</strong>ran el<br />
remedio a todos sus males. —Kozinsky rió con sorna—. Ya no es sólo el problema <strong>de</strong> la<br />
<strong>de</strong>lincuencia. No me preguntes cómo ha pasado, pero en las charlas <strong>de</strong> los bares se repite<br />
una y otra vez que esa mujer tiene más huevos que el alcal<strong>de</strong>. Piensan que <strong>de</strong> un plumazo<br />
va a acabar con los gastos sociales, limpiar la ciudad <strong>de</strong> mendigos, poner a un republicano<br />
en la Casa Blanca y llevar <strong>de</strong> nuevo los Dodgers a Brooklyn.<br />
Smithback miró alre<strong>de</strong>dor y dijo:<br />
—No sabía que se <strong>de</strong>dicase a las finanzas tanta gente, no ya en Manhattan sino en el<br />
mundo entero.<br />
Kozinsky volvió a reír.<br />
—Cuando se habla <strong>de</strong> Wall Street, la gente da por supuesto que allí sólo hay yuppies<br />
con traje gris, dos coma cinco hijos por pareja, una casa en las afueras y una existencia<br />
monótona y aburrida. Olvidan que aquello tiene también su lado oscuro. Allí encuentras<br />
mensajeros, ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> bonos, comerciantes <strong>de</strong> poca monta, operarios, blanqueadores<br />
<strong>de</strong> dinero, lo que quieras. No hablamos <strong>de</strong> la flor y nata. Hablamos <strong>de</strong>l neoyorquino<br />
corriente y moliente. A<strong>de</strong>más, la cosa ha trascendido el ámbito <strong>de</strong> Wall Street. Unos han<br />
avisado a otros valiéndose <strong>de</strong> lo que tenían a mano: buscas, correo electrónico, fax. Ahora<br />
están uniéndose a la fiesta los empleados <strong>de</strong> sucursales bancarias y agentes <strong>de</strong> seguros <strong>de</strong><br />
toda la ciudad.<br />
Más a<strong>de</strong>lante, entre las hileras <strong>de</strong> cabezas, Smithback divisó a la señora Wisher.<br />
Despidiéndose apresuradamente <strong>de</strong> Kozinsky, se abrió paso hasta las primeras filas. La<br />
señora Wisher se hallaba a la sombra <strong>de</strong>l señorial edificio <strong>de</strong> los almacenes Bergdorf<br />
Goodman, acompañada <strong>de</strong> un sacerdote católico, un pastor episcopaliano y un rabino.<br />
Ante ellos se alzaba un montón <strong>de</strong> flores y tarjetas <strong>de</strong> un metro <strong>de</strong> altura. A un lado había<br />
un joven cabizbajo <strong>de</strong> cabello largo y aire afeminado con un traje a rayas oscuro y gruesos<br />
calcetines <strong>de</strong> color violeta. Smithback reconoció su compungido rostro: era el vizcon<strong>de</strong><br />
Adair, el novio <strong>de</strong> Pamela Wisher. La señora Wisher, sin maquillar y con el cabello<br />
recogido, ofrecía un aspecto austero y digno. Al poner en marcha el casete y alzarlo,<br />
Smithback no pudo menos que pensar que aquella mujer era una lí<strong>de</strong>r nata.<br />
La señora Wisher permaneció en silencio con la cabeza inclinada durante unos<br />
minutos. Por fin se volvió hacia la multitud y ajustó un micrófono inalámbrico. Se aclaró la<br />
garganta.<br />
—¡Ciudadanos <strong>de</strong> Nueva York! —dijo a voz en grito.<br />
Mientras se hacía el silencio entre los congregados, Smithback echó un vistazo<br />
alre<strong>de</strong>dor, sorprendido por la claridad y el volumen <strong>de</strong> su voz. Dispuestas<br />
estratégicamente entre el gentío, <strong>de</strong>tectó a varias personas que sostenían en alto mástiles<br />
con altavoces portátiles. Pese a la apariencia espontánea <strong>de</strong> la manifestación, la señora<br />
Wisher y sus colaboradores habían tenido en cuenta hasta el último <strong>de</strong>talle.<br />
Cuando los asistentes hubieron callado, la señora Wisher prosiguió en un tono <strong>de</strong><br />
voz más bajo.<br />
—Estamos aquí para recordar a Mary Ann Cappiletti, que fue asaltada y asesinada a<br />
tiros en este lugar el 14 <strong>de</strong> marzo. Oremos.<br />
Entre sus frases, Smithback oía ahora con mayor claridad los megáfonos <strong>de</strong> la policía,<br />
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