Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
con una docena <strong>de</strong> cargas <strong>de</strong> C-4 colocadas en los lugares precisos.<br />
Horlocker se volvió hacia Pen<strong>de</strong>rgast.<br />
—Está loco —dijo con calma.<br />
En la puerta <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> control se produjo un repentino alboroto, y Margo, al<br />
dirigir hacia allí la mirada, vio entrar atropelladamente a varios policías. Llevaban los<br />
uniformes rotos y enlodados, y uno <strong>de</strong> ellos tenía una aparatosa brecha en la frente. En<br />
medio <strong>de</strong>l grupo, forcejeaba ferozmente un hombre en extremo sucio con un andrajoso<br />
traje <strong>de</strong> pana. Manchas <strong>de</strong> sangre veteaban su apelmazada cabellera gris. Ro<strong>de</strong>aba su<br />
cuello un gran collar <strong>de</strong> turquesas, y las puntas <strong>de</strong> una barba mugrienta le rozaban los<br />
puños esposados.<br />
—Hemos cogido al cabecilla —informó con voz entrecortada uno <strong>de</strong> los policías,<br />
arrastrando al hombre hasta Horlocker.<br />
D'Agosta lo miró con expresión <strong>de</strong> incredulidad.<br />
—¡Es Mephisto! —exclamó.<br />
—¡Vaya! —comentó Horlocker con tono sarcástico—. ¿Un amigo suyo?<br />
—Simplemente un conocido —respondió Pen<strong>de</strong>rgast.<br />
Margo observó al hombre llamado Mephisto, que escrutó alternativamente a<br />
D'Agosta y Pen<strong>de</strong>rgast. De pronto, al reconocerlos, apareció un brillo en su penetrante<br />
mirada y su rostro enrojeció.<br />
—¡Vosotros! —acusó con voz sibilante—. ¡Whitey! Erais espías. ¡Traidores! ¡Cerdos!<br />
Se revolvió con furia y consiguió zafarse <strong>de</strong> los agentes, pero <strong>de</strong> inmediato lo<br />
<strong>de</strong>rribaron y sujetaron <strong>de</strong> nuevo. Se resistió y pugnó, alzando las manos esposadas.<br />
—¡Judas! —prorrumpió, mirando a Pen<strong>de</strong>rgast.<br />
—Es un jodido lunático —comentó Horlocker, observando el forcejeo <strong>de</strong>l grupo en el<br />
suelo embaldosado.<br />
—Lo dudo —repuso Pen<strong>de</strong>rgast—. ¿Acaso actuaría usted <strong>de</strong> otra manera si acabasen<br />
<strong>de</strong> gasear su casa para <strong>de</strong>salojarlo por la fuerza?<br />
Mephisto arremetió <strong>de</strong> nuevo.<br />
—¡Agárrenlo, por Dios! —or<strong>de</strong>nó Horlocker, alejándose a una distancia pru<strong>de</strong>ncial.<br />
A continuación se volvió hacia Pen<strong>de</strong>rgast y con insultante <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, como parodiando a<br />
un padre que sigue la corriente a un hijo tonto, dijo—: Y ahora veamos si he entendido<br />
bien. Propone usted volar los túneles Astor, ¿no es así?<br />
—Más que los túneles, las salidas —contestó Pen<strong>de</strong>rgast, indiferente al sarcasmo—.<br />
Es vital impedir que el agua <strong>de</strong>l Reservoir llegue al mar. Pero quizá así podríamos resolver<br />
los dos problemas: acabar con los habitantes <strong>de</strong> los túneles Astor y, a la vez, impedir que<br />
se propague el retrovirus. Sólo tenemos que retener el agua durante cuarenta y ocho horas,<br />
hasta que el herbicida cumpla su función.<br />
De reojo, Margo advirtió que Mephisto se había quedado inmóvil.<br />
—Po<strong>de</strong>mos enviar un equipo <strong>de</strong> submarinistas por los canales <strong>de</strong> <strong>de</strong>sagüe <strong>de</strong>l río —<br />
continuó Pen<strong>de</strong>rgast—. El trayecto hasta el sumi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los túneles Astor es relativamente<br />
sencillo.<br />
Horlocker movió la cabeza en un gesto <strong>de</strong> negación.<br />
—He estudiado <strong>de</strong>tenidamente el sistema —aseguró Pen<strong>de</strong>rgast—. Al llenarse los<br />
túneles Astor, el agua se encauza hacia el colector lateral <strong>de</strong>l West Si<strong>de</strong>. Eso es lo que<br />
<strong>de</strong>bemos tapar.<br />
—Esto es increíble —dijo Horlocker, inclinando la cabeza y apoyándola en los<br />
nudillos <strong>de</strong> una mano.<br />
—Pero cabe la posibilidad <strong>de</strong> que no baste con eso —prosiguió Pen<strong>de</strong>rgast, pensando<br />
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