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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

Permanezcan atentos. Recuer<strong>de</strong>n que nos encontramos prácticamente en su guarida.<br />

Manténganse hiperalertas.<br />

—Hiperalertas —repitió Mephisto con <strong>de</strong>sdén.<br />

Pen<strong>de</strong>rgast lanzó una mirada <strong>de</strong> ligero reproche al jefe <strong>de</strong> los mendigos.<br />

—Ya hablaremos en algún otro momento <strong>de</strong>l bajo concepto que tiene <strong>de</strong> mí, y <strong>de</strong> mi<br />

opinión sobre sus gustos culinarios —dijo, y se volvió hacia la salida.<br />

Cruzaron la puerta <strong>de</strong>l lado opuesto <strong>de</strong> la cámara y avanzaron rápidamente por el<br />

pasadizo. Tras recorrer unos cien metros, Pen<strong>de</strong>rgast se <strong>de</strong>tuvo en un punto don<strong>de</strong> un<br />

túnel <strong>de</strong> irregulares pare<strong>de</strong>s ascendía hasta el pasadizo principal. A través <strong>de</strong>l estrecho<br />

conducto se oía claramente el sonido <strong>de</strong> los tambores.<br />

—Es extraño —comentó el agente <strong>de</strong>l FBI, contemplando el túnel que confluía en el<br />

pasadizo—. Este acceso no consta en el plano. No importa; en todo caso, la última carga<br />

<strong>de</strong>bería hundir toda esta estructura.<br />

Siguieron a<strong>de</strong>lante y en unos minutos llegaron a la entrada <strong>de</strong> un espacio que parecía<br />

una antigua zona <strong>de</strong> mantenimiento. Contra una pared se alzaban pilas <strong>de</strong> ruedas gran<strong>de</strong>s<br />

y herrumbrosas, junto con lo que, a juicio <strong>de</strong> Margo, podían ser diversas piezas <strong>de</strong><br />

cambios <strong>de</strong> agujas y señales. Sobre una mesa podrida <strong>de</strong>scansaba una fiambrera <strong>de</strong><br />

hojalata; <strong>de</strong>ntro, Margo vio el esqueleto seco <strong>de</strong> un pollo a medio comer. En apariencia, el<br />

lugar había sido abandonado precipitadamente.<br />

—¡Dios, qué sitio! —exclamó D'Agosta—. Uno se pregunta cuál es la verda<strong>de</strong>ra<br />

historia <strong>de</strong> estos túneles.<br />

—O si alguien la conoce todavía <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> casi un siglo —añadió Pen<strong>de</strong>rgast.<br />

Señaló hacia un rincón, don<strong>de</strong> había una puerta ribeteada <strong>de</strong> metal entre dos montones <strong>de</strong><br />

material polvoriento—. Ésa es la escalera <strong>de</strong> mantenimiento que baja a los túneles Astor.<br />

Aquí colocaremos la última carga. —Sacó otro bloque <strong>de</strong> explosivo <strong>de</strong> la bolsa, se agachó y<br />

lo rebozó <strong>de</strong> barro.<br />

—¿Y eso? —preguntó D'Agosta—. ¿Camuflaje?<br />

—En efecto —respondió Pen<strong>de</strong>rgast mientras mol<strong>de</strong>aba la carga en torno a la base <strong>de</strong><br />

un pilar <strong>de</strong> cemento—. Ésta es, por lo visto, una zona muy transitada. Señaló con el<br />

mentón hacia el túnel a título ilustrativo.<br />

—¡Dios mío! —exclamó Margo entre dientes.<br />

Incontables huellas <strong>de</strong> pies <strong>de</strong>scalzos surcaban el suelo <strong>de</strong>l pasadizo por don<strong>de</strong><br />

habían llegado. Cogió la mascarilla y tomó oxígeno. Había una humedad próxima al<br />

ciento por ciento. Volvió a respirar por la mascarilla y luego se la ofreció a Smithback.<br />

—Gracias —dijo el periodista, e inhaló dos veces lentamente. El cabello le caía lacio<br />

sobre la frente y llevaba la camisa hecha jirones y manchada <strong>de</strong> sangre.<br />

«Pobre Bill —pensó Margo—. Parece salido <strong>de</strong> una cloaca, nunca mejor dicho.»<br />

—¿Cómo estaban las cosas en la superficie? —preguntó Margo para distraerlo <strong>de</strong> sus<br />

pensamientos.<br />

—Era un caos absoluto —contestó el periodista, <strong>de</strong>volviéndole la mascarilla con un<br />

gesto solemne—. En medio <strong>de</strong> la manifestación organizada por la señora Wisher han<br />

empezado a aparecer centenares <strong>de</strong> topos <strong>de</strong> los subterráneos. Allí mismo, en Broadway.<br />

Según he oído, la policía había echado gases lacrimógenos en los túneles situados entre la<br />

calle Noventa y nueve y el parque.<br />

—¿Topos, plumífero? —lo interrumpió Mephisto—. Sí, somos topos. Huimos <strong>de</strong> la<br />

luz, y no por su calor o su brillo, sino por lo que nos muestra: venalidad, corrupción e<br />

incontables hormigas obreras aferradas a su rutina.<br />

—Cállese —dijo D'Agosta con aspereza—. Lléveme <strong>de</strong> regreso a la superficie venal y<br />

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