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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

científico, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. —Kirtsema pronunció la palabra con repugnancia—. Un disector,<br />

un reduccionista. A mí no me gusta esa manera <strong>de</strong> concebir el mundo. Yo soy un holista,<br />

sargento.<br />

—Ya —dijo D'Agosta.<br />

—Y un día se presentaron aquí los <strong>de</strong> la compañía eléctrica. Dijeron que tenían que<br />

conectar en su almacén unas líneas especiales para uso industrial o algo así. Y a mí me<br />

cortaron la corriente durante dos días. ¡Dos días! Pero cualquiera presenta una queja a los<br />

<strong>de</strong> Con Edison, burócratas <strong>de</strong>shumanizados.<br />

—¿Tenía visitas? —preguntó D'Agosta—. ¿Algún amigo?<br />

—¡Visitas! —exclamó Kirtsema—. Ésa fue la gota que colmó el vaso. Empezó a llegar<br />

gente. Siempre <strong>de</strong> noche. Y llamaban todos a la puerta <strong>de</strong> la misma manera, como si fuese<br />

una contraseña. Fue entonces cuando avisé a la policía. Estaba convencido <strong>de</strong> que algo<br />

extraño pasaba ahí <strong>de</strong>ntro. Pensé que podía tratarse <strong>de</strong> algún asunto <strong>de</strong> drogas. Vinieron<br />

un par <strong>de</strong> polis, me aseguraron que todo era legal, y se marcharon. —Movió la cabeza en<br />

un gesto <strong>de</strong> indignación por el recuerdo—. Y las cosas siguieron como antes. Volví a avisar<br />

a la policía para quejarme <strong>de</strong>l ruido y el olor, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la segunda visita ya no<br />

vinieron más. Y un día, hará quizá un año, el tipo se presentó ante mi puerta. Así, sin<br />

previo aviso, a eso <strong>de</strong> las once <strong>de</strong> la noche.<br />

—¿Qué quería? —preguntó D'Agosta.<br />

—No lo sé. Posiblemente preguntarme por qué había avisado a la policía. Lo único<br />

que sé es que sólo verlo me puso los pelos <strong>de</strong> punta. Era septiembre y hacía casi tanto<br />

calor como ahora, y sin embargo él llevaba un abrigo grueso con una capucha enorme. Se<br />

quedó en la penumbra, y no pu<strong>de</strong> verle la cara. Simplemente se plantó allí, en la<br />

oscuridad, y me preguntó si podía entrar. Le dije que no, por supuesto. Ya hice bastante,<br />

sargento, con no cerrarle la puerta en las narices.<br />

—Teniente —corrigió D'Agosta distraídamente mientras tomaba notas.<br />

—Da igual. A mí no me gusta etiquetar a la gente. «Ser humano» es la única etiqueta<br />

que tiene sentido. —Movió en un gesto <strong>de</strong> asentimiento su ver<strong>de</strong> calva para mayor énfasis.<br />

D'Agosta continuaba escribiendo. Aquella imagen no le recordaba en absoluto al<br />

Greg Kawakita que había conocido en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Frock <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sastre ocurrido<br />

en la inauguración <strong>de</strong> la exposición «Supersticiones». Se exprimió la memoria buscando<br />

algún rasgo característico <strong>de</strong>l científico.<br />

—¿Podría <strong>de</strong>scribir su voz? —preguntó.<br />

—Sí. Muy grave, y con un ligero ceceo.<br />

D'Agosta frunció el entrecejo.<br />

—¿Algún acento peculiar?<br />

—Diría que no. Pero el ceceo era tan marcado que me atrevería a asegurárselo. Las<br />

palabras casi sonaban a castellano, pero hablaba inglés, no español.<br />

D'Agosta tomó nota mentalmente para preguntarle más tar<strong>de</strong> a Pen<strong>de</strong>rgast qué<br />

<strong>de</strong>monios era el «castellano».<br />

—¿Cuándo se marchó <strong>de</strong>l barrio, y por qué?<br />

—Un par <strong>de</strong> semanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> venir a verme —contestó Kirtsema—. Quizá en<br />

octubre. Una noche oí que llegaban dos camiones gran<strong>de</strong>s, lo cual era relativamente<br />

habitual. Pero esta vez no <strong>de</strong>scargaban sino que cargaban. Cuando me levanté a mediodía,<br />

el almacén estaba vacío. Incluso habían limpiado la pintura negra <strong>de</strong> los cristales.<br />

—¿A mediodía, dice?<br />

—Mi horario normal <strong>de</strong> sueño es <strong>de</strong> cinco <strong>de</strong> la madrugada a doce <strong>de</strong>l mediodía. No<br />

me someto a las rotaciones físicas <strong>de</strong>l sistema tierra-sol-luna, sargento.<br />

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