Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
IRT, y más mendigos subieron atropelladamente por la escalera. A medida que salía más<br />
gente <strong>de</strong> las bocas <strong>de</strong> alcantarilla y el metro, fue formándose un andrajoso ejército, y en sus<br />
rostros el inicial <strong>de</strong>sconcierto dio paso a una manifiesta hostilidad.<br />
Uno <strong>de</strong> los harapientos se acercó y dirigió una mirada furiosa a la primera fila <strong>de</strong><br />
manifestantes. Abrió la boca y prorrumpió en un inarticulado rugido <strong>de</strong> rabia y<br />
frustración, alzando una varilla <strong>de</strong> acero sobre la cabeza como si fuese un bastón.<br />
En respuesta, los <strong>de</strong>más mendigos gritaron y levantaron las manos. Smithback<br />
advirtió que cada mano sujetaba algo: piedras, trozos <strong>de</strong> cemento, barras <strong>de</strong> hierro.<br />
Muchos tenían cortes y contusiones. Daba la impresión <strong>de</strong> que estuviesen preparándose<br />
para una batalla, o acabasen <strong>de</strong> librarla.<br />
¿Qué <strong>de</strong>monios es esto?, pensó Smithback. ¿De dón<strong>de</strong> han salido estos tipos? Por un<br />
instante se preguntó si se trataría acaso <strong>de</strong> una especie <strong>de</strong> atraco a gran escala. Recordó <strong>de</strong><br />
pronto las últimas palabras <strong>de</strong> Mephisto mientras él escuchaba agachado en la oscuridad:<br />
«Buscaremos otras maneras <strong>de</strong> hacernos oír.» Ahora no, pensó Smithback. No podrían<br />
haber elegido peor momento.<br />
Una voluta <strong>de</strong> humo se aproximó arrastrada por la brisa, y varios <strong>de</strong> los<br />
manifestantes que se hallaban más cerca empezaron a ja<strong>de</strong>ar. Al cabo <strong>de</strong> unos segundos,<br />
Smithback sintió un intenso escozor en los ojos y comprendió que lo que le había parecido<br />
vapor era en realidad gas lacrimógeno. En el tramo <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Broadway, más allá <strong>de</strong> los<br />
mendigos, Smithback vio a un reducido grupo <strong>de</strong> policías —sus uniformes <strong>de</strong>sgarrados y<br />
sucios— salir por una escalera <strong>de</strong>l metro y dirigirse a trompicones hacia los lejanos coches<br />
patrulla.<br />
«Jo<strong>de</strong>r —pensó—, aquí ha pasado algo serio.»<br />
—¿Dón<strong>de</strong> está Mephisto? —preguntó a voz en cuello uno <strong>de</strong> los mendigos.<br />
—He oído <strong>de</strong>cir que se lo llevaba la policía.<br />
La turba se enar<strong>de</strong>cía por momentos.<br />
—¡Polis <strong>de</strong> mierda! —exclamó alguien—. Me juego algo a que le han dado una<br />
paliza.<br />
—¿Qué hacen ahí esos asquerosos? —oyó preguntar Smithback a un joven <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
él.<br />
—No lo sé —contestó otra voz—. Des<strong>de</strong> luego es <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> para cobrar un<br />
cheque <strong>de</strong> la protección social.<br />
El comentario se recibió con risas y abucheos dispersos.<br />
—¡Mephisto! —empezó a entonar la multitud <strong>de</strong> harapientos frente a ellos—. ¿Dón<strong>de</strong><br />
está Mephisto?<br />
—Seguramente esos hijos <strong>de</strong> puta lo han asesinado.<br />
Se produjo un repentino alboroto entre los manifestantes en el lado <strong>de</strong> la calle<br />
contiguo al parque, y Smithback, al volverse, vio que en el suelo una gran rejilla <strong>de</strong>l metro<br />
se abría violentamente y salía otro grupo <strong>de</strong> mendigos.<br />
—¡Asesinado! —<strong>de</strong>nunciaba un harapiento—. ¡Esos cabrones lo han asesinado!<br />
El hombre que se había a<strong>de</strong>lantado agitó su varilla <strong>de</strong> acero.<br />
—¡Lo pagarán! ¡Esta vez lo pagarán! —Alzó los brazos—. ¡Esos hijos <strong>de</strong> puta nos han<br />
gaseado!<br />
En respuesta, la turba <strong>de</strong> vagabundos prorrumpió en furiosos gritos.<br />
—¡Han arrasado nuestros hogares!<br />
Otro rugido surgió <strong>de</strong> la turba.<br />
—¡Ahora nosotros <strong>de</strong>strozaremos los suyos!<br />
El harapiento lanzó su varilla contra el cristal <strong>de</strong> una sucursal bancaria cercana. La<br />
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