Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
pasar bajo una tubería con estalactitas en cuya superficie se leía el rótulo H.P. ST. y siguió a<br />
Pen<strong>de</strong>rgast escalera abajo y por la <strong>de</strong>svencijada pasarela <strong>de</strong> rejilla. En el extremo opuesto,<br />
una trampilla con bisagras daba acceso a una escalerilla metálica que bajaba hasta un<br />
ancho túnel inacabado. Había piedras y montantes oxidados apilados <strong>de</strong> cualquier manera<br />
contra las pare<strong>de</strong>s. Si bien se veían restos <strong>de</strong> fogatas, el lugar parecía <strong>de</strong>sierto.<br />
—Por lo visto, tendremos que <strong>de</strong>scolgarnos por esa roca —dijo Pen<strong>de</strong>rgast,<br />
iluminando con la linterna un amplio espacio al final <strong>de</strong>l túnel. Las aristas <strong>de</strong> la roca<br />
relucían <strong>de</strong>bido al paso <strong>de</strong> incontables manos y pies. De abajo subía un olor acre.<br />
D'Agosta <strong>de</strong>scendió primero, aferrándose <strong>de</strong>sesperadamente al afilado y húmedo<br />
basalto. Tardó cinco aterradores minutos en llegar abajo. Se sentía enterrado en el lecho<br />
rocoso <strong>de</strong> la isla.<br />
—Me gustaría ver a alguien bajar por ahí drogado —comentó cuando Pen<strong>de</strong>rgast<br />
saltó al suelo junto a él. Los músculos <strong>de</strong> los brazos le temblaban a causa <strong>de</strong>l esfuerzo.<br />
—En este nivel nadie sale a la superficie —contestó Pen<strong>de</strong>rgast—. Salvo los<br />
mensajeros.<br />
—¿Los mensajeros?<br />
—Según tengo entendido, son los únicos miembros <strong>de</strong> la comunidad que tienen<br />
contacto con el exterior. Recogen y cobran los cheques <strong>de</strong>l programa <strong>de</strong> ayuda para<br />
familias con hijos, buscan comida, recolectan y ven<strong>de</strong>n envases reciclables, consiguen<br />
medicamentos y leche, compran droga.<br />
Pen<strong>de</strong>rgast iluminó las toscas pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> roca con la linterna. Al fondo vieron una<br />
plancha <strong>de</strong> hojalata acanalada <strong>de</strong> un metro y medio <strong>de</strong> altura que cubría parcialmente la<br />
entrada <strong>de</strong> un túnel abandonado. Al lado, pintado toscamente en la pared, un rótulo<br />
anunciaba: SÓLO FAMILIAS. PROHIBIDO EL PASO A TODOS LOS DEMÁS.<br />
Pen<strong>de</strong>rgast tiró <strong>de</strong> la plancha <strong>de</strong> hojalata, que giró sobre sus bisagras con un<br />
estri<strong>de</strong>nte chirrido.<br />
—El timbre <strong>de</strong> la puerta —explicó.<br />
Cuando entraron en el túnel, apareció ante ellos una andrajosa figura empuñando<br />
una gran tea. Era alto y tenía un aspecto espantosamente <strong>de</strong>macrado.<br />
—¿Quiénes sois? —inquirió, impidiendo el paso a Pen<strong>de</strong>rgast.<br />
—¿Eres el Artillero? —preguntó Pen<strong>de</strong>rgast.<br />
—Fuera <strong>de</strong> aquí —or<strong>de</strong>nó el hombre, y los empujó hacia la puerta <strong>de</strong> hojalata hasta<br />
sacarlos <strong>de</strong> nuevo al pozo <strong>de</strong> roca—. Me llamo Flint. ¿Qué queréis?<br />
—He venido a ver a Mephisto —contestó Pen<strong>de</strong>rgast.<br />
—¿Para qué?<br />
—Soy el jefe <strong>de</strong> la Tumba <strong>de</strong> Grant, una pequeña comunidad que vive bajo la<br />
Universidad <strong>de</strong> Columbia. Quiero hablar con él <strong>de</strong> los asesinatos.<br />
Siguió un prolongado silencio.<br />
—¿Y ése? —dijo Flint finalmente, señalando hacia D'Agosta.<br />
—Mi mensajero.<br />
—¿Lleváis armas o drogas? —preguntó Flint mirando a Pen<strong>de</strong>rgast.<br />
—Armas no —respondió Pen<strong>de</strong>rgast. A la tenue luz <strong>de</strong> la tea, pareció <strong>de</strong> pronto<br />
incómodo—. Pero llevo mi propio suministro…<br />
—Aquí no se admiten drogas —dijo Flint—. Somos una comunidad limpia.<br />
Y una mierda, pensó D'Agosta, advirtiendo el brillo <strong>de</strong> sus ojos.<br />
—Lo siento —repuso Pen<strong>de</strong>rgast—. Nunca me separo <strong>de</strong> mi alijo. Si es un<br />
problema…<br />
—¿Qué llevas? —preguntó Flint.<br />
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