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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

preguntó.<br />

Siguieron unos segundos <strong>de</strong> silencio.<br />

—No nos gusta que nos <strong>de</strong>scriban así, plumífero. Sí tenemos hogar, y si no fuese<br />

usted tan timorato, se lo enseñaría. No nos falta <strong>de</strong> nada. Las tuberías nos proporcionan<br />

agua potable para cocinar y lavarnos; los cables nos suministran electricidad. Y nuestros<br />

mensajeros traen las contadas cosas que necesitamos <strong>de</strong> la superficie. En el Blocao tenemos<br />

incluso una enfermera y una maestra. Otras zonas subterráneas, como los aparta<strong>de</strong>ros<br />

ferroviarios <strong>de</strong>l West End, son incivilizadas y peligrosas. Pero aquí vivimos dignamente.<br />

—¿Una maestra? ¿Quiere <strong>de</strong>cir que hay niños aquí abajo?<br />

—Es usted un ingenuo. Muchos vienen aquí porque tienen hijos, y la perversa<br />

máquina <strong>de</strong>l Estado intenta arrebatárselos para darlos en adopción. Prefieren mi mundo<br />

<strong>de</strong> la oscuridad y el calor a su mundo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación, plumífero.<br />

—¿Por qué me llama así?<br />

Del agujero surgió otra cáustica risotada.<br />

—Ése es su trabajo, ¿no? ¿William Smithback, plumífero?<br />

—Sí, pero…<br />

—Para ser periodista, no es usted muy leído. Antes <strong>de</strong> nuestra próxima conversación<br />

estúdiese Las Dunciadas <strong>de</strong> Pope.<br />

Smithback empezaba a intuir que aquel hombre no era lo que inicialmente había<br />

imaginado.<br />

—¿Quién es usted realmente? —preguntó—. ¿Cuál es su verda<strong>de</strong>ro nombre?<br />

Se produjo otro silencio.<br />

—Eso lo <strong>de</strong>jé arriba junto con todo lo <strong>de</strong>más —espetó la voz incorpórea—. Ahora soy<br />

Mephisto. No vuelva a hacer esa pregunta, ni a mí ni a nadie.<br />

Smithback tragó saliva.<br />

—Lo siento.<br />

Al parecer Mephisto se había enfurecido. Su tono se hizo más cortante.<br />

—Lo he hecho venir por una razón —dijo.<br />

—¿El asesinato <strong>de</strong> Pamela Wisher? —preguntó Smithback, expectante.<br />

—Según cuenta en sus artículos, tanto su cadáver como el otro aparecieron<br />

<strong>de</strong>capitados. Yo he venido a <strong>de</strong>cirle que la <strong>de</strong>capitación es sólo una pequeña parte <strong>de</strong> lo<br />

que les ocurrió. —Su voz se quebró en una risa ronca y amarga.<br />

—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir? —preguntó Smithback—. ¿Sabe quién la mató?<br />

—Los mismos que han estado cebándose en mi gente —repuso Mephisto entre<br />

dientes—. Los rugosos.<br />

—¿Los rugosos? —repitió Smithback—. No entiendo…<br />

—¡Entonces calle y atienda, plumífero! Ya le he dicho que mi comunidad es un<br />

refugio seguro. Y lo había sido siempre hasta hace un año. Ahora nos encontramos bajo<br />

una grave amenaza. Quienes se arriesgan a salir <strong>de</strong> las zonas seguras <strong>de</strong>saparecen o son<br />

asesinados. Asesinados <strong>de</strong> maneras horrendas. Nuestra gente tiene cada vez más miedo.<br />

Mis mensajeros han intentado una y otra vez <strong>de</strong>nunciar la situación a la policía. ¡La<br />

policía! —Se oyó un iracundo escupitajo, y a continuación la voz subió <strong>de</strong> volumen—. Los<br />

perros guardianes <strong>de</strong> una sociedad en bancarrota moral. Para ellos somos sólo escoria que<br />

no merece más que palizas y malos tratos. ¡Nuestras vidas no valen nada! ¿Cuántos <strong>de</strong> los<br />

nuestros han muerto o <strong>de</strong>saparecido? El Gordo, Héctor, Annie la Morena, el Sargento<br />

Mayor y otros. Sin embargo le arrancan la cabeza a una señoritinga con medias <strong>de</strong> seda, ¡y<br />

monta en cólera la ciudad entera!<br />

Smithback se hume<strong>de</strong>ció los labios con la lengua. Sentía creciente curiosidad por<br />

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