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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

varilla rompió la vidriera y fue a caer en el vestíbulo. Empezó a sonar una alarma,<br />

ahogada <strong>de</strong> inmediato por el bullicio ambiental.<br />

—¡Eh! —protestó alguien junto a Smithback—. ¿Habéis visto qué ha hecho ese<br />

gilipollas!<br />

La turba <strong>de</strong> vagabundos, vociferando, arrojó una lluvia <strong>de</strong> objetos hacia los edificios<br />

<strong>de</strong> Broadway. Smithback, mirando a izquierda y <strong>de</strong>recha, vio que seguían saliendo<br />

mendigos <strong>de</strong> las alcantarillas, los respira<strong>de</strong>ros y las bocas <strong>de</strong> metro, <strong>de</strong>sahogando en<br />

Broadway y Central Park West su ira incoherente. Por encima <strong>de</strong> los alaridos, oyó el tenue<br />

e insistente ulular <strong>de</strong> los vehículos <strong>de</strong> emergencia. Incontables fragmentos <strong>de</strong> cristal<br />

resplan<strong>de</strong>cían sobre el pavimento negro.<br />

Smithback se sobresaltó al oír la voz amplificada <strong>de</strong> la señora Wisher. Con el<br />

micrófono en la mano, se había vuelto para arengar a los manifestantes.<br />

—¿Ven lo que está ocurriendo? —preguntó. Su voz reverberó en las altas fachadas y<br />

se perdió en el parque oscuro y silencioso—. Esta gente preten<strong>de</strong> <strong>de</strong>struir lo que nosotros<br />

hemos venido a preservar.<br />

En torno a ella comenzaron a elevarse voces indignadas. Smithback miró alre<strong>de</strong>dor.<br />

Los grupos <strong>de</strong> manifestantes <strong>de</strong> mayor edad —los iniciales seguidores <strong>de</strong> la señora<br />

Wisher— cruzaban unas palabras, señalaban hacia la Quinta Avenida o Central Park West<br />

y se alejaban apresuradamente, huyendo <strong>de</strong>l inminente enfrentamiento. Otros, los<br />

elementos más jóvenes y agresivos, gritaban airados y avanzaban hacia la turba.<br />

Las cámaras <strong>de</strong> televisión iban <strong>de</strong> un lado a otro, unas enfocando a la señora Wisher,<br />

otras a los vagabundos, que subían por la calle, haciendo acopio <strong>de</strong> nuevos proyectiles en<br />

los contenedores y cubos <strong>de</strong> basura, lanzando aullidos <strong>de</strong> ira y <strong>de</strong>safío.<br />

La señora Wisher miró a los manifestantes, extendió las manos y volvió a juntarlas<br />

como si reuniese al grupo bajo su estandarte.<br />

—¡Fíjense en esa escoria! ¿Vamos a consentirlo, esta noche precisamente?<br />

En el posterior instante <strong>de</strong> silencio, dirigió a la multitud una mirada en parte<br />

interrogativa, en parte suplicante. Los vagabundos <strong>de</strong> las primeras filas interrumpieron<br />

por un momento sus <strong>de</strong>smanes, sorprendidos por aquella voz atronadora y omnipresente<br />

que surgía <strong>de</strong> una docena <strong>de</strong> altavoces.<br />

—¡Nada <strong>de</strong> eso! —exclamó una voz joven.<br />

Con una mezcla <strong>de</strong> veneración y temor, Smithback observó a la señora Wisher, que<br />

alzó un brazo por encima <strong>de</strong> la cabeza y luego, con imperiosa <strong>de</strong>terminación, lo bajó y<br />

señaló a la creciente muchedumbre <strong>de</strong> vagabundos.<br />

—¡Ésa es la gente que <strong>de</strong>struiría nuestra ciudad! —<strong>de</strong>claró, y si bien su voz era firme,<br />

Smithback <strong>de</strong>tectó un asomo <strong>de</strong> histeria.<br />

—¡Fijaos en esos vagos! —gritó un joven, abriéndose paso hasta la primera fila <strong>de</strong><br />

manifestantes. Un ruidoso grupo se congregó junto a él, a escasos tres metros <strong>de</strong> los<br />

mendigos. Dirigiéndose al jefe, dijo—: ¡Búscate un trabajo, gilipollas!<br />

Entre los topos se produjo un silencio sepulcral y amenazador.<br />

—¿Te crees que me mato a trabajar y pago impuestos para mantenerte? —preguntó<br />

el joven.<br />

Un murmullo <strong>de</strong> indignación surgió <strong>de</strong> la muchedumbre <strong>de</strong> mendigos.<br />

—¿Por qué no haces algo por tu país en lugar <strong>de</strong> vivir <strong>de</strong> él? —reprochó el joven. Dio<br />

un paso al frente y escupió en el suelo—. Vago <strong>de</strong> mierda.<br />

Los manifestantes lanzaron un rugido <strong>de</strong> aprobación.<br />

Un mendigo se a<strong>de</strong>lantó al resto, agitando el muñón <strong>de</strong>l brazo izquierdo.<br />

—¡Mira lo que he hecho por mi país! —graznó—. Lo he dado todo. —Mostró el<br />

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